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versador, otra, callado e introvertido Seguramente que, en el media del homenaje, sElrá obser– vado el yo callado, y luego la gente se preguntará, al mirar para mí, ¿y qué hace aquel idiota sentado allí'?" Y como para encontrar un argumento final "Estos viajes a Mr;magua me salen demasiado caros". (El médico nos explica que el poeta cree que él mismo paga los viajes de automóvil, y que el última viaje fue hecho en un carro con aire acondicionada, lo que constituyó para él un lujo inconcebible)

No, el "poeta loca" no acepta homenaje nacional, ni concede autógrafas Y, cuando Pablo Antonio vuelve a preguntarle sobre Dalia, que Alfonso dice frecuentemente que no cono–

ció, lIam6ndo/o apenas Garcítl Sarmiento, el po?to dice¡ esta vez, que lo conociera, mas muy

superficialmente, pues en aquella época el autor de Azul, que él hoy llama Daría, estaba rodea– do de un grupo de aduladores, del cual, él, Alfonso, jamás quiso o pudo formar parte.

Toda esta conversación, con preguntas y respuestas rápidos, car.,e en una ambiente de

camaraderia inteiectual, aun cuando, según ya anoté, Alfonso se mantiene en una posicián co–

mo de defensa, causada tal vez por el cansancio, por el abatimiento del cual se 'quejó

Antes de salir, la hermana, hablando con un aire de cordialidad familiar, trató una vez más, de arrancarle el autógrafo

Esta vez, el poeta ni siquiera respondió Hizo apenas ,una seña negativa con la cabeza,

cruzó las manos, y todavía de pie, miró para la ventana que daba para el jardín. No sé si en aquel instante en su mente se oían las palabras:

HUn viento de espíritus, pasa

muy lejas, desde mi ventana, dando un aire en que despedaza

su carne una angélica diana"

En su cuarto, pobre, limpio, casi no hay muebles una cama, sobre la cual el poeta duer–

me, frecuentemente sin querer ponerse la pijama, vistiendo su traje, una mesa de noche, llena

de libros, revistas, suplementos literarios, papeles llenos de escritos, dos sillas, un armario.

Cuando nos despedimos, sonríe, con más palidez que en el momento en que nos fue

presentado, mos se mantiene en silencio.

Antes de doblar la esquina de la acera que me aleja de su casa, pienso que nunca más lo iba a ver, y mira para atrás

En el medio del cuarto, enmOlcado por la puerta, el poeta parece una llama afta, que

se quema en plena luz del día Una parte de la luz que la llama írradia, parecía estar su– biendo para las nubes, revestida de un brillo excepcionalmente fuerte, como el brillo, que, según dicen los diarios, irradian los platillos voladores que se aproximan a la tierra, llegando de otros planetas Cuando, virando la cabeza, miro para el sol, sus rayos me parecen más dulces, más blandos, que los de aquella luz

EL PADRE PRODIGO

En 1933 salí'a en Santiago de Chile el libro Poemas Nicaragüenses, que no sólo marcaba

el rumbo de un poeta, sino indicaba también el rumbo de una nueva poesía, en un país que una vez más iba a colocarse a la vanguardia literaria del Continente

En 1964, esto es 31 años después, el libro Poesía, conteniendo la producción reunida de toda esta época, ganaba en Madrid el Premio Rubén Daría de Poesía Hispónica, una de las más elevadas distinciones en el mundo poético de hoy

Entre estas dos fechas, puede ser, esquemáticamente, situada la vida y la obra de Pablo Antonio Cuadra, que en la literatura latinoamericana representa de me,jor y más auténtica ma– nera la poesía y la cultura nicaragüense de hoy

No vamos a analizar aquí el lugar que Pa'Jlo Antonio Cuadra ocupa en la cultura latino-

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