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« Previous Page Table of Contents Next Page »el poeta, tiene otro de~tina. Y, 01 salir de lo Catedral, o pesar de saber que algunas escaleras llegan hasta el último sueño del poeta, salgo poro lo calle, esperando que su figuro ton amada– mente familiar, aparezco en uno esquina, me tome por el brazo, y, como siempre acostumbraba o decirme cuando nos e·ncantrábamos, me diga ahora también "¡Vamos! A oir poesía! ¡A
tomar vino y a conversar!"
Mas el que encuentro en las calles mol empedradas de la ciudad colonial, es un pariente del poeta, que 01 saber que habíamos sido amigos, comienza a recítarme un largo poema dedi–
cado a la memoria del tío de la Ilustre Familia
En las calles de León, donde en otros tiempos pasaban carretas pesadas, cruza, frente a nosotros, un Cadillac con aire acondicionado, llevando a la Señora del Presidente de la Repú–
blica, que VO, con una comitiva de domas, poro una reunión cualquiera.
Salomón de la Selva está lejos de todo esto, en algún lugar, omnipresente. Mas no sé (arque, hoy, en este momento, aqul en León, él me parece, o pesar de ser tan humano, uno fi– guro de leyenda, perteneciente a otro mundo, que si no es el mundo de los vivos, tampoco es
el mundo de los muertos Hay, en este instante en León, uno coso en el aire, que tal vez se llame eternidad.
ALFONSO, O LA SABIDURIA DEL POETA LOCO
Tuve lo buena fortuna de ser amigo de Salomón de la Selva, y, empujado par el amor y por el interés hacia las letras nicaragüenses, escribi el primero y breve ensayo sobre la poesfa
y la personalidad poética del Padre Azarías H Pallais de este modo, estoy ligado a dos de los "Tres Grandes" de la literatura moderna de Nicaragua
Ahora, en esta mañana de Junio, en compañia de Pablo Antonio Cuadra, voy para el Hos– pital de Enfermos Mentoles de Managua o fin de visittJr a Alfonso Cortés, el último sobreviviente del Trío de Oro
Un dio antes, cuando me encontraba en la coso de Rubén Daría en León, el director del peqlJeño museo que 011I se está organizando, me l/amó discretamente la atención hacia dos rejas de hierro, muy gruesas, fuertemente torcidas "Fue el poeta Alfonso Cortés, que hizo esto, en
uno de sus crisis de !oc;:ufa violenta, cuando vivía en esta casa, sostenido por su familio"
Examíné las rejos con más atención barras fortísimos, mas bastante torcidos, lo que in–
dicaba que el hombre que hízo eso era extraordinariamente poderoso
Mas, cosa bastante paradójica, en la misma tarde, todavía en León, hojeaba, entre las publicaciones editadas por la Universidad, que me fueron ofrecidos par el Rector, Dr. Carlos Tün–
nermOnn Bernheim, un número de "Ventana-Cuadernos Universitarios", donde estaban publica–
das una serie de traducciones de Alfonso Cortés, de autores tan diversos como D' Annunzio,
Verlaine, Poe y Dante, hechos durante varios años, desde 1918 hasta 1962 Lo que, induda– blemente demuestro que el poeta es capaz de uno disciplinado concentración mentol, sin lo cual
no pueden ser hechas los traducciones, sobre todo, piezas mayores, como, por ejemplo, un largo poema de Shelley (Epipsyquidion), requiriendo uno rora fuerzo intelectual, que un laca, en él sentido "normal" de lo palabra, imposiblemente posee
Hablando la misma noche con algunos amigos, uno de ellos me contó que durante los últimos años Alfonso Cortés se ha mantenido notablemente lúcido, y que frecuentemente tiene explosiones de humar, palabras corrosivos, que muestran un estado de es.ofritu muy lejos de la locura Me contaron que un dfa, cuando el poeta conversaba con un grupo de jóvenes de los
mós nuevos, que lo visitaban para saludarlo, uno de ellos le ofreció varios cuadernos, plumas y
lópices, pora que pudiera trabajar mejor.
Alfonso rehusó recibir el regalo, alegando, medio bravo, que no precisaba de toles casos, pues poseía papel y tinto en grandes cantidades, lo que de hecho, es verdad. Como -sin em-
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