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8EMANTICA NAHUATl

DE

LAS MONTA:Ñ"AS CERROS

y

VOLCANES

DE

NICARAGUA

ALEJANDRO DAVILA BOLAtílOS

Histoliador Nicaragüense.

-"yen estos tales libros tenían pintados sus

términos y los rio.". los montes

(! hoseages

é lo demás para los tiempos de contienda.

Oviedo (Lib. IV. Cap. 1) EL

Hombre comenzó adorando las Grandes Luminarias sin preocuparse por la morada fija de és– tos Era como un nóufrago solitario circundado de asechanzas, esperanzado en conmover la furia de las olas y del viento que le azotaban, por medio de ruegos y de auto-sacrificios Mós tarde situó en la comba azul, el lugar mítico donde vivian estos seres sobre– naturales, que en su imaginación 'infantil, creaban, di– rigian, gobernaban y regían los destinos humanos y los poderosas fuerzas terrestres Y como las Mon– tañas, Volcanes y Cerros parecen de cerca y de lejos escalas naturales que conducen a la morada celeste, el Hombre con gran sentido práctico se dirigió a éstos y los convirtió en Santuarios Todas las religiones

tienen montes sacros' Fujiyama, Himalaya, Altai, Gathes, Cáucaso, Olimpo, Siete Colinas, Atlas, Kili– manaro, Mauna- Loa, etc. La religión judaica estó llena de estos nombres Ararat, Horeb, Sión, Sinaí, Carmelo, etc La misma religión cristiana no estó ajena' Monte de las Bienaventuranzas (Horoun- Kat– tin), Monte de los Olivos, Monte de las Tentaciones, Monte Tabor, Monte Gólgota, etc

No debe sorprendernos, entonces, que también los Indígenas Americanos, durante la época pre– colombina, tuvieran a las ,Montañas, Volcanes y Luga– res Altos, como sitios sagrados donde se rendía culto a las,Grandes Divinidades Sin temor a las generali– zaciones podemos afirmar que en el Norte de nuestro Hemisferio, existió una vasta zona comprendida entre los paralelos 10 Y30, incluyendo la llamada Mesoamé– rica, donde la estación lluviosa alterna en forma irre– gular y sorpresivo can períodos de intensa sequia, que se caracterizó desde el punto de vista religioso y an– tropológico por el predominio del culto a los dioses del Agua Es la región donde el Maíz fue la base princi– palísima de la alimentación indígena Es la zona de la tirania del Maí'Z Es la tierra de la Centeacracia Los cien dios aproximados entre la siembra y la tapiz– ca constituyeron para nuestros viejos abuelos, el pe– ríodo mós importante de la vida anual. El Cronista Oviedo escribió al respecto: -"después que sembra– ban el mahíz hasta lo coger, vivían castamente, é no llegaban a sus mugeres é dormían apartados dellas . " Conocer la fecha precisa en que comenzaba la estación de las lluvias para sembrar el frágil Maíz, y

antes para socolar, rozar, limpiar y quemar, si hizo

pues, una necesidad vital e imperativa Y éste fue el motivo de que volvieran los ojos al cielo en busca de aquellas referencias naturales que permitieran seña– lar con precisión y certeza la llegada de dichas fechas Asi' el Hombre Amerícano, y sobre todo el Hombre

Meso",americano, "homo centeoculturensis", se hizo

astrónomo Un formidable astrónomo, creador de uno de los Calendarios más exactos que haya sido conce– bido por el genio humano En el Panteón nahua nica– ragüense hay un ángel llamado Tamacastoval, que significa "Sacerdote del Sol", y que nosotros, que so– mos los primeros en darlo a conocer, creemos identi– ficarlo con el planeta Mercurío, el veloz Hermes, Men– sajero de Zeus, según los griegos

Las Montañas, Volcanes apagados, Cerros y ele– vados monolitos fueron usados por nuestros indígenas como Observatorios naturales para estudiar el movi– miento aparente del Sol, la Luna y las Estrellas, y su ritmo cronométrico para fijar con exactitud científica el dio de la entrada de la estación de las lluvias, el Invierno, y que según sus cálculos se iniciaba en Nica– ragua, el 3 de mayo, celebrándose con grandes fiestas tos y sacrificios en honor a Quiateot, dios de la Lluvia (representado por una Cruz), Coapol, Xolotl, Centeotl (dios del Mai"'), "e honrámosle con sahumerios de tea

é resina, é si con este servicio no llueve, sacrificamos

indios é indias... Costumbre que todavía guarda el campesino en la tradicional fiesta de la Cruz, que se ce– lebra en toda Nicaragua, precisamente ese día, y que hasta hace poco tiempo se revestía de gran solemni– dad y alegría populares

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