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« Previous Page Table of Contents Next Page »nos en el resto de Estados Unidos, si conservábamos un himno propia
Las órdenes fraternales y las saciedades funera– rias de los negros formaron otro eslabán en el emer– gente estilo folklóríeo negro Nosotros, en Georgia, no estábamos tan imbuidos de estas sociedades como nuestros hermanos de Mississippi, por ejemplo, pero los desfiles de la "Gran Logia" eran siempre grandes asambleas públíeas donde nOS encontrábamos para recordar la historia de la roza y alentar a los jóvenes a que realizasen grandes cosos. los "desfiles" de lo logia eron, con mucho, la más colorida y festiva de nuestras ceremonias tribales Allí' podían verse coci– neras, mucamas y mayordomos marchando al lado de maestros, doctores y otros profesionales que llevaban estandartes donde se encontraba la imagen de sím– bolos secretos Los Masones resultaban particular– mente interesantes, daban mucha importancia a sus rectos delantales blancos y se hacía mucho ruido alre– dedor de "la piedra que los constructores rechazaron"
Existía, además, una magia contagiosa en 1110 ida al
Oriente" y en "doblar la esquina". Pero cuando el ritual terminaba, los miembros de la logia se entrega– ban a la tarea del momento estimular el orgullo de la raza y repartir becas entre los niños negros de ta– lento
Otro acto significativo tenía lugar con motivo del fin de curso en las escuelas elementales y secundarias Los que pronunciaban discursos de despedida desarro– llaban como tema principal el progreso de la raza Una vez más se recordaba la lista de los héroes negros El orador que inauguraba la nueva etapa procedía luego a exhortarnos a aprender con precisián y veloci– dad, para que también nosotros pudiéramos quitar el velo de la ignorancia a nuestro pueblo. Pero aun en– tonces se trataba de descubrir las minorías de talento Y, con la llegada del otoño, reinaba gran algazara en la comunidad cuando dos o tres de los egresados de la escuela se dirígían al col/ege, generalmente para reci–
bir instrucción "industrial y mecónica ll
Hoy me resulta doloroso recordar aquellos dios, pensar cuán cerca estábamos los negros sureños de convertirnos en un grupo cultural de primera impor– tancia Tantas eran las cosas que entre nosotros es– taban en marcha un tipo de culto que con el tiempo
nos daría un Dios negro, una herencia histórica que
nos transmitíamos como si fuera un Arca de la Alian– za entre el Todopoderoso y nosotros, aunque compar– tíamos el lenguaje común, hablábamos una jerga
propia y nuestras canalizaciones sociales satisfacían
las ambiciones que entonces teníamos Pero hubo una grieta fatal en los cimientos del estilo de vida que surgía entre nosotros nos habíamos reunido paro constituir una tribu por razones negativas en lugar de hacerlo por razones positivas, nos habíamos unido por la inquina del hombre blanco y no par costumbres y
tradiciones históricas como las que convirtieron a los pueblos del mundo en grupo culturales.
.. _ Vivíamos en nuestra isla, pero esa no era una
tierra que hubiéramos elegido nosotros; las grandes
resquebrajaduras que desgarraban a nuestra tribu eran el resultado directo de que gentes de distintos medios e intereses tuvieran que vivir juntos en barrios míseros
y en otras zonas desdeñadas por el homber blanco Como resultado, la comunidad negra era un lugar per– turbado
Había asesinatos y violencia Sin embargo, es– tos hechos en su mayoría eran perpetrados por negros, y otros negos eran sus víctimas A pesar de los es– fuerzos de las iglesias y las escuelas, había poca esta– bilidad en la vida hogareña de las masas negras Por supuesto, gran parte del derramamiento de sangre en– tre la gente de color era el resultado de la mera frus– tración y desesperación producidas por la condición del
negro norteamericano En parte, el hecho era senci–
llamente humano Después de todo, los blancos tambíén suelen desatar el infierno
En realidad, la violencia estaba siempre en el
aire Rara vez transcurría una semana sin que tuvié–
ramos noticia de algún negro golpeado o linchado por multitudes blancas (Entre 1899 y 1922, año en que yo naCÍ', fueron linchados aproximadamente cuatro
mil negros) Y teníamos incesantemente conciencio
de que nuestras vidas no nos pertenecían lo suficiente como para que pudiéramos conservarlas o protegerlas
Nuestra única esperanza era permanecer en nuestro
lugar
Ni siquiera eso daba siempre resultado Recuer– do a un muchacho negro que trabajaba conmigo como repartidor de un almacén. Hizo una entrega en una casa blanca y, cuando regresó al negocio, siete hom– bres blancos lo esperaban. La mujer blanca a la que había entregado las mercaderías se encontraba sola en casa, I ecibió las mercaderías por la puerta trasera
y, cuando se volviá( sintió un golpe en el trasero La mujer gritá y corrió hacia el teléfono, IIamá a su ma– rido y le dijo que el muchacho negro la había atrope– llado Solo la insistencia del propietario del comercio impidió que se atotara y hasta se linchara al mucha– cho Mientras se discutía el asunto, sonó el teléfono del comercio Era la mujer ultrajada Dijo que aca– baba de sentir el mismo golpe en el mismo lugar, y al buscar la causa descubrió que su hijo de cinco años de edad la había estado molestando con su cerbatana Si no hubiera sido por la gracia de Dios -entregába– mos los encargos por sorteo-, a mí me hubiera corres– pondido llevar ese pedido.
El terror y la injusticia superaron lo que podía– mos soportar, el uso del dinero de nuestros impuestos para sembrar y propagar la espuria teoría de la infe" rioridad del negro era más de lo que podíamos aguan– tar sin perder el respeto por nosotris mismos, la clara determinación de hacernos sirvientes antes que her– manos del blanco, convirtió a todo padre negro en un ente débil frente a su hijo, en un frágil junco ante los ojos de su ,mujer Estos -más que la segregación
per se-- sOn los defectos morales que hicieron del mundo negro un anatema, y a raíz de estos defectos morales abrazamos la integración, cambiando de ese modo la historia social de este país.
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