This is a SEO version of RC_1967_06_N81. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »queda lo que habéis conseguido con la virtud y las buenas acciones. Así pasan las horas, los díos, los meses y los años, y el tiempo pasado no vuelve jamás, y po puede saberse lo que vendrá después. Cada uno debe estar contento con el tiempo que se le ha dado
para vivir
Para que un actor agrade, no es necesario que re–
presente toda una pieza, bastando con que se le opruebe en algún acto en que aparezca; de igual mo–
do, no es preciso que el sabio permanezca en escena
hasta que caiga el telón Porque el breve tiempo de la vida es bastante largo para vivir bien y honesta– mente Pero si habéis avanzado más lejos, no hay que apesadumbrarse más que se apesadumbran los agricultores cuarido, habiendo pasado la suavidad del tiempo primaveral, han llegado el estío y el otoño
La primavera, en efecto, viene a ser como la juventud,
y enseña los frutos futuros, las otras estaciones están destinadas a cosecharlos y recogerlos.
Pues el fruto de la vejez es, como frecuentemen– te he dicho, el recuerdo y disfrute de los bienes adqui– ridos antes, y todo lo que ociJrre con arreglo a la naturaleza, ha de ser tenido como pienes Y, ¿qué hay tan conforme a la naturaleza como morir para los
viejos? Lo mismo acontece a los jóvenes, pero sien–
do contraria y opuesta la naturaleza Así los jóvenes me parece que mueren tal como cuando la fuerza de la llama es oprimida por una gran Cantidad de agua, y los viejos como un fuego consumido se extingue es–
pontáneamente sin que ninguno fuerza intervenga Y
lo mismo que los frutos se desprenden con trabajo de los árboles cuando están crudos, cayendo ellos mis–
mos maduros y sazonados, así la violencia arranca la
vida a los jóvenes, la madurez se la quita a los an– cianos Madurez que verdoderamente me es tan aggrodable, que me parece, cuanto más me acerco a la muerte, como si viese la tierra y haber de llegar por fin al puerto tras una larga navegación
El término de todas las edades está marcado; pe–
JO no hay ningúp término marcado para la vejez Se vive en ella mientras se puedan llenar exactamente los deberes, y, sin embargo, despreciar la muerte De donde procede que la vejez es inCluso más animo– sa y más furte que la juventud Esto es lo que res– pondió Solón al tirano Pisístrato, cuando dicen que aquél contestó a éste, que preguntaba en qué espe– ranza se fundaba para resistí rsele con tanta aiJdacia "En la vejez" El mejor fin de la vida es cuando la naturaleza, la que ha formado, deshace ella misma su obra, conservando la plenitud de la inteligencia y de los demás sentidos. Así como el mismo que ha cons– truido un navío o un edificio lo destruye con más faci– lidad, de igual modo la misma naturaleza que ha con– glutinado al hombre lo deshace sin trabajo Pero toda conglutinación reciente se separa con dificultad, mientras que la vieja, fácilmente De esto resulta que ese breve resto de vida no debe ser ávidamente deseado por los viejos, ni abandonado sin motivo Pitágoras prohibe desertar de la guarnicián y del puerto de la vida sin la orden del puerto de la vida sin la orden del general, es decir, de Dios Y hay un epitafio del sabio Solón, en el que dice que no quiere que su muerte esté privada del dolor y de los lamen-
tos de los amigos Indudablemente quería ser caro a los suyos Pero no sé 51 Enio no anduvo más acer– tado diciendo: "Nadie me honre con lágrimas ni me haga funerales con llanto".
No cree que deba ser deplorada una muerte a la que ha de segiJir la inmortalidad. Verdaderamente, puede haber algún sentimiento de morir, pero esto por breve tiempa, sobre todo en el viejo, después de la muerte, el sentimiento es apetecible o nulo Pero lo que se debe meditar por la juventud es que hay que despreciar la muerte, sin ciJya reflexión nadie puede tener tranquilo el ánimo Porque, ciertamente, hay que morir, y es incierto si en el mismo día Por lo tanto, quien teme a la muerte, que todas horas ame– naza, ¿podrá tener el espíritu en sosiego?
Verdaderamente, me parece que la saciedad de todos los deseos produce' la saciedad de la vida. Hay deseos propios de la infancia ¿apetecen acaso los jóvenes esas cosas? Los hay de jiJventud ¿los busca ya la edad viril, que se llama media? Los hay tam– bién de esta edad ellos no son tampoco-solicitados por la vejez Hay ciertas últimas aficiones propias de la ancianidad, las cuales desaparecen lo mismo que las de las edades anteriores Cuando esto llega, la saciedad de la vida trae el tiempo en sazón para la
muerte
No veo, en verdad, por qué no me he de atrever a deciros lo que pienso acerca de la miJerte, lo cual me parece discernir tanto mejor cuanto a menos dis– tancia estoy de élla Creo que varones Clarísimos y muy amigos míos, viven, <¡ la solo vida en verdad que merece tal nombre. Porque mientras permanecemos encerrados en estas ligaduras del cuerpo, no hocemos sino cumplir un deber penoso y iJna especie de carga que impone la necesidad En efecto, el alma, de ori– gen celestial, ha sido precipitada de su altísimo asien–
to y como sumida en la tierra, lugar contrario a su
naturaleza divino y eterna Pero creo que los dioses inmortales han dispersado las almas en los cuerpos humanos para que hubiera quienes protegiesen la tie– rra, y, contemplando el orden de las cosas celestes, lo imitasen por lo regularidad y firmeza de la vida Y no sólo el raciocinio y la discusión me han impelido a creer esto, sino también el renombre y autoridad de eminentes filósofos
Yo sabía que Pitágoras y los pitagóricos, nues–
tros casi compatriotas, que en otro tiempo fueron
llamados filósofos itálicos, jamás dudaron que tuvié– semos almas emanadas de la inteligencia divina, uni– versal Además, recordaba las opiniones que Sócrd– tes, el que fue diputado por el oráciJlo de Apolo como el más sabio de todos, había expuesto, el último día de su vida, acerca de la inmortalidad del alma ¿A qué más? Así me he persuadido, así, creo que, pues– to que Id actividad del alma es tan intensa, tan grande la memoria de las cosas pretéritas y la previsión de las futuras, y hay tantas artes que suponen una cien–
cia considerable, tantas invenciones, Ja naturaleza que
contiene esas cosas no puede ser mortal, y como el
alma está agitándose siempre, y no tiene un principio de movimiento, porque se mueve ella misma, no debe tener tampoco fin de movimiento, porque nunca se ha de abandonar ella misma, y como el alma es simple
41
This is a SEO version of RC_1967_06_N81. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »