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quizá gala más de ellos

l

pero la vejez

l

que les mira

desde más lejos, goza también, y ese goce le basta Y, i cuá[1to no valdrá para vosotros la dicha de, habiendo pagado, por decirlo así, vuestro tributo al amor, a la ambición, a las rivalidades, ~ todas las pa–

siones en una palabra, encontraros, al fin, en vosotros

l y vivir l como se dice en vosotros mismos! Si se tiene

además alguna ciencia, algún objeto de estudio, que sirva como de alimento al espíritu, nada habrá más grato que una vej.9z retirada A C Galo, le vimos casi morir estudiando la medida del cielo y de la tierra

i Cuántas veces lo sorprendió el día continuando obser– vaciones que había comenzado durante la noche, y la noche prosiguiendo la que había empezado de maña–

na! j Cuánto se complacía en predecirnos, mucho

tiempo antes de que tuviesen lugar, los eclipses de sol y de luna!

Y, ¿qué diremos de estudios menos profundos,

pero ingeniosos l sin embargo? ¡Cuánto se deleitaba

Nevio con su Guerra púnica! i C,-\ánto Plauto con su Truculento y su Pseudo/al Todos esos viejos, los he– mos visto llenos de ardor por Sus estudios Pues ese M Cetego, a quien Enio llama tan acertadamente el genio de la Persuasión, i con qué fuego lo vimos ejerci–

tarse, hasta en su vejez, en el arte de la elocuncia!

¿Qué placeres de le mesa, del ¡U8¡l0 o del amor pueden compararse a teles placeres? Esos son verdadera– mente los goces del estudio, las cuales crecen pera los hombres prudentes y bien instruídos al mismo tiempo que la edad, por eso es muy hermoso aquel pensamien– to que Salón expresa en cierto verso, que yo he recor– dódo, diciendo que envejece aprendiendo algo cada

dÍ'a Ningún placer puede ser! ciertamente

l

mayor

que éste

Vengamos ahora a los pleceres de la agricultura, de los cuales yo gusto en gran manera no hay vejez que impida dedicarse a ellos, y 111e parece que son los más propios de ló vida del sabio Hocen, en efecto, rolación a la líerrói que nunca se muestrd rebelde, y nunCa devuelve sin usara lo que ha recibido, elgunas veces con provecho, escaso, pero lo más frecuentemen– te con gran beneficio, Sin embargo, no son solamente los frutos lo que me agróda, si"o r:nós bien la fuerza y la naturaleza de la misma tierro, una vez que ho re– cibido la simiente esporcido en su sena mullido y tró– bajado, la conserva 01 principio escondida por obra del rostrillo, después, entibiada por la presián y la hu– medad, la entreabre y hace salir de ella una verde hierbecilla, que, sustentándose con las fibras de la

raíz

t

crece poco a poco y forma un tallo nudoso, mien–

tras

l

como desarrollándose, sigue el germen enéerrado

en su vaina, saliendo al fin de le cual, presenta el fru– to de la espiga, de una estructura regular, y se pro– tege con un cerco de puntas contra las picaduras de los pajarillos

¿Y qué diré de la plantacián, el nacimiento y el desarrollo de la vid? Nunca me veo harto de esa ma– ravilla, para que conozcáis el sosiego y las delicias de mi vejez Nada digo de la fuerza de todo lo que nace de la tierra, que del menudo grano del higo o de la pepita, de lo uva o dé las simientes pequeñísimas de otros frutos de le tierra y de raíces, hace salir tron– cos y ramas enormes Las acodos, los planzones, los

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sarmientos, las raíces vivaces, los mugrones, ¿no pro– ducen el efecto de excitar nuestra admiración? Pues

la vid, que es débil pOI naturaleza y se arrastra por el

suelo si no se Ja sostiene, abraza, pma elevarse, con

sus latiguillos, como si fuesen manos

l

todo lo que halla

(11 paso, así, va serpenteando y lanzándose en todas

direcciones, por io cuai el hierro del agricultor tiene

que repl ¡mirlo l cortando los sarmientos que, propa– gándos:;;! con exceso

l

llegarían a formar un matorral

estéril

Luego, al venir la primaveral sale en las cepas que se han dejado, como en las articulaciones de los sarmientos, lo que se llama la yema, 8n la cual se muestra la naciente uva, la que, creciendo con el jugo

de la tierra y el calor del sol, es, al principio, agria al

gusto, después, rnadwo, .se endulza, y, cubierta de pámpanos, no carere de un calor moderado y aparta

los ardores excesivos del sol ¿Qué cosa puede haber de fruto más rico y de aspecto más bello? Como he

dicho, no sólo me encanta la utilidad de la vid l sino

también su cultivo y su naturaleza misma, así, gusto

de alinear las filas de estacas, de atar las cepas, suje–

tarlas, dirigir su propagación, cortar, como he dicho, ciartas sarmientos, dejando a otros multiplicarse libre– mente ¿Qué diré de los riesgos? Y, ¿qué de las

lapores dei campo y de los Pinadas por los que la tierra

se hace mucho más fecunda?

Podría añadir muchos otros atractivos de las co– sas del campo, pero creo que lo mismo que he dicho es ya sobrado exténso Mds habéis de perdonarme, pues he sido arrastrado per mi afición a las co,as del

campal Y la vejez es muy locuaz por naturaleza, pOI a

que no parezca que la eximo de todo defecto Pues Manio Curio, después que hubo triunfado de los sam– nitas, de los sabinos, de Pi, ro, pasó los últimos años

de su existencia en esta vida l y en vcerdad qU'3, al

contemplO! su casa de campo (pues no está muy le– jana de la mía), lio puedo admiror bostanté, ya el desinterés de aquel hombre, ya la disciplina de su tiempo Habiendo los samnitas ilevadó a CL¡rio, que estoba sentodo en su hogar, uha gran cantidad de oro, fueron rechazadós por él Y dijo, el efecto, que le pareda ser para él más glorioso que tener oro mandar

a les qU'9 16 tenían

"¿P6dr;Fa un almó grande no hacer agradable la vejez? Pero vuelvo a los agricultol"es, para no apar–

tarme de mÍ' mismo Entonces, los senadores, es de~

cir

l

los ancianos, vivían en el campo L Quinctio Cincinato estaba labrando cuando se le anunció que

había sido nombrado dictador, por su orden, e, Servi– Iio Ahala, maestre de la caballería, mató, habiéndolo sorprendido, a Sp Melio, que aspiraba a la realeza Y CUI io y todos los demás ancianos eran mandados des– de su casa de cnmpo al senado, de donde los que iban

a buscarl2s recibieron el nombre de viajeros ¿Fué, pues, miselable la vejez de éstos

l

que se deleitaban en el cultivo de la tierra? A mi entender

l

no

l

en

verdad, si puede alguna ser más dichosa, y no sola– mente por el deber que cumple, ya que el cultivo del campo es beneficioso para touo el género humana, si– no también porlll placer que he dicho, y por la afluen– cia y abundando de todas las cosas que se refieren al sustento de los hombres, así como al culto de las dio-

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