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será de alma Tengo entre manos el libro séptimo de

los Orígenes, recojo todos los monumentos de la anti–

güedad, redacto ahOla mejor que nunca los discursos de las causas ilustres, todas las que he defendido,

tloto el derecho augural, pontificio, civil, frecuento

también mucho las letras griegas¡ y, a la manera de

los pitagóricos, con objeto de ejercitar la memoria, re–

cuerdo por la tOl de lo que haya dicho, oído, hecho

cada día Estos son los ejercicios de mi espíritu, ésta

la carrel a de mi inteligencia, sudando y trabajando

en estas cosas¡ no echo mucho de menos las fuerzas

del cuerpo Estoy con los amigos, vengo asiduo al senado, y llevo por mi parte cosas pensadas mucho y largamente, y las defiendo con las fuerzas del alma, no del cuerpo Aunque no pudiese realizar estas co–

sas, también mi mesa de trabajo me encantaría, pen–

sando en esas mismas que no podría ya hacer, pero

la vida pasada hace que pueda Efectivamente, para

el que vive en estos estudios y trabajos, no se aper–

cibe cuándo se desliza la vejez De este modo, ia

edad envejece poco a poco insensiblemente, y no se

rompe de pronto, sino que se extingue por la dura–

ción

PRIVA DE LOS PLACERES

El tercer reproche de la vejez es el siguiente que dicen que ella está privada de placeres iOh re–

qalo precioso de la edad, si verdaderamente nos arr~­

bata lo que es más vicioso en la juventud! Oíd, en

efecto

l

jóven3s óptimos, un antiguo discurso de Arqui– tos Tarentino Decía IfNinguna peste más capital

ha sido dada a los hombres par la naturaleza que la voluptuosidad del cuerpo, las ávidas pasienes de la cual voluptuosidad san íncitadas teméraria y desen– fl enadamente a poseer

l/De aquí nócen !os traiciones a la pdtria

l

da aquí'

la ruina de las Casas públicas, de aquí los coloquios

clandestinos con los enemigos

l

finalmotlte, no hay nin~

gún crimen, ninguna mala acción a intentar la cual

na impela la pasión de la voluptuosidad, pues las se– ducciones y adulterios y todos los desórdenes seme– jantes na son excitados par ningún otro atl activo que el de la voluptuosídad Y na habiendo dado al ham–

bre

l

ora la naturaleza

l

ora algún dios, nada superior

a la inteligencia, nada hay tan énemigo de este regala

y don divino como la voluptuosidad

"Porque ni hay lugar para la templanza, domi–

nando la pasión, ni la vil tud puede tener consistencia

completamente en el reino de la voluptuosidad Para

que esto pudiera comprenderse mejor, mandaba ima–

ginar algún ánimo excitado por una voluptuosidad del

cuerpo tan grande como la mCJyor que pudiera perci–

birse Creía que no había de ser dudoso para nadie que aquél no padl ía, durante toda el tiempo que así'

se recrease, hacer nada con la inteligencia, conseguir

nada con la razón, nada con el pensamiento Por

consiguiente, nada hay tan detestable y tan pestífero cama la voluptuosidad, puesto que ella, siendo muy grande y muy lar¡¡a, extingue toda la luz del alma" ¿A qué esto? Para que comprengáis que, si no podemos despreciar la voluptuosidad pór la razán y la sabiduría, debe tenerse un gran agradecimíento a

la vejez, que ha hecho que lo que no conviniera no agradase Porque la voluptuosidad impide el conse–

jo, es enemiga de la razón

l

y, para decirlo así

l

des–

lumbra los ajos de la mente, y no tiene comercia alguno con la virtud Yo hice o pesar mío arrojar del Senado a Lucio Flaminino, hermano de Tito Flamini–

nO

I

hombre muy valeroso, siete años después que ha–

bía sida cónsul, pera creí, que,su libertinaje debía ser

censurado Aquél

l

en efecto,' siendo cónsul, accedió

ror las instancias de una cortesano¡ en un festín, en

Galio, a herir con el hacha a alguno de los que esta– ban en cadenas condenados por causa capital El

quedó impune siendo censor Tito

l

su hermno

l

que ha~

bia sido el inmediato antes que yo, pero una compla– cencia tan culpable y tan vergonzoso, que unía el des– doro del poder al oprobio privada, né) pudo en manera alguna ser aprobado par mí' y por Flpco

Pero, ¿por qué hablar tanto de ésta? Parque el que la vejez na apetezca voluptuosidad alguna viva–

mente, no sólo no es digno de censura, sino que me~

rece toda clase de alabanzas, -Se argüirá que se ve privada de los placeres que proporcionan las festi– nes, los grandes banquetes, las frecuentes libacio– nes- Pero también está libre de Id embriaguez, de las digestiones difíciles y de los insomnios Sin em– barga, si hay que conceder algo a la voluptuosidad, ya que con dificuitad se resiste a sus atractivas, y Platón 1(1 liorna acertadamente el cebo del mal, parque los hombres se dejan prend~r par ella caJ]1a los peces par

el anzuelo

l

los viejos, auhque no se entreguen a orgías

desenfrenadas, pueden, sin embargo, gustar el placer

de modestas refacciones i Cuántas veces

l

en mi ni~

ñez

l

v¡" volver de cenar a Duilio

l

hijo de Marco, el pri– mero que venció por mar a los cartagineses!1 aquel

anciano gustaba de hacerse preceder por numerosas

antorchas y flautistas, casa que hasta entonces nin– gún particular se había permitido, yola cual le auto–

rizabó su inmensó glorió

Se dirá también que los placeres nó tienen el mismo incentivo pdra los viejos --Es verdad, pero 1ambié" son mucho rnenos vivas las deseos Ahora bien, donde no hay deseo, puede ser lo privación

pendsd Sófocles respondió muy discretamente, cuan–

do ya ero de edad ávanzada, a un hambre que le pre– guntaba si se entregaba todavía a los pldéeres del' amor, diciéndole "i P, esérvenme de ello las dioses! Me tansidera feliz de haber escapado de ese dueño

~olvaje y furioso" Desde luego, para los que se

sienten ávidos de tales placeres, su privación tiene algo

de penosa y aborrecible, pero para las que han gozada plenamente de ellos y se han hartado, la privación es rreferible al goce, suponiendo que se pueda verdade– ramente estar privado de lo que no se desea Yo afirmo que la falta de deseo es mejor que el goce Es cierta que en la mocedad se disfruta más in–

tensamente de esa clase de placeres; perol como he

dicho, su disfrute vale bien poca, y, además, la vejez si no g070 de ellas plenamente, tampoco se ve privada en absoluto Cuando Ambivio Turpión está en esce– na, es indudable que el espectador sentado en prime– ra fila gaza mejor del actor, sin embargo, el que está en la última, también puede gozar Lo mismo pasa can la juventud, viendo los placeres más de cerca,

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