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« Previous Page Table of Contents Next Page »quienes dijeran que el piloto nada hace navegando, puesto que linos trepan a los mástiles
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otros corren por los puentes, otros varían la sentina, pero él te– niendo la caño está sentado quieto en la popa No hoce las cosas que los jóvenes, pero en verdad hace cosas mucho mayores y mejores Las cosas grandes se llevan a cabo, no por la fuerza o la rapidez o la agilidad del cuerpo, sino por el consejo, la autoridad, el dictamen, co'as de que la vejez suele, no sólo no
estar privada, sino también estar mejor p'rovista
Entre los lacedemonios, aquellos precisamente que desempeñan la más amplia magistratura son lla– mados también ancianos, como lo son Que si que– réis leer u oir las cosas extranjeras, hallaréis las más grandes repúblicas quebrantadas por póvenes, sus– tentadas y restituidas por viejos "¡ Decid! ¿Cómo habéis perdido tan pronto vuestra república tan gran– de?" Porque así se pregunta, como está en el juego de Nevio Y otras cosas se responden, y éstas entre las primeras "Acudían oradores nuevos, necios, jo– venzuelos" O sea, que lo temeridad es propio de la edad florida, la prudencia, de la que envejece
Pero la memoria disminuye -Lo creo, si no la ejercitas, o si eres muy tardo por naturaleza TemÍ's– tocles habia aprendido Jos nombres de todos los ciu– dadanos, ¿pensáis
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pues, acaso, que, cuando hubo avanzado en edad, solio llamar Lisimaco al que era
Arístides? Yo mismo conozco, no sólo a los que exis~
ten, sino también a los padres y abuelos de ellos Y no temo, leyendo los sepulcros, que pierda la memo– ria, corno dicen, pues vuelvo a la memoria de los muertos leyendo los mismos Y en verdad no he oído que ningún viejo haya olvidado en qué lugar había escondido un tesara Recuerdan todo aquello de que se cuidan los días señalados para comparecer en juicio, quienes les deben, a quiénes ellos mismos ¿Y los jurisconsultos? ¿Y los pontífices? ¿Y los augures? ¿Y los filósofos ancianos? ¡Cuántas cosas recuerdan! La inteligencia permanece en los viejos, supuesto que permanezcan el estudio y la apli– cación, y esto no sólo en los varones cloros y honrados, sino también en la vida privada y quieta Sófocles hizo tragedias hasta la suma vejez Pareciendo que descuidaba las cosas familiares por aquel estudio, fue citado en justicia por los hijos, para que, del mismo modo que suele en nuestl a costumbre privarse de la disposición de los bienes a los padres que manejan mal la hacienda, así los jueces le separasen, como falto de sentido, de la hacienda familiar Entonces el an– ciano se dice que recitó a 105 jueces aquella fábula que tenía entre manos y había escrito hacía poco,
[dipo Colanea, y pi eguntó si aquel poema parecía de un hombre falto de sentido Recitado el cual, fue
absuelto por sentencia de los jueces
¿Acaso, pues, la vejez obligó o éste, a Homero, o Hesíodo,
Q Simónides, a 5tesícoro, o Isócrates, a Gorgias, que antes he nombrado, o los príncipe;s de los filósofos, a Pitógoros, o Demócrito, a Platón a Je~
nócrates, después a Zenón, o Cleon10, o a aquel Dió~
qenes el Estoico·, que vosotros tambi4n habéis visto en Roma, a quedarse mudos en sus estudios? ¿O en ellos la ogitación de los estudios fue igual a lo vida? Ahora, para que omitamos estos divinos estu-
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dios, puedo nombrar agricultores romonos del pais so– bino, vecinos míos y amigos, aus$ntes los cuales, casi nunca se hacen en el campo obras algunas mayores,
ni paro sembrar los frutos, ni poro cosecharlos, ni para almacenarlos Cosa, sin embargo, menos de admi– rar en ellos, pues nadie es tan viejo que no piense que puede vivir un año, pero los mismos trabajan en aque– llos que saben que en modo alguno les interesan "Siembra árboles que aprovecharán a otro siglo", co– mo dice nuestro Stacio en los Sinefebos
Y, en verdad, el agricultor na dudará aunque viejo, en responder al que pregunte paro quién siem–
bra IIPara los dioses inmortales, que han querido que yo na sólo recibiese estas cosas de los ascendien– tes, sino que también las transmitiese a los descen– dientes"
Mejor habla Cecilia del viejo previsor para otro siglo que él mismo al decir esto "Por Pólux, vejez, aunque ninguna otro cosa d~ mal traigas contigo cuando llegas, éste solo es bastante que, vivienda mllcho tiempo, ve el viejo muchos cosos que no quie–
r~" i Y quizá muchos que quiere!, y con frecuencia también la juventud incurre en aquellas que no quie– re En verdad, el mismo Cecilia dice más errónea– mente aquello "Por otra parte yo creo lo mós misero en la vejez esto sentir que se es odioso a otro en esa edad"
Placentero más bien que odioso Pues así como los viejos prudentes se deleitan con los jóvenes dota– dos de buena índole, y la vejez de los que son reve– renciados y amados por la juverltud se hace más lige– ra, así
l los jóvenes se regocijan con los preceptos de los viejos, por los cuales son conducidos a la próctica de las virtudes Y creo que yo no soy menos grato a vosotros que vosotros a mí Veis, pues, que la vejez no sólo no es lánguida e inerte, sino que es también loborio,a ,Y siempre obrando y preparando algo; tal desde luego cual fue la ocupación de cada uno en la vida pasada ¿Qué más, que aprenden todavía algo? Como vemos a Salón gloriándose en sus versos, el cual dice que se ha hecho viejo aprendiendo algo cada día, como he hecho yo, que, viejo, he aprendido las letras griegas, las cuales en verdad he devorado tan ávida– mente como si quisiera apagqr una prolongada sed, para que estas mismas cosas de las cuales veis que yo me sirvo ahora como de ejemplos me fuesen conoci– das Habiendo oído que Sócrates hizo esto con la lira, lo hubiera querido yo también (pues los antiguos aprendian la lira), pero ciertamente he laborado en las létras
¿HACE EL CUERPO MAS DEBIL?
Ni ahora, en verdad, deseo los fuerzas del joven (porque ésta era la segundo cuestión acerca de los inconvenientes de la vejez) mós que, de joven, desea– ba las de un toro o un elefante ,Conviene usar de lo que hay, y, cualquiera cosa que hagas, hacerla seg¿n las fuerzas Porque, ¿qué frase 'puede ser tan des– pre,ciable ,como la de Milón Crotoniata, que, siendo ya VieJO, y Viendo a Jos atletas ejercitándose en la carre– ra, se dice que miró sus brazas y, llorando dijo l/pero éstos ya están mLiertos" No, en verdad, tan– to ellos como tú mismo, hombre fútil Pues nunca te hiciste célebre por ti, sino por tus costodos '1 'broz,<;>s
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