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, FILOSOFIA

LA VEJEZ EN

LOS

CLASICOS

En verdad, la confección de este libro fue para mí tan agradable que no sólo ha disipado todas las molestias de la vejez, sino que me ha hecho la vejez incluso dulce y placentera Asi, pues, nunca podró ser bastante dignamente alabada la filosofía, el que se sujeta a la cual puede pasar sin molestia todo el tiem– po de su vida

Todo edad es pesada paro aquellos en quienes

no hay ningún recurso en sí mismo para vivir bien y

felizmente, nada, por el contrario, de lo que la nece– sidad de la naturaleza acarrea puede parecer un mal a quienes sacan todos los bienes de sí mismos Gé– nero en el cual la vejez está entre los primeros, la cual

todos desean alcanzar, y, alcanzada, la acusan

i tanta es la inconstancia y la perversidad de la estul– ticia! Dicen que se desliza más rápidamente que ha– bían creído En primer lugar, ¿quién los ha obligado a pensar una cosa falsa? ¿Pues qué? ¿La vejez se desliza después de la juventud más rápidamente que la juventud después de la infancia? Después, ¿sería acaso la vejez menos pesada paro ellos si llegasen al año ochocientos que al ochenta? Porque la edad

pretérita, aunque largo

l

cuando hubiera transcurrido,

con ningún consuelo podría endulzar una vejez insen– sata

Pero la causa de todas las quejas de esta clase eslá en las costumbres, no en la edad Efectivamen– te, los viejos moderados y no descontentadizos ni hu–

raños, pason una vejez tolerable, pero la impertinen–

cia y el mal humor causan molestias en lodo edad Mas quizá alguno dirá que la vejez parece más tolerable a causa del crédito y riquezas y de rango, pero que esto no puede ocurrir a muchos

Algo hay de eso, en verdad, pero no está todo

en esto, como se dice que Temístocles respondió a

cierto serifio, en una disputa, habiendo dicho éste que aquél había conseguido la nombradía no por su gloria, sino por lo de la patria "Por Hércules -dijo-, ni

yo, si fuese serifio, sería notable, ni tú, si fueses ate-

niense, hubieras sido nunca i1ustre lJ Lo cual puede

decirse del mismo modo de la vejez Efectivqmente,

ni la vejez en una gran pobreza puede ser ligero, in–

cluso pOlO el sabio, ni no pesada para el necio, aun en

la mayor abundancia

Las armas de la vejez más adecuadas entre todas son las letras y la práctica de lo virtud, las cuales, cultivadas en lodo edad, cuando hubieres vivido mu–

d\9 y por largos años producen frutos maravillosos, no sólo porque nunca faltan, ni siquiera en el último tiempo de la edad (aunque esto es mucho), sino tam– bién porque la conciencia de una vida bien-empleada y eJ recuerdo de muchos cosas bien hechas es muy placentero

La vejez de una vida pasada quieta, pura y dig– namente es también plácida y dulce, como sabemos lo de Platón, que murió escribiendo a los ochenta

años, cerno la de Isócrates, que dice haber escrito ese

lib, o que se intitulo Panatenaico a los noventa y cua–

tro afios¡ y vivió después un quinquenio, cuyo maestro,

Gorgias de Leoncio, cumplió ciento siete años, y no

cesó nunca en su esludio y obras, el cual, hobiéndosele

preguntado por qué quería esiar tanto tiempo en vida,

"Nado tengo -dijo- que acusar a la vejez, hermo–

sa respuesta, y digna de un hombre docto ll

Ahora bien, cuando contemplo con el pensamien– to, encuentro cuatro causas por las que la vejez pa– rece miserable LIno, que aparta de la gestión de los negocios, otra, que hoce el cuerpo más débil, la ter– cera, que privo de casi todos los placeres, lo cuarta, que se halla a distancia no lejana de lo muetre. Vea–

mos, si os place, cuán grande y justa sea cada una de estas causas

¿APARTA LA VEJEZ DE LA GESTlON

DE LOS r~EGOCIOS?

-¿De cuáles? ¿De aquellos que se gestionan con la juventud y las fuerzas? ¿No hay, por consiguiente,

negocios ninguno adecuados para los viejos, los cua–

les, aun con los cuerpos débiles¡ se administren, sin

embargo, con el espíritu?

Nada aducen los que niegan que la vejez se ocu– pe en la gestión de los negocios, y son semejantes a 35

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