Page 86 - RC_1967_05_N80

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logrtldo la rebaja de algunos miles", prlncipalmenie aho–

ra que nadie gana nadtl y que estamos á pura pérdi– da; lo malo es, agregaban riéndose, que si estos nego .. cios continúan nos anuinaremos por completo". "Por lo que jugamos al ganapierde," decía otro. De esa manera se entretenían los plagiados granadinos; su buen humor, la chispa andaluza que todos tienen, les propor– donaba un consuelo en la adversidad.

CONDENANDOSE ASIMISMO

El redactor del uDiarito", salió muy bien, mejor de lo que pudo imaginarse. El Presidente le recibió con mucha afabilidad, como antiguos y buenos amigos, re.. probó el procedimiento del Jefe Político, mandó que le devolvieran 105 cien pesos que le habían quitado y pa–

ra ponerle á cubierto de futuras tropelías, dió orden á

su secretario de escribir al Comandanfe de Granada, re– comendándole al redactor del UDiarito", y de escribir ai Jefe Político, censurándole su modo de proceder, con to– dos en general y con el redactor del "Diarito" en parti– cular, á quien los liberales tenían motivos especiales para guardarle consideraciones. El secretario diio al redactor del "Diorito", que si quería, hiciera él mismo esa comunicación. No!>e hizo éste rogar; redactó la car– ta en términos suaves, pero terrible en el fondo, censu– rando el procedimiento del Jefe Político como contrario al ideal democrático que perseguía la "gloriosa" y co– mo nocivo al Gobierno, porque le enagenaba las sim– patías de los pueblos, en vez de procurar granieárselas atenuando en lo que fuera posible las medidas violen– tas que por las circunstancias se dictaban. El Presiden– te firmó la carta y apertoria la entregó el secretario al

redactor del "Diarito". Este 11\0$tró ti rnucho$ de $Us

amigos, de manera que en Managua y Granada se

hizo público su contenido y debe haber llegado ItI noti–

cia al Jefe Político ahtes de recibir la carta. Los que

fa teían, decían: ~~iEste hombre está caído!" Los que te– nían noticia de ella, suplicaban que se la mostrasen y, al leerla, exclamaban: "¡Este hombre debe renunciar!" El Comandante de Granada, á quien se Jo mostró el re– dactor del Distrito, saltó al leerla y, un poco nervioso, exclamó: "¡Si yo recibiera una carta semejante, en el

acto pondría mi renuncia de una manera irrevocable!" El redactor del lIDiarito" se explicó aquel salto como efecto natural de un pinchazo repentino en las posade–

ras Lo que se decía al Jefe Político era aplicable al

Comandante también y en general, á todos los empica– dos; era una pedrada con que se mataban muchos pá¡a– ros. Si aquella carta se hubiera podido publicar y co– mentar, habría hecho Un efecto terrible, obligando á renunciar, por lo menos; á los empleados que tuvieran alguna dignidad El Presidente por supuesto, no supo lo que firmó. Si lo hubiera sabido, es claro que nQ lo firma, aunque tuvieron seguridad de que sólo iba á

ser leída por el empleado á quien la dirigía, porque eso mismo que reprobaba como anfi;..democ:rático, era pre– cisamente lo que él hacía y equivalía á condenarse él

mismo, Por este estilo es la generalidad de los man– dones de estas repúblicas. Firman cartas, mensajes, manifiestos, proclamas y decretos, sin darse cuenta, in– conscientemente. Sus mentores se encCirgaron de pensar

por ellos, contentándose con poner su firma y tener tiem.. po para gozar y enriquecerse.

espíritu monárquico no ha desaparecido. Bajo el barniz del ciudadano está el colono español, el súbdito ante su soberano. A este respecto, la independencia no ha hecho más que un cambio de nombres. El monarca se

llama Presidente y el súbdito se denomina ciudadano; pero siempre hay en ellos la relución natural que entre el amo y el siervo. La diferencia es que el amo antiguo estaba á má!i de mil leguas de distancia y era una per~

sona educado para el Gobierno, y el amo de ahora está

á nuestro lado, pocas veces es persona educada y gene– redmente es un sargentón ignorante que sube por asalto

y se. c.onserva en el puesto haciendo barrabasadas hasta

que los pueblos se cansan de sufrir, sacuden el yugo y respiran algunos días, mientras les colocan otro más pesado, tal velo De allí esa larga serie de tiranías y des..

gobiernos que ha hecho que muchos ciudadanos renie.. guen de la independencia y echen de menos los tiempos de "su amo el rey".

Pero el efecto maravilloso de que hablé, se circuns– cribió al Jefe Político solamente. No era la carta una medida general para regularizar el Gobierno; la casua–

lidad la produjo y su resultado fué aislado, Los otros empleados de Granada, y los demás de la República,

continuaron como antes, cometiendo las arbitrariedades que eran la norma de conducta del Gobierno emanado de Ja "gloriosa". En Granada se empeoró la situación. Aunque el Jefe Político puso su renuncia, no se la admi– tieron por el momento, sino que le dieron licencia inde– finida para separarse de su empleo, dejando éste ane– xado á la Comandancia. De manera que el Comandan..

DE TAL AMO TAL CRIADO

El efecto maravilloso de In cnrta del Presidente era daro y él demuestra que los empleados son lo que es el Jefe del Gobierno. Si él es bueno y respetuoso á

las leyes, eHos lo 56n también. No necesitan órdenes especiales; instintivamente se amoldan al Jefe, adivinan su voluntad y frafan de complacerle pata merecer sus favores y, por lo menos, conservar sus empleos. Se ve– rifica exactamente aquello de que de tal amo, tal cria– do. Por' eso, siempre he creído que en estos países el mal viene de arriba, es decir, viene del gobernante. El

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CORRUPCION; VEJAMENES, DINERO Y SANGRE

lA

carta del Presiclente hizo en el Jefe Politico el

efecto que era de esperarse; calmó la fiebre del "calan– draquisrno"¡ que le devoraba y le obligó á poner su re– nuncia. Desde luego se observ6 en él más moderación, se le oyó censurar á los otros empleados y decir que él

les aconseíaba manífestándoles que no se debía abu– sar del puesto, que no convenía echarse enemigos y

que se debía aprovechar la posición que se tenía para reconciliarse con el redactor del "Diorito", llegó á visi– tarle, le dió satisfacción por los desahogos que tuvo con

él atribuyendo lo ocurrido á un momento de cólera, se desdijo de que por

u su cuenta" se le hubieran exigi– do 500 pesos de la lista, aseguró que eso había sido obra del Comandante y de los iglesieros que le rodea– ban y concluyó abrazándole y renovándole sus protestas de amistad. El redactor del "Diorita" no conservaba ren– cor, se dió por satisfecho y echó Ul1 velo sobre lo pasa–

clo.

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