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MALESTAR EN LA JUNTA

E

L malestar político era profundo y el desprestigio cle 1t1 Junta de Gobierno había llegado á su colmo; f:!ra peor que el de la Junta precedente, porque la revolu– ción de Julio tenía más obligaciones que llenar y más

aspiraciones que satisfacer, puesto que se había efec–

tuado en nombr~ de un ideal, tantas veces invoc~do

para halagar á (os pueblos sedientos de meioramienfo social La revolución de Abril había tenido por obieto inmediato, poner fin al oprobio que pesaba sobre los -ni– caragüenses, soportando el desgobierno corrompido y corruptOI de Sacasa. Lo revolución de Julio improvisó' su balldorrl, tomando al azar el antiguo estandarte demo– crótico y la escarapela roja en contraposición á la blan–

ca que había ostentado la legitimidad. Para corres– POll.cler á sus insignics, el Gobierno tenía que ser esen– 'tialmente revolucionario, so pena de ponerse en ridíc;uló

y clcmostrcr que no había ideales lovantados, que la única aspiración era el poder y que sólo $e efectuaba el cambio de las personas que deberían gozar de sus hcneficios. La posici6n era difícil. Los revolucionarios se habían colocado en la alternativa de chocar con las preocupaciones dominantes 6 de resultar con el parto de los montes. Dieron el primer paso sin prever las con– secuencias. Se asu~taron y quedaron perpleios, como cogidos en un callei6n sin salida. Algunos decían que

no había por qué alarmarse, que las cosas quedarían como estaban y que las reformas de que hablaba eran invenciones de la opo!iici6n para promover un trastorno; pero otros alegaban que si no había innovaciones, la revolución no tenía raz60 de ser y debería ahogarse en su propio de!iprestigio, hundiéndose con ella los que pa– rel ocultar su ambición y engañar á los cándidos habían desplegado el antiguo estandarte democrático. Entre es– tos últimos formaba El Diorito, sosteniendo que lo que posaba no eran intrigos de la oposición, sino conse– cuencia lógica de las plemisas sentadas; que había obliw gación de ir hasta las últimas consecuencias y que si por eso se caía, se caería con gloria; pero, al propio tiempo, alegaba que 110 había razón para iuzgar al liw balalismo por los actos de la Junta, que esta era hete– rogénea, que era transitoria y que debía esperarse la orgt1nización definitiva del Gobierno liberal para tener derecho de juzgar sus procedimientos según sus prind– pios Este razonamiento era sensato y proporcionaba una tregua porque la cuestión teníd, necesariamente, que volver á surgir.

INTRIGAS

Los jefes de la revoluci6n, según se aseguraba, ha– bían convenido en Momotombo, al comenzar las hostiliw dadas, que en caso de triunfo, el primer período presi– denclel sería del Genarel Zelaya y el segundo de un occidental; sin embargo, al aproximarse la reunión de la Asamblea constituyente no se hablaba de ese conve– nio, había intriga en favor de vcnios candidatos y se discutía si la elección del Presidente debería hacerla la Asamblea ó el pueblo.

Por fin se reuni6 la Asamblea que iba á constituir al país baio los auspicios más lisonjeros para los libe– rales. La Constitución del 58 tenío muchos defectos; los liberales la habían combatido, demostrando q~e no era democrática y proponiendo su reforma. Se querían más libertados, más garantías, más derechos para eJ ciuda-

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dano y mencs facultades para el Presidente de la Re– pública éJ quien se suponía investido de facultades dic– tatoriales. Todo hocía creer que realmente iba á en– trar el país en un nuevo períQdo histórico, que se iba á reformar la sociedad y á poner las bases de la verda– dera República democrática. ¡Cuántas ilusiones! iCufanw tos espejismos!

ZELA y A PRESIDENTE

El primer acto de le Asemblea fué nombrar Presi– del1te de la República al General Zelaya y vice-Presi– donte 01 General Ortiz. Aquello cay6 como Una homba, dentro y fuera de la Asamblea, y fué censurado aun por amigos y partidarios de los favorecidos. La discu– sión del asunto fué breve, rópida, sin trámite algullo

dQ 10$ que son más u~uales en los cuer))os deliberantes aun para asuntos insignif¡cantes. Aquel procedimiento inaudito, sin precedentes en fos anales parlamentarios, más parecía un motín de pretorianos aclamando su em–

perador, que el ado formal, serio, de una Asamblea nacional que libre y deliberadamente eierce sus funcio– nes soberanas. Aquella festinación, no sólo era irres– petuosa para ID misma Asamblea, no sólo falseaba los principios democróticos, si que también ponía de malli– fiesto que no se confiaba en 105 prestigios que los Ge– nerales escogidos tuvieran en el pueblo, ni aun en la misma Asamblea, si so procedía con pausa y dando lugar el debate y él la deliberada expresión de votos, puesto que para asegu'rar el éxito se creía necesario va– lerse de la sorpresa como para descargar certero golpe. sobre temido y poderoso adversario. A pesar de eso,

el doctor Bonilla y algunos otros se opusieron al torrente de servilismo que arrastraba á la atónita Asamblea, in– vocando los principios democráticos que se hollaban y

hc,ciendo presente la inconsecuencia y la írregularidad que se cometían al nombrar Presidente y Vicewpresidente antes de decretar la Constituci6n, antes de saberse si habría presidencia, antes de saberse cuáles serían sus funciones, y, sobre todo, antes de acordar quién debía elogir á esos funcionarios y por cuánto tiempo ejerce– rían el cargo que se les diese. ¡Qué principios ni que ((milla de muerto!, vociferaban los pretorianos de la Asamblea; lo que conviene es esto, y deiémonos de prin–

cipi~s; no estamos ahora para ellos.

POR LA HEBRA SE SACA EL OVILLO

Y no hubo más discusión; la turba parlamentaria se ilnpuso, I~ voz de la raz6n se perdió en el vacio, los prin– cipios s~ apartaron y, libre de obstáculos el camino, lIew garon los electos á la Asamblea á prestar el iuramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que no existian lodavia. Tal fué el punto de partida de Id nueva era constitucional. Si por la hebra se saca el ovillo, esta muestra es bastante para conocer fa obra de esa Asamblea. Desde el principio hasta el fin, ella fué una serie no interrumpida de desatinos, de inconsecuencias, de contradicciones, de mezquindades y miserias, como co... rrespondía al eniambre de "parvenu" que en el torbe– llino de las frecuentes revoluciones se apodera del po– der público. Esa Asamblea, como he dicho, se había formado con gesto escogida para cubrir el expediente

y dar apariencias de sanci6n nacional á las confabula– ciones de unos pocos. Por su posición y antecedentes,

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