Page 30 - RC_1967_05_N80

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'. Pero volvamos a la Tivalidad entre Granada y León, que yo hago datar desde 1824 .

Hoy a ese respecto diversidad en las apreciacio– nes, yo' no pretendo estor' en. posesión de la verdad,

pero tengo mis razones para creerlo así

El Dr don Pedro Francisco de la Rocha, en una serie de artículos que publicó en el "Nacional" de Honduras, dice que la decantada rivalidad no existía entonces, de 1811 o 1825, y que Granado no recordó jomós, como suponen N\ontúfar y Marure, que en

1811 y 1823 /legaran o sus puertas leoneses incorpo– radOs a las huestas absolutistas Así es que el señor Rocha atribuye la rivalidad a sucesos posteriores

El señor Ayón en sus l'Apuntes ll

,

citando las

"Memorias" de Montúfar, dice que desde 1811 data la rivalidad de León y Granada, y la de Managua y Masaya contra la última ciudad.

Vemos all.í diversidad y contradicción Rocha rectifica ese aserto de Montúfar, citado como autori– dad por el señor Ayón; y el señor Rocha tiene razón, porque como muy bien observa, solo había entonces ese desvío natural de los pueblos hacia la propiedad, apoyo algunas veces de gobiernos opresores

No podían en 1811 ser rivales los dos pueblos Ambos estaban sujetos al yugo coloníal, ambos eran victimas del absolutismo ibérico, y juntos corrieron la adversa' o próspera suerte de pueblos que aspíraban a su independencia Granada dio primero el grito de independencia y apoyó la revolución de León enviando una columna de 400 patriotas Los pueblos que así

se conducían no eran rivales ni podían serlo, cuando

ambos aspiraban a la libertad Hubo hostilidad de León contra Granada en 1811, pera la rivalidad entre

las dos ciudades comenzó después de consumada la revolución, cuando ya los dos pueblos libres se dispu– taban la supremacía en el nuevo Estado, y la revolu–

ción propiamente dicho¡ si no me equivoco, tuvo lugar

de 1822 a 1825. Por eso digo que lo rivalidad data de aquella época.

Si esa suposición, como Ud dice, pertenece ex–

clusivamente a la GACETA, yo lo acepto

En ese aserto de Ud. encuentro cierta reticencia de que voy a ocuparme.

Suponiendo Ud equivocado lo que yo he dicho, es que asegura que semejante aserto pertenece exclu– sivamente a la GACETA, queríendo en cierto modo significar, que es propio de ello el error o la mentira Yo no pretendo ser infalible, ni que se asiente a lo que digo como si fuero evidente

Estoy sujeto o error como todos los mortales, porque el error es propio de los hombres, pera no se puede decir que eso cualidad es exclusivamente mio,

ni hoy razón para echar en molo parte las equivoca– ciones que padezco'

Raciocinando como Ud , podría sacar consecuen– cias muy origirioles

He aquí una muestra. Los Magistrados que componen las Secciones Supremas de Justicia, debe suponerse que son probos y entendidos en el derecho Sin embargo, con mucha frecuencia he visto que los Secciones de Justicia recíprocamente revocan sus sen– tencias y aun condenan en costas a los señores Magis– trados. Lo falto de fundamento legal en los senten-

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cios debe atribuirse o equivocaciones involuntarios en lo interpretación y aplicación de los leyes. ¿Serlo justo decir en este coso que el error es propio o perte– nece éxclusivamente a los Magistrados? ¿Habdo rozón para echar en mala parte las equivocaciones que padecen? Me parece que no, y su argumento

nos conduciría o decir que sí

Ud dice que encuentra muy extraño gue lo GACETA elogie a don Silvestre Selva por la participa– ción que tomó en los sucesos de -1844, y califique de anarqóista al padre de Ud porque trató 'de sofocar la . anarquía en 1824

P~I mítame decir a Ud que ha sufrido una equi– vocadón Ni he elogiado a Selva ní denigrado a So' casa Sí· lo participación que cado una tomó en los acontecimientos, les hace dignas de elogio o vituperio, eso será obra de ellos exclusivamente, yola historia, o la verdadera historia de este pais, le corresponderá hacer la calificación

NI Ud ni yo somos competentes paro esa Don Crisanto era padre de Ud y don Silvestre tío, y de mí, éste abuelo y aquel tío abuelo Esta circunstan– cia nos obliga a guardar silencio a ese respecto Me abstenga, pues, de juzgar las sucesos de 1824,

pero no puedo prescindir de ocuparme aunque ligera– mente de las de 1844, que Ud presenta de un modo desfavorable para mi abuela.

Ud dice que don Silvestre Selva se puso a la ca– beza del movimiento de 1844, uniéndose al invasor Ma/espín, que con fuerzas de otra Estado llegó o so– que"r e incendiar a León, para derribar de la silla 01' Jefe constitucional dan Manuel Pérez

Es calumniar a los Estados del Salvador y Hondu– ras yola generalidad de los nicaragüenses atribuirles' el designio de llegar a León can el objeto· de saquear e incendiar lo población. Es además falsear la histo– ria de aquellos sucesos, de los cuales tenemos multi– tud de documentos, hacer semejantes aserciones Todos conocen, diré yo a Ud ahora, la criminal conducta de Casta Fonseca.

Todos saben los actas de hostilidad manifiesta del "Gran Mariscal" contra El Salvador y Honduras Nadie ignora que par influencia de varios co–

quimbos declaró la guerra e invadio áquellos Estadas, y que esa conducta de Casto otra jo a su vez la inva– sión sobre Nicaragua.

Cuando los nicaragüenses se sublevaron e hicie–

rOn causa común con el invasor, no fueron o incendiar

ni a saquear, sino a poner coto a las demasÍ"as de un tiranuelo que les oprimio y ultrajaba, y trataba de oprimir y ultrajar a las naciones vecinas

Si hubo incendio y saquea fue uno consecuencia precisa de un largo sitio y de haber tomada por asalto la ciudad

No es esto decir que fuera bueno el incendio y el saqueo, sino que es inevitable en la guerra. ¿Quién es capaz de contener a los soldados después que han tomado por asalto uno ciudad? Perq lo responsabi– lidad de esos desgraciadas acontecimientos, debe pe– Sar sobre los que con su conducta desatentada y tirá– nica dieron lugar a ellos, atrayendo a sr el odio de los pueblos y de las naciones vecinos.

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