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« Previous Page Table of Contents Next Page »que siente que sin él la vida es una carga, si su afecto consigue, ha bebido en la copa del p!acer.
POLEMISTA ARREBATADO
Selva es hombre de bastante audacia momentánea. Cc(mdo la sangre en impetuo!ta marea se le viene sobre el cerebro y Circula espumante por el tubo de su enorme carótida; cuando se siente herido en su amor propio, que es lo que él más cuida, estima y adora, entonces parece un toro a quien burlan con u.n mantón carmesí; entonces golpea el suelo con los pies, casi baila de cólera, I~vanta
al aire los brazos, piensa en su pistola y se acerca a ella
y la acaricia, como a la tigre el dom~dor; jura poner fin al que se ha permitido insultarlo, y como sq que ha tra– tado de poner en prádica una vez, le ha dado este hecho
de sangre una reputación de hombre feroz, de la cual
Selva se ja~ta con cieria sonrisa de engreimiento que le sienta muy mal. El valor es una virtud magnífica cuan– do ese valor puede llevarnos a ponernos de escudo en–
tre el débil y el fuerte que pretende humillarlo; cuando nos pone en la mano la espada que defienda la bande–
ra de la patria; cuando en un lance de honor mantiene
firme el arma con que apuntamos al pecho de nuestro cldversarlo; cuando ese valor nos. levanta sobre las do.. lencias humanas, para no dejarn'os abatir por ellas, y
nos sirve de coraza contrCi los infinitos contratiempos que 110S circundan; cuando en la época de la desgracia, nos mantiene siempre erectos en mitad del torbellino; entonces, ah, ese don, esa altivez del espíritu, son dignos
de los lauros; porque de igual co\,dición han sido aqué. Ilas energlas y resistencias que tuvieron todos los héroes de la lIiada, los semi-dioses del paganismo, y aquél más grande aún que elios, qUe sucumbió impertérrito sobre lo. brazo. de la cruz. Pero el arrebato de un ins· tante que como súbita demencia nos arroja sobre el f.;mtasma que suponemos nos provoca; la temeridad fu– nesta que marcha sin brújula y sin objeto sobre l/n pe–
ligro, al cual con acometer no se alcanza más que dar
pruebas de cómo el animal puede jugar su vida en 10m
momento de capricho o de furia; esos impulsos _a ,los cuales equivocadamente algunos apellidan villor, no h~n
de merecer el galardón .ino el reproche. Lo que se llama valor físico, no lo acreditamos muy 'grande en Carlos Selva, aunque lleve fama de tenerlo de buena
clase entre varios de sus compatriotas. Su resoluci6n es más bien cívica, y ya veremos c6mo. Antes de estar en las incomodidades o peligros que se acarrea, los desafía a que vengan y sus provocaciones demuestran su decisión,
pero cuando la cárcel o templado enemigo se le enca·
ra; cuando el destierro o la hora de ir a ,empuñar el rifle se le acerca, no es el mismo hombre que en su oficina arde como Roma, por los cuatro costados. Por eso atrós dijimos que su lanza está en la pluma. En el trance de la prisión, Selva 56 pone desesperado, se aba– te, rinde su sable, y por verse fuera de ella estrecharía 'U
mano de su más implacable adversario. En nuestra
presencia se ha dejado, y en un lugar público, golpear el
rostro por el más duro de sus enemigos; y si es cierto que Selva se encontraba en aquél instante inerme y casi inerte y que su asaltante tenía en su favor su estado físico y su posición política, al día siguiente, para un
hombre de firme resolución, habla bastante tiempo para haber buscado al airado agresor y cancelar con él cUlln· tas de la noche anterior. Nada puede excusar a un va– rón de permitir el que otro le befe imponemente, aunqull
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ése lleve una corona sobro la cabeza o una espada en
la cintura.
Cuando Selva se ha visto en el destierro, sabemos
cUónto ha luchado, cuánto ha maquinado por volver; y no es él una excepción, que
(1 muchos hemos visto en estos días, jurados revol.ucioncrios, pedir casi con lágri– mas In libertad si estaban cautivos, la amnistía si fuera de su patrio. No es así como se vence, no es así como
una causa se enaltece.
DEBIL DE CARACTER
Cuando en 1893, los liberales avanzaban sobre Ma– na.9ua, cuéntasD que Selva, quien se hailqba en la capi_ tal, cuando cay6 en ella la primera bQmba, recibi6 en
!iUS sistema un choque producido por los nervios, que lo hizo derramar la taza de café que en ese momento sostenía en la Inano, sin que hubiese manera de ponér– selos en quietud durante todo el día. Por tales mdtivos es que suponemos que este caballero, sólo es valiente a medias Pero cuán pocos, sin embargo, son aquéllos que tienon. el alma de un La Tude para engrandecerse entre el cqlabozo de una fortaleza; cuán escaso el hú–
mero de 105 que al verse afrentados en sus personas o
en la de sus compatriotc.1s, van como Zollinger, como los matadores de Borio y de lililí", a terminar de una vez su situación; cuán escogido aquél que entre Jersey
y Guernesey, posa diez y nueve años, sin querer acep– tar nelda del autócrata, y que no vuelve a sus campos
nativos sino hasta el día en que Sedán le abre las puer·
taso Y es~ mismo también cuán escQgícfo, cuando de– jando la, pluma que escribía UNuestra Señora"t se arro·
ja con el rifle '" las barricadas de Parls, para protestar con el c¡rma en contra de aquel dos de diciembre, que dió a Francia lustro y medio de funesto esplendor. No faltará quien diga que .omos muy parciales al
iurg~r el Selva; airados reclamos van tt salirnos al paso,
per" ¿qué importa tod" eso, si estas palabras que va– mos es.cribiendo no el)cJerr¡ln una gota de hiel ni un átomo do azúcar? Son pura y simplemente lo que no.– olros ,"uponemos que del>smo. decir para cumplir nues– tra misión, qye tie."e por 'objeto el p"nernos al servici~
d'! la verdad. De trecho en trecho, aunque parezca tri· vial o estudiado, llamaremos la atención del lector hacia
este p~nto que se relaciona con la serenidad de nuestro juicio.
MISANTROPO y FESTiVO
A pesar de que Selva tiene a veces el espíritu bas–
tdnle empapado de misantropía, enfermedad muy de su
raza, en ocasiones suele ser festivo, y entonces parace
simpático. Cuando el alma se siente coma desmayada
en la carrera del estadio mundanal; cuando se mira ha.. cia atrás y se ve cómo quedan en el camino donde se han impreso nuestras huellas, tantas plumas doradas de las que viste: el pavo real de nuestras lindas quimeras; cuando se observa que la alfombra que empezamos te· niendo de rosas a nuestro pies, va perdiendo en blandor
y en hermosura y que al presente ya comenzamos a dis– tinguir los primeros brazos escuetos y punzadores de los zarzales que nos aguardan, y en 105 que nuestras plantas von a enredarse y a ser destrozadas; cuando el cielo que ayer estaba limpio y sereno sobre nosotros,
ya por todos sus ámbitos S8 empieza a oscurecer; en..
tonces el contacto con los hombres, ,cuán sumamente in..
cómodo parece, y lo melor para permitir al pecho repo-
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