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DEL lAGO DE NICARAGUA

ARCHn: CllRR

Autor de UHigh Jungles and Low"

Abajo, en la estlecha faja de tierra que enlaza los

continentes de NOIte y Suramérica, hay un lugar que ha

vivido más que su propia historia. Se localiza entre los

pmalelos diez y trece de latitud, donde por unas dos–

cientas millos cone en direcc.ión noroeste-sures1e una bo·

jo y boscosa cordillera, cubierta de nubes y desnu– dada, a unos cien piés sobre el nivel del mar Es todo lo que queda de uno vieja vIo por la cual Atlántico y

Pacífico se comunicaban y confundían

Desde lo más recóndIto del tiempo geológIco on–

das y con ¡entes de vida han cruzado, quebrado y arre– molinado este sector de la Tierra, que ha sido sucesiva–

mente portal, estlecho, istmo, enecife y puente, y repre–

senta uno de los pocos lugares sobre el planeta donde los antiguos dramas de la zoografía se han fundido con los del hombre antiguo y moderno, todos movIéndose

dentro del mismo escenario en continuo repetición

Antes que el mar cubriela este lugar ya había en–

cauzado la primala gran migración de animales norte~

americanos con rumbo hacia el sureste. Tiempo después,

cuando el mar volvió a 1etirOl se, nuevamente sintió el hálito de sus 1iempos de istmo, permitiendo el avance del nuevo hombre americano, friolento de las heladas estepas siberianas Después vivió la gloria y decaden4 cia de España, y a su través pasaron los lazos que uni~

lÍan las aisladas mitades de un nuevo continente.

Hace 30 millones de años los primIgenios estudios

geológIcos de Centroomérica, la hoy Honduras y porte

norte de Nicaragua, formaban una península separada de Suramérica por un amplio brazo de mar entre el

Atlóntico y el Pacífico. De vez en cuando el mar inva– día la parte superior de la península aislándola del

resto de Norteamérica Una de esas invasiones pudo

haber coincidido con lo que hoyes la depresión nicara– güense (cuenca de los lagos), aunque esto no puede ser probado. Lo que sí puede ser visto es que la zanja

nicaragüense aisló a Suramérica por incontables mile· nios.

la evidencia por lo cual esto se conoce es diversa e inequívoca Tal lo dicen las rocas arcillosas, esquizto·

sos y calizos que contienen fósiles, debajo del material volcánico que lellenó después Id depresión nicaragüense

ya en época cuaternaria Tales fósiles son de origen marino, de aguas tibias, descansando entre estratos con– temporáneos a idénticos expuestos en las Indias Occi·

dentales Pero aunque faltasen pruebas tan evidentes

como esta, podíamos todavía estar seguros de que los

océanos se encontraban por allí pues ¿d~ que otro mo– do deberían los peces y tortugas marinas, y muchos otros

invertebrados del Pacífico tropical, apare~éf con asome

brasa similitud del lada del Caribe? Posiblemente no por alg0n intercambIo a nivel de lejano y frío cabo de Hornos

La semejanza entre la faUna marina de poca pro– fundidad entre Puerto Limón y Puntarenas por un lado y entre San Juan del Norte y San Juan del Sur por el

otlO, es ciertamente una consecuencia del viejo estreche:,

largo tiempo escurrido cuando Calón pasó buscando la comunicación entre Cádiz y Catay Aunque esto solo fué

ayer hablando en términos evolucionistas.

Otra prueba adicional, el zoógrafo qué considera la

singular y distintiva fauna surameric~na, continente que

el llama Neogea, puede contarnos la historia de los mi–

llones de años cuando ese continenté austral era una

vasta y solitaria isla, aislada del re$to' !'lel mundo_ Sus

atesorados reliquias, por ejemplo, no podían significar otra cosa: cecilianas, arapaimas y peces pulmonados vi– vían ahí, al igual que el segundo de los más grandes remanentes entre los arcaicos marsupiales, mientras el

espectacular megaterIo privaba de tranquilidad a la ín–

sula continental que le permitía subsistir.

Igualmente curiosas nuevos especies tuvieron su

cuna allí Nuevos géneros y variedades pugnaban por salir, entre ellos anguilas eléctricas, lagartijas, carpinte–

ros, trepadoras, colibríes, el singular avestruz, monos

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