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del Instituto Francés de
Oceonoglafía de Nouméa.
El Mar y sus criaturas surgen con tanta fuerza como la representación de la guerra en esta obra Jmer
TRAS LA ERA DE LOS CAPITANES,
LA DE LOS INVESTIGADORES
LA GRAN AVENTURA CONTINUA
E
n el alba de las civilizaciones, y hasta donde
alcanzamos a conocer la ciencia de nuestros antepasa–
dos
J
el Océano
Jl que abraza la Tierra con su corriente ininte.n umpida" es considerado como un río cuyo fluir
t semejante a una I ueda, limita los confines del mundo
Surcarlos es una empresa homérica, que sólo intenta– rán los más audaces o los más c'odiéiosos
Antes de lanzarse a semejante aventura, durante
muchas generaciones y siglos los mercaderes se em–
barcarán en frágiies barcas a rema, sin gobernalle y
con un velamen rudimentario, y navegarán a lo largo
de la costa en cuyo interior se hallan todas las rique–
zas de ía época perfumes, especias, marfil, oro, pla–
ta, gemas y maderas preciosas Das mil años antes de la era CI istiana, y mucho antes de la guerra de Tro–
Ya, los fenicios, pioneros del comercio internacional y
de la navegación marítima, fundan puertos en las ori– llas del Mar Rojo y del Océaná Indico En el mar
Arábigo swgen los plimeros faros, a cargo de una
costa sacerdotal que vela para que el fuego no se apa-
gua jamás Esos faros sirven de correo a los anve–
gantes de la época, 0111 se dan y reciben todas las
informaciones sobre las rutas, los peligros, las técnicas
de navegación, el trazado de las costas, y el régimen de los vientos y COl rientes También se fundan es– cuelas donde se enseña el arte de navegar y de trazar
una ruta partiendo de observaciones astronómicas
El Mediterráneo fue la cuna de esa prodigiosa aventura humana, que acabó llevando al hombre has– ta las grandes rutas oceánicas, movido al principio por fines lucrativos y luego por la pura sed del conocimien–
10 Después de franquear las Columnas de Hércules, los fenicios bajan hacia el sud siguiendo las costas africanas, o
I emontan costeando Europa hasta llegar
el Inglaterra Allí, el frío, la niebla, los vientos desa– tados y las violentas mareas los desconciertan, pues nada de todo eso han encontrado en el Mediterráneo, indefensos ante esos peligros, se ven obligados a des– cender otra vez hacia el sud
A esta navegación de cabotaje, a cargo de trafi-
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