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CONQUISTA DEL ANTI-EVEREST

N

uestra vida está condicionada por el mar Para persuadirse de ello no es necesario pensar en nuestros antepasados acuáticos, o sentir hipótesis so– bre el or igen marino de la primera célula viviente Los hombres de hoy, como los de ayer, dependen del mar puesto que éste gobierna los climas, alimenta la nebu– losidad atmosférica, y por lo tanto las lluvias, los lagos y los ríos Sin agua no hay alimentos, incluso en las regiones más continentales donde las poblaciones no han visto jamás el mar y hasta ignoran su existencia

Hasta hoy, sin embargo, los océanos han opuesto obstáculos for midables a la curiosidad yola com– prensión de los hombres Los primeros viajes por mar fueron inciertos y peligrosos a causa de las in– mensas distancias y la violencia de las tempestades La hostilidad del ambiente marino descorazonaba a los audaces buceadores o les imponía estrechos lími– tes Hasta los pescadores, que extraen sus alimentos de las profundidades, están reducidos todavía a ac– tuar a ciegas son los únicos cazadores que no ven o no conocen sus presas Por último, los oceanógrafos hacen descender sus instrumentos al azar, y están en una situación parecida a la de los exploradores que

pOI tieran para descubrir un nuevo continente, llevando un equipo perfeccionado y una venda en los ojos

Ver bajo el agua a fin de comprender e interpre– telJ mejor, constituirá una necesidad imperiosa en el futuro Lo que ayer era imposible, puede ya ser lle– vado a cabo gracias a una serie de conquistas que, iniciados con la invención de la escafandra autónoma, acaba de culminar con la histórica inmersión del ba– tiscafo "T rieste lf A partir de ahora nos es posible descender a todas las profundidades marinas, por a

observot lo que ocurre en ellas y tomar parte activa en la vida subrnarina

Desde la superficie u los CUat enta metros de pro– fundidad 15 millones de kilómetros cúbicos abiertos

JACQUES·YVES COUSTEAU

Director del Museo OceonogUlfico

de Mónaco

El "PLATO BUCEADOR" que vemos aquí suspendido del barco Calypso es un equivalente acuático del helicóp~

tero: liviano, capaz de las más variadas maniobras, puede posarse en cualquier fondo hasta 300 metros de profundidad. El comandante Cousteau (autor del pre– sente artículo) escribe sus instrucciones a los tripulantes del plato buceador, que podrán leerlas a través del ojo de buey. El aparato, fabricado por técnicos franceses, pesa solamente tres toneladas y media, y puede ser guardado fácilmente en la sentina de su buque-madre, el Calypso En su interior se instalan el piloto y un observador, que se asoman al misterioso mundo ma– rino a trctvésde los cristales de los oios de buey

o lo curiosidad de los nadadores provistos de escafan– d, as autónomas Es la capa más llena de vida, la que baña los litorales y en la que se elabora por fotosíntesis casi toda la materia vegetal producida por los océanos La vida sigue en ella la alternación de los días y las noches, el ritmo de las estaciones Al ponerse el sol, miriadas de animales que viven hasta 600 metras de profundidad, ascienden cerca de la superficie para nutril se de algas microscópicas o devorarse entre ellos Al alb9, temerosos de la luz por diversas razones, esos intrusos vuelven a sumergirse en las regiones donde sólo un débil resplandor se abre camino

Por lo regular, el agua del mar es límpida En alta mar es frecuente encontrar una visibilidad de más de 60 metros La vista desempeña entonces un papel preponderante Provisto de una máscara, el buceador aprovecha sus ojos tal corno lo haría un pez Seguro de sus movimientos, se siente perfectamente cómodo

y hasta se permite incursiones audaces Los peces voladores simbolizan esas aguas superficiales de alta mar donde abundan, cazados despiadadamente du– rante el día por los corífenos o los carahx, y de noche por los calamares que ascienden de las profundidades El cristal de las aguas se pone lechoso en primavera, cuando el mar florece A lo largo de la costa batida flor las olas y lavada por las mareas, el agua sigue siendo clara Pero en las próximidades de los puertos o los estuarios, innumelabJes partículas en suspensión refl acton la luz¡ y a veces los buceadores no alcanzan a distinguir sus propias manos En esas aguas tur–

bias, cOlgadas de sustancias aJuvionaJes o finos gra– nos de Ol end¡ muchos microorganismos sucumben, ciertas algas y la mayoría de los cOlales no pueden so– b, evivir Pero los peces pululan allí movidos por el hamb, e o el temor Los ojos no les sirven de nada en ese

I/ pw é de orvejas ll

, pero otros sentidos los reem– plazan por ejemplo, la lÍ'nea lateral que les permite intet pI etar las menores ondas de pI esión, informándo– los de todo lo que sucede en esa espesa niebla

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