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« Previous Page Table of Contents Next Page »lo comunicaclon de esa resolución a la Audiencia y su posible cumplimiento si no se plocedía a defendel la provincia fOltificando el río San Juan; y, en consecuen· cia, la construcción del Castillo de San Carlos de Aus· tria en el sitio en que confluyen 105 ríos San Carlos (anti– guo Pocosol) y San Juan; castillo que se concluye el 1ro de agosto de 1666, gracias al celo emprendedor del Go– bernador Juan de Salinas y Cerda Otro de los resul– tados fue el que, pOI intrigas y calumnias en la corte, el Capitán General Mencos fue depuesto y nombrado en su lugar don Sebastián Alva¡ez Alfonso Rocica, Señol de la casa de Caldas y Caballero de la Orden de San– tiago Al Gobernador de Nicaragua Salinas y Cerda, mientras tanto, se le sustituye interinamente por un cu– ñado de AlvOlez Alfonso llamado Francisco Valdez, Co– rregidor del Partido de Subtiaba "Valdez cobró afecto a aquel puesto -escl ibe Gómez-, y para conseguirlo, informó malo Salinas; pero sus chismes, despreciados al principio pOI el Gobernador Mencos, fueron acogidos después pOI su sucesor don Sebastián Alvarez Alonso (o Alfonso), cuñado de Valdez, que present6 a la Audien– cia un informe contra Salinas, haciéndole cargo de habel levantado la fortaleza en distinto sitio del que convenía e inveltido grandes sumos de dinero Don Juan Salinas, preso y despojado por Alvarez Alfonso, que hacia de juez y parte en tan injusta acusación, tuvo pOI sucesor, en 1669, a don Antonio Temiño Dávila, caballero de la orden de Calatrava" Consecuencia de las mismas in· cursíones fue, asimismo, la emigración bastante posterior de vecinos medrosos, según refiere el Obispo Andrés de las Navas y Quevedo en la carta al Rey refiriéndole su visita que hizo a la ciudad en 1669 Dicha carta
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fecha· da el 12 de ab,¡1 de ese año, revela una despoblamien– to casi total de sus moradoles que se retilaron a sus ha· ciendas dejando en la comunidad, escasamente, treinta vecinos: doce españoles y los demás negros y mulatos El Obispo, con objeto de remediar eSo temerosa huído, sugiere al Rey que pOI reales cédulas oldene a todos los vecinos regresor a Granada, especificando que el que no volviera perdería, ipso facto, sus haciendas que pasalÍon a manos del Real Patrimonio
LA INVASION D~ GAllARDllLO y SU RESPUESTA
El Castillo de San Carlos de Austria estaba dispues– to a garantizar la seguridad de los granadinos que volvielon a dedicorse a sus labores comerciales. Tal galantía, sin embargo, se vino 01 suelo cuando el indio nicaragüense Juan Gallardo ("Gallardillo") al mando de una tropa de piratas jamaicanos se posesio– na de él, lo incendia y destruye la población que en sus inmediaciones se había formado; y luego sorprende Glonada, la saquea y se lleva, en vista de que su pi· lIaje fue exiguo -a causo de su decadencia provoca– da por las incursiones anterioles- una regular cantidad de prisioneros de ambos sexos los 170 autores de este atraco, refiere un historiador, se distribuyeron ape. nas de 20 a 30 libras esterlinas cada uno. Entre estos beneficiados estaban, de acuerdo con Eros Nicolo Siri, los capitanes corsarios Price, Harrison y Lundbury, com– pañeros de Gallardillo y testigos de la decadencia de Granada (3) Esto sucedi6 en 1670, como lo señalan todos los historiadores, a excepción de Miguel Angel Al– varez que, infundadamente, sostiene que data de octu– bre de 1671; pero la carta de Juan Pérez Guadamuz, vecino de Granada, dirigida al Maestro de Campo don
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Juan lópez de la Flor, Gobernador de Costa Rica, nos saca de toda duda al testimoniar que ocurrió el 26 de agosto del 70,
"El martes a las cinco de la mañana entró el ene– migo corsario en esto ciudad a veinte y seis del corrien– te, aviendo tenido encuentro en el río San Juan con el Castillo de San Carlos, que sorpros6 con alguna pér– dida de su gente; la que traio a esta ciudad fueron ciento sesenta y ocho hombres, hizo prisioneros do– cientos diez chicos y grandes con mujeres de los nues– tros, y entre ellos 01 Señor Provisor, al Ministro don Die~
90 de Obando, el licenciado don Pedro de Porras, el licenciado Antonio Rodriguez, dos roligiosos de SCln Fran– cisco, al comendador de Nuestra Señora de la Merced
y dos religiosos de San Juan de Dios, y al Alcalde or–
dinario don JUCII1 de Aberrusa y algunos capitulares; y
por pedir rescate de setenta mU pesos por los l)flsione– ros, sin otras cosas grandes que pedían, degolló al Mi– nistro don Diego de Obando, que tonga Dios en su glo– rio y veinte y ocho del corriente se ha ydo y llevado tocios los prisioneros con amenaza de mal quartel: Dios lo remedie Esta ciudad da aviso a Vuestra Merced pa– ro que esta provincia se prevenga, por riesgo que pue– de suceder por el río Pocosol, mayormente temiendo preb:mci6n de gente y tres embarcaciones en Punta Gor– da la priesa no da lugar a más dilación. Guarde Dios a Vuestra Merced muchos años felizmente Gra– nocla a veinte y ocho de agosto de mil seiscientos y se– tenta años. Besa la mano de Vuestra Merced su más ferviente servidor Juon Pérez Guadamuz." (4) También García Pelaez, citando a Juarros, escribe en 1851, "Por el mes de agosto de este año de 70 en– tró el enemigo otra vez en Granada y la saque6" La tome¡ del Castillo de San Carlos -equipado efi– cazmente para su consabido defensa- en la que sus soldados permanecieron en completa inacción dejando que los filibustelos entlaran a la fOltaleza sin la lesis– tencia de un solo tilO de arcabuz, fue la causa decisiva de esta desafortunada invasi6n Lo que había sucedi– do ela que el castellano Gonzalo Noguera Rebolledo había 01 denado a su tropa no hacer fuego contra los invaSOles La conducta de Noguera, comenta Ayón, hace sospechar que en el interior de la provincia había tlaidores encargados de corromper a los defensores del Castillo, o que aquel desgraciado militar había sido ha– lagado con tener parte en el botín (5) "Esos juicios
y aun peores -escribe- pueden formarse en vista de la entrega del Castillo, y tomando en consideración el interés que debían tenel los ingleses posesionados de la costa, en conocer las dificultades que aquel baluarte presentara a sus incursiones futuras"
El Obispo don Alonso Bravo y laguna, al ver que la deseperación de los granadinos cundía nuevamente, informa al Rey el 15 de marzo de 1671 y al Virrey de Nueva España el 25 del mismo mes, los detalles de los últimos acontecimientos; informe que, unido a otro del antes Oidor Zárate, por ese tiempo alcalde del crimen de México, sirvieron de fundamen10 a las disposiciones dictadas por la corte el 29 de octubre del año en curso En esa Real Cédula se reconocía que era muy necesa– rio fortificar la boca del río San Juan para que pudiera defender la entrada de la ciudad de Granada y de la Plovincia de Nicaragua Esta, no hace falta indicado, seguía siendo apetecida por los franceses e ingleses a causa, según el Obispo Bravo y laguna, de su fertilidad, del buen temple de la tierra, de tener los géneros ne-
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