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bla inconformidad por el hecho de háber dado un páSO

que era calificado de retroceso, ya que era notorio el

adelanto que se había logrado al hacerse cargo las

hermanas del establecimiento; y los espíritus progresis–

tas aspiraban a implantar una nueva orientación que

nos sacara de aquella rutina, dando una forma nuevo

el todo, absolutamente a todo, ion luego se presentase

la oportunidad, comenzando por el mejoramiento del

local, tratando de abandonar aquellcl casa de aspecto ordinario y que dejaba 1anto que desear, por su posi· ción inadecuada, por su deficiencia higiénica y por su estilo tan común

Se ve que los indios aborígenes tenían mejor sen–

Jido pláctico que nuestros conquistadores A la llegada

de éstos, residían aquellos en sus caseríos de Jalteva,

Pueblo Chiquito, La Otra banda, que es la parte más cdta y bien ventilada de teda el radio de lo que se llama ohorel Granoda, y desde donde se domino lel belleza del grun logo Mientras que poro la edifica–

ción de esta civelad, cscogier6n una bajvra que condu~

ce a la playa del lago, donde se vive con un calor so–

focante y en compañía de abundantes mosquitos

Como para rectificar la absurda idea de que el hos–

pitol debía permanecer en el centro de la ciudad, siem– pre que se tlatcJba de una innovación, de una reforma adecuada pOla cuando pudiera llevarse a efecto, se sostenía el proyecto de que al constryirse un nuevo edi· ficio, era indispensable escoger el punto más alto y convenientemente situodo el las orillas de la población El distinguido médico dodor don Francisco Alvarez

y el señor don Faustino Arellano discutían a menudo sobre ese tema, y en sus paseos cotidianos examinaban lugdles cuyas ventc1jas y desventajas analizaban dete· nidamente¡ y cuando estos dos cabalelros fueron nom– brados miembros de la Junta de Beneficencia, se ocu– paron con la mayor dedicación en llevar a efecto su benéfico y grandioso proyecto

Ocurrieron entonces al notable ingeniero don Teo..

doro Emilio Hoocke, para que levantara el plano del

futulo edificio, y correspondió gustoso a la solicitud el

señor Hocke, teniendo la gentileza de hacer el plano

gratuitamente por tratarse de un centro de caridad Ya

en posesián del plano, se trató de escoger en firme el

punto donde se levantaría el hospital, conviniendo en que el más apropiado era un telreno que pertenecía a la señorita Elena Arellano, situado en el barrio de la

Otra banda y en el lugar más alto y perfectamente ven– tilado

Nada mejor que ese lugar tan higiénico que do– mina a la ciudad y el gran lago, y donde hay una

ventilación constante. Esa extensi6n de terreno tenía dos dueños, la señorita Arellano, como queda dicho, y el doctor Juan IS. Urlecho. La Junta compró a ambos

en muy buenas condiciones

1886

Los trabajos se inicieran el año 188ó, habiendo si– do encomendados al apreciable maestra don Carlos Fe· rrey, sujetándose a la ejecución del plano del señor Hocke.

El señor Ferrey, de grata memoria, era persona muy apreciable y estimada, por su competencia como

ffiaestlo de albañilería y por su honorabilidad y fineza

de sus maneras Su nombre está vinculado a algunas

oe nuestras obraS de ornato de la ciudad, como el puen-

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te de la calle de la ",stoci6n y la capilla de ánimas del

cementerio.

Se dedicó con asiduidad y desinterés a dirigir la cnnstrucción del edificio, secundando el justo anhelo de los grcrnadinos y de la Junta encabezada por los hono– la bies caballeros doctor don Francisco Alvarez y el señor don Faustino Arellano.

Desgraciadamente, ya al terminar el trabajo interior

de horcones de la mitad del edificio, falleció el señor

Ferrey, sustituyéndole sus hi¡os para concluirlo.

Decíamos que al terminar la mitad del trabajo, por– que el plano del edificio tiene la forma de una H, y

1'01 la falta de fonqos, no quedó concluído más que

Uil0 pCir1e de esta letra Con todo, esto constituía un lncal suficiente para alojar el número de enfermos exis· tentes en el otro hospital, y por esta razón se dispuso

trasladarlos tan luego se pudiera, en la seguridad de que el cambio era favorable bajo todos los aspectos En esa época se hizo el cálculo de que costaría la obra completa, ia cantidad de trescientos mil pesos pla– tu; pero no obstante de que se estaba lejos de disponer

de esa can1idad, los progresistas iniciadores, se lanza~

Ion a dar comienzo, en la esperanza de que poco a

poco tendría que desarrollarse el trabajo, confiados en

los esfuerzos y bueno voluntad del vecindario Así se ha venido haciendo, despacio, con paciencia, paulati–

namente y CI medida que se han ido recogiendo fondos

1900-1905

La Junta que presidió por varios años el doctor Al·

vare%, dice la memoria presentada el año 1905, lo en–

tregó ya con el techo puesto El año 1900 se colocaron las puertas y ventanas En 1901 se dió principio a la

construcción del cañón de horcones que da al poniente,

y que tiene el carácter de provisional. En 1903, se tra– bajó el pasadizo también provisional, para unir los dos depaltClmentes del este y el oeste Después se constru–

yelon, un departamento para usos internos, un pabellón con tres separaciones, para velar a los muertos, para practicar autopsias y para que se p¡eparen los médicos:

para tai objeto Luego se hizo la escalera que comuni– ca con el primer piso Todo el contorno del edificio se cercá de alambre de púas, puesta sobre postes de ma–

dera de cuatro cantos; y se ensanchó el terreno con más de doscientas varas cuadradas que se compraron para regularizar el lado sur, y se construyeron los sumi~

deros necesarios "La Junta habría deseado, dice la

misma memoria, en vez de cerca de alambre, colocar

una verja de hierró que abrazara toda el área del terre–

no, cual corresponde a la importdncia de la obra; pero

la necesidad, por una parte, de abrir lo más pronto po– sible el nueve hospital, y por otra, la insuficencia de

fondos, no nos permitieron realizar este pensamiento

que queda para cuando la Junta disponga de más abun–

dantes medios."

Todos estos pequeños tlObajos se hicieron

(1 través

de mil dificultades, luchando hasta con la hostilidad del gobierno liberal de ese tiempo, que por un castigo in– justo imponía a la población, adversa a su politica, no

permitir ni siquiera las mejoras de ornato.

En los largas intervalos de inactividad, debido a

las persecuciones, et los atropellos, saqueos y prisiones,

se llegó al extremo de que los hermosos salones desti–

nados a los enfermos fuesen convertidos en caballerizas,

destruyendo el piso la aglomeración de bestias, al punto de que hubo necesidad después, para pavimentarlos de

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