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« Previous Page Table of Contents Next Page »de sus altas funciones de primer magistrado, y don Juan Argüello ejercia en León el poder supremo El cisma le–
gislativo dió lugar a hechos de armas, como el vnico
medio de poner término a aquella anómala situación
La Asamblea de Granada llamó al señor C:erda al ejer– cicio del poder, para contener los avances de Argüello.
Este conflicto produjo una larga y sangrienta guerra ci–
vil que terminó por el triunfo definitivo de Argüello y la fusilación del jefe Cerda en la plaza de Rivas
A esta desastrosa contienda, que llevó un séquito
de crímenes horrorosos, siguieron ottOS hechos de sangre; vel dacleras depredadones que causa pavor recardO!
La más espantosa anarquía devastaba a este pobre
país Ninguno de los pueblos de Centro Améríca sufrió
tan fuertes y estragasas convulsiones como Nicaragua¡ así tdlnpoco¡ ninguna como él vivi6 tan largo tiempo
en la miseria y desolación que son la consecuencia obli–
gada de los desbordes de las masas y de los excesos de los que ejercen autorídad El gobierno federal e'ra
imponente para reprimir aquellos desbordes ni los ex–
cesos de la fuerza público¡ y esto constituía una situa– ción anárquica de las más horrorosas, en la cual, naoie se sentía seguro en su libertad, su propiedad ni su vida Los ciudadanos buscaban refugio en los estados vecinos; y los que, por su escasez de recursos, se veían obligados a permanecer en el país, vivían como transeúntes, sin atreverse a acometer ninguna empresa seria, pues todos tenían el convencimiento de que eso era edificar sobre arena, y que todo cuanto hiciesen estaba expuesto a ser barrido pOI el hUlclcán revolucionario
Tan desastrosa situación hizo levantar el grito uná~
n¡me de reforma de aquel modo de ser tan p'recario, tan
oprobioso y que llenaba de ruina y desolación al país
entero Doce años de feroz anarquía se pa~aron bajo el régimen federal, durante los cuales nuestros fértiles campos, regados frecuentemente con sangre nicaragüen. se, permanecían incultos; época fecunda sólamente en malhecholes, pues los f~rtiles terrenos que, en circuns4 tancias menos desgraciados, hubieran debidQ ser fincas valiosas, eran madrigueras de bandoleros que infesta4 ban los caminos y constante amenaza para el viajero que se aventuraba a récorrerlos solo, o con poca cus–
todia
El decleto de la Asamblea Constituyente de Nica– ragua del 30 de abril de 1838, en que se declara el Es–
tado separado de la Federación de Centro América, da una idea clara de la tlistísima situadón política y econó4
mica en que el país se hallaba en aquella época. He aquí los considerandos de aquella ley,
"La Asamblea Constituyente del Estado de Nícara–
gua, íntimamente convencida, de que los vicios de la actual Cons1itución federativa de Centro América son los
que han causado la miseria y desolación del Estado y de la República entera;
"Que pOI esto, tanto los pueblos de Nicaragua, c04 mo los o1ros Estados, han manifestado 10$ conatos más felvientes para que se reforme dicha Constitución sin
sujetarse a las fórmulas dilatorias que ella establec~'
"Que estos canatos han subido tanto de punt~ en bf te Estado, que si no se obsequiaran, caerían los pue4 os infaliblemente en anarquía
"Teníendo en consideración que el derecho de gen–
tes autoriza a toda asociación humana para proveer q su se.guridad y existencia pacífica, sin qu~ le detengan antenores comprol11isos, que no se avienen con mira tan esencial, decreta, etc., etc."
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No nos proponemos narrar la hístoria de aquel luc– tuoso período de nuestra vida política, durante el cual
el nombre de "nicaragüense" llegó a hacerse odioso y
hasta epileto despectivo en los otros Estados Es nues–
tro objeto únicamente pintar a grandes rasgos la mise– rable situación en que Nicaragua, a pesar de las gran–
des ventajas can que fué dotada por la naturaleza, ha–
bía caído en los comienzos de su vida de nación, y para
que pueda apreciarse bien el esfuerzo gigante de los hombres de buena voluntad, que con su energía, inte– ligencia, y patriotisn1o, haciendo sacrificios de todo géne 4
ro, hasta del amor propio, por dar a sus conciudadanos ejemplos de cordUla, moralidad, justicia y buen gobier– no, lograron sacar del caos a este país, encaminándolo
por las vías del orden y del trabajo, abriendo sus fuen–
tes de plosperidad, promoviendo sus adelantos materia~
les e intelectuales, hasta hacerlo considerar en el exte– rior, por su crédito bien cimeniado, como uno de los pue– blos más cuerdos en el manejo de sus negocios.
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La historia política de Nícaragua, desde la procla–
mac;ión de su independencia, puede dividirse en seis épocas: la primero, que comprende los cinco años que precedieron a la emisión de su primera ley fundamental,
en 10 de abril de 1826; la segunda, la prímera era cons– títucional, de 1826 a 1838; la tercera, la segunda era constitucional, de 1838 a 1853; la cuarta, de 1853 has– ta mayo de 1857, época en que termínó la guerra na–
cional, con la expulsión de los filibusteros; la quinta,
que comprende desde esta última fecha hasta el pacto de Sab,ana Grande, en esta época se estableció el ré–
gimen ,de orden, paz, garantías y progreso, conocido con el nombre de "régimen de los treinta años"¡ en el cual alcanz6 Nicaragua, por su buen gobierno, por las garantías de que gozaban todos los nicaragüenses, por
su respeto al derecho internacional y por el crédito de que disfrutó, el honroso cognomento de "La Suiza Cen–
troamericana"; y la sexta, desde aquel pacto hasta nues–
tros dios
Los cinco primeros años de nuestra vida indepen– diente y la primera era constitucional son, sin disputa alguna, la época más sangrienta y tenebrosa de nues– tra historia Guerras civiles de carácter salvaje; asesi4 natos de ciudadanos prominentes en las calles y en las
cárceles; pública eiecución, en la plaza de Rívas, del Je– fe de Estado, don Manuel Antonio de la Cerda; asesi– noto tenebroso de otro Jefe de Estado, dan Pedro 8eni– to Pineda y de su Ministro General, don Miguel de la Cuadra, y degollación de prisioneros en una de las islas del Gran Lago, hecho bárbaro, conocido con el nombre de "el horrendo crímen de La Pelona" iCuántas vícti–
mas de ciudadanos, que en otras circunstancias habrían
podido labrar la felicidad de la patría, no fueron inmo– ladas en Olas del error polítíco y de las ambícíones de– senfrenadas en aquel oscuro y iúgubre períodol Una
espantosa guerra civil, la de 1824, redujo a escombros
la hermosa y florecíente ciudad de León, y dejó por mu– cho tiempo en intranquilidad e incertidumbre la situa–
ción de Nicaragua, sufriendo los horrores de una des–
hecha anarquía.
Hubo enseguida un Iigelo intervalo de paz, duran4
te el cual pudo hacerse la eleccíón de Supremas Autori– dades, y convocarse la primera constituyente del Estado En la primera era constítucional se presenciaron
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