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« Previous Page Table of Contents Next Page »huía la cooperación de quien era tenido en el público por plumo obligada de los Presidentes no letrados Es el caso que don Anselmo no vuelve desde entonces a figurar en el co"sejo ,áulíco de los mandatarios ,con– servadores ¿Cómo recibi{> en su corazón ese aleja– miento? ¿No podría explicar ese agravio de su espí– ritu la focilídad con que resbalaba hacia la vehemente oposición, que es la nota predominante de su labor periodística? Y dado su ascendiente de publicista en el patriciado de Granada, ¿no sería parte importante para animar el espíritu levantisco del partido conser– vador, que es una de las paradojas sentimentales de la política nicaragüense? La causa de muchas rutas seguidas par las naciones en su historia, está muchas veces en las cosas ordinarias del alma de los hombres extraordinarios; pero qué difícil es percibir las vibra– ciones intimas de esa alma cuando ya la cubren la muerte y la celebridad
El distanciamiento de dan Anselmo en los últimos
períodos conservadores, es -amistoso con Zavala, frío
con Cárdenas y de franca oposición con Coraza y con Sacasa Libre su pensamiento de las trabas de una posición oficial, corre suelto por el campa de su voca– ción, que es el cultivo de las letras, aunque siempre lo tira de la rienda el ser verbo de un partido político, en el periodismo y en el parlamento.
Durante todos esos períodos representó en el Congreso al conservadurismo tradicional, usando en las discusiones toda la gamo de la oposición, desde los tonos suaves y benévolos, hasta los altos y hostiles al Ejecutivo, Era elocuente, ¿y cuál era su elocuen– cia? La obra del orador no perdura en su integridad,
porque se forma de varios emanaciones de la persono,
que sólo pueden ser apreciadas por el espectador de vista y oído Al triunfo del orador contribuyen no só– lo el pensamiento y la frase, sino también el gesto, la elegancia y la figura valorada por la impresión que causa en el público Dos veces oí' hablar a don An– selmo Era un anciano y yo un adolescente, yesos
dos circunstancias pueden afectar mi juicio, pero 01
reproducir en mi memoria los actos de aquellas dos
oraciones suyos, me parece que carecío de los condi–
ciones de un tribuno, pero que hubo de tener grandes aptitudes de orador parlamentario Su prestancia, la soltura de SLlS modales, el tono de SLl voz, el énfasis de SLlS oraciones y el poderío de su lógica, me hacen creer que fue formidable en las discusiones del Con– greso El doctor Alfonso Ayón presenció un acalora– do debate en el Senado entre el General Máximo Jerez
y don Anselmo Tenía éste cincuenta años, es decir,
estaba en la mayor pujanza de su personalídad inte– lectuól El doctor Ayón hace una admirable pintura del choque de aquellas das mentalidades, representa– tivas genuinas del antagonismo histórico de las parti– dos políticos que se han dividido la opinión pública de Nicaragua El doctor Ayón se expresa así de don
Anselmo "Su razonamiento era cloro, reposado y
metódico, su estilo fácil, elegante, y a Jos veces pom–
poso, su dicción, terso, de corrección intachable como
de quien domina a maravilla el idioma Al final de
cada uno de aquellos períodos largos, armoniosos y
bien contorneados, el orador daba a su acento cierto
timbre como metálico, que quizás no habría sido de
muy buen efecto en una oración académica, pero que
se avenía perfectamente con el carácter impetuoso y
en cierto modo marcial de la oratoria parlamentaria"
Los políticos hispanoamericanos no saben que– darse quíetos en la postura de caídos, yeso inconfor–
midad, que es característica de la raza, ha sido una
de los causas de sus vicisitudes Un filósofo moderno dice que la América sajona no ha estado ni mejor ni peor gobernada que la América Latina, y que la clave de sus éxitos de paz interior y progreso continuo resi– de en la paciencia de su pueblo para soportar los ma– los gobiernos y esperar la época oportuna de liquidar
SLl administración En el partido conservador ha pre– dominado la inquietud por sobre sus innegables vir– tudes de honorabilidad y patriotismo Su impacien–
do se manifiesta en una exacerbación del sentido crí–
tico que lo torna reparón con la conducta aún de los gobernantes que profesan su credo Fácilmente se
excita a la primera queja/ es exigente y con presteza
se lanza a la aposición Colocado en ese terreno ha sido terco y agresivo Don Anselmo capitaneó en el Senado al grupo conservador que se colocó en esa ac– titud en contra de la administración del doctor don Roberto Sacasa Eran once los senadores, entr;; ellos dos ex-Presidentes, todos hombres caracterizados, se– rios, ilustradas, de gran posición social y política Formaban la mitad del número total de senadores, constituyendo úna obstrucción para el desenvolvimien– to de la política del Ejecutivo Alli lució don Ansel– mo sus habilídades de orador combativa, ardiente y repentista Las frases breves y cortantes con 'lue he– ría al adversario han quedado como apotegmas en nuestra oratoria parlamentaria El doctor Socasa ha– bía despertado, con el anuncio de su reeleccign, la intransigencia de don Anselmo y de los suyos, que rendían culto a la alternabilídad en el poder, coma al principio máximo del programa conservador La cuerda se puso tensa entre el Ejecutivo y la oposición del Senado, y Sacasa, perdidos los bártulos, resolvió cortarla expulsando a don Anselmo y al General Joa– quín Zovala, que eran los senadores más temibles, por la elocuencia de SLlS palabras y par el prestigio de su personalidad
Llegó otra vez don Anselmo a Costa Rica, refugia de los políticos orientales de Nicaragua en sus viajes obligados de opositores La situación siguió cada vez más agitada El partido conservador descendió al campo vedado de la conspiración, y en hora nefasta decidió lanzarse a la revolución, levantando la com–
puerta/ que con tontos trabajos él mismo construyera
para contener lo corriente de la demagogia, que había inundado y encenagado la primera época de la Repú– blica Don Anselmo desaprobó la sublevación del 28 de abril de 1893, en una carta que escribió desde Costa Rica, y en la cual vaticinaba la anarquía a la tiranía, como resultado de la guerra civil El portido
conservador resurgió por un momento a los poderes
públicos, pero como llevaba en su organismo la para–
doja de ser conservador y revolucionario, tuvo que sucumbir a la tempestad que él mismo desatara, para
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