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INTRODUCCION

Presentamos 01 respetable público un desfile de mu– jeres nicaragüenses. Por estos páginas aparecerán unos con nombres propios y ohas sin ellos. Cosas de 105

cronist~s y de los viajeros. No es posible que todos salgan do cuerpo entero. Unos saldrán vendiendo dul– ces, otras lovando su ropa El primer europeo que vió a las mujeres de Nicarclgua fué Cristóbal Colón, siem– pre primero en todo, y él mismo se lo cuenta a los Re–

yes en una carta fecherda en Jamoica el 7 de Junio de

1503. y el último es un obispo morovo: Mueller, que todavía las ost6 viendo, pues se quedó viviendo con

105 mosquitos. Entre Colón y Mueller hay uno serie de cronistas e historiadores de indias y viajeros de todo el mundo, que hrm estclc!o en Nicaragua, haciendo algo o nado Pero no todos dios se fi¡cm en las mujeres, ni todos los libros y crónicos de los que se fijan en ellos los tr.nemGS CI mano, pues los unas se encuentran en las bibliotecas y (lrchivos de España, Guatemala y Méji– co y los otros (que son una rareza en Nicaragua) hasta la fecha están en Itl lengua original eleI autor. No es nuestro afán dar (;1 público un aburrido documental his– tórico tOM plagoclo ele fechas como de pormenores eru– ditos, sino mostrar o nuestra mujer, simplemente, tal como es, con su belleza, sus costumbres, en cualquier part» del país, en cuolquier sitio, en el baño, en el tem– plo, o haciendo primores con los manos, o tocando una candélll en la guitarra. Por eso nosotros, para presentar este desfile, hemos sc:quecclo ocho crónicas eJel fresco viaje casfellc:lno y catorce libros da viaje, en inglés y fran– cés, ya que sus autores como parte neutral no disgús– tcm,n

(1 n~ldie con sus opreciClciones El cronista cuenta el CU¿llto de lo c¡uo ve, se lo cuento a un amigo, o al Roy, tr.ll como lo vi", sin dClr opiniones, ni matcm¡e a fi– losofar. m viajQ10 htltg visitas ~ los domos, monta a coballo con ollas, y (fsiste Cl Uila "tertulia". Pero el cro– nista y el viajero pueden mentír o exageror por estar onc;""olado5 do Ul10 mujer., elel paisaje--Iujo que no se

pU<1clen d;;¡f !DS histori'.1t1cres--, poro estás mienten y

e;(C/a,:¡rcm por raz:oncs menos inocentes, por no decir, aco– nómicas o políticas. Tenemos pues, alguna razón pC:!I'a confiar on los cronistas y on los viajeros. En ellos en– contramos viviente a la mujer: con el indio, con el es" pClfiol¡ con GI hi¡o de le¡ ¡nclia y el español. En todo mo– m:lnto, palpita. Aquí UIUI mujer fuma cigarrito; otra saluda al viaiuro: "iAdiós, California!". Una se muere elo hambre, ot.o bebe vino en presencia de caballeros. Unas cantan a coro en la laguna Olros celebran "Bac. chanalios Feísimas". Ayer estuvo destrozada en la ple–

tlr~ de st!crificios, después tenia hijos de blanco sobre sus pochos. Un lecho de muerte: una mujer con una alta esperanzo. Una tumbo sin nombre: uno mujer asesina– do. Una calavera que rueda 'sobre el polvo: fué una niño que solo tenía diez y seis años ..

Asi es la muje. de Nicaragua, en toda su vida, lle– no de belleza, asaltos, omores, sacrificios, miseria, te. moras, bondades, sangra y muel te; pero en todo esto palpitcl la vida, porque le tiene apego: es lo unico qUCl tiene Vida. Para tenerla, y perderlCl, en cualquier par.

te, en el comino de su propia vida.

El historiador nunca nos hobla de la mujer que va o la fuente, ni de lo dueña de la hospedería, ni de la que va de c~mpras con su crío, pues esas mujeres no han cometido ningún acto heroico -o su parecer-

como si no fuero heroico solamente el VIVir, y más vivir como vive la mujer de oquí intensamente. Thomas Belt, un 110luralista inglés compañero de Darwín, se sorpren– día de que las mujeres de Nicaragua no supieran su edacl, ni la de sus hilos; como si se necesitase de las eelades para poder vivir, o de tener al"untada o en la memoria, la edad de los hijos, para poder tenerlos. La muíer de aquí vive fuera de la edad y de lo cantidad. No le interesa tampoco el número de hijos. Lo impar. tante os tenerlos. Ttlmbién puede casarse por conve– niencia del Reyno--como las ricas se casan por la con– veniencia de ~U5 dineros-, pero también puede entre– garse o un hombre y no le pide casarse con él. Hay de todo. Leyendo las crónicas y los libros de viaje nos en– contramos ya con una mojer desconocido, o con una que se SOC\ ¡fica por la ptltrio, o que hace el mejor chocolate del camino. Otras bailan; otras hilan. Una pasa, se oculte!. OtrCl da su nombre de una alegre mesonera, pe– ro Plleden olvidar el de las princesas de la Mosquitia. Nadie esló garantizada en aparecer. Hace 117 años, va– rias damas granadinas preguntaban con ansiedad a Mr. Squier, si un tal Mr. Stephens -que estuvo en 1840–

IlCIbía dicho algo sobre ellCls, en un libro que había es– crito sobre su "pobre país". El señor Belly apunta ca– riñosamente ti la lavandera IllCisayesa -aunque no le sepa el nombre- que le "devolvió religiosamente un objeto prec:ioso '1U9 se le había perdido".

Pero yo estomos hablando mucho de estos cronis– tas y viajeros y alÍn no los hemos presentado al público. Ya los iremos lIamemdo y diciendo unas cuantas cosas elo ellos, en el orden cronológico en que vinieron a Nica– ragua. Omitimos la fecha de su estadía aquí por estar en el paréntesis que acompaña es sus nombres en ItI bibliografía del "resúmen". El primero, ya dijimos que fuá Colón, un gfl:m viajero, que en el último de sus cua· tro viajes y por la ca~utllidad de un huracán se dió el

9U510 de vor

(l las muj(¡res de Coriay. Después vino GonzcJlo Fernández de Oviedo y Voldez, primer cronista del Nu~vo Mundo, hombre de mucha observación e in– trepidez, aunque muy miedoso a los demonios y hechi–

cerí~3. Antonio de Herrara nunca estuvo aquí. Todo lo que dice sobre Nictlrogua se lo contó Pedro Martir de AngleríCl -o lo copió de su libro "De Rebus Oceanicis et Orbe Novo", Decadae 111, que fué impreso en Basilea en 1533. Gómara tampoco estuvo en Nicaragua, tiene pasajes enteros copiados de Oviedo. Las CasCls fué quien batió el record de viajes -hizo siete de ida y

vuelta- y ti costa de los indios a quienes defendía. El Pacre Va:zque:z fuá Lector Jubilado Calificador del Santo Oficio, Notario Apostólico, Pc¡dre de la Provincia de NI– caragua y Custodio y Cronista de Guatemala, nada me– nos. Don Antonio Parla Costas, era un Ingeniero que recorrió todo el litoral atlóntico desde el Cabo Gracias a l:\ios hasta D1uefields. Los viaieros son: Roborts, un comerciante inglés que vendía chucherías a los mosqui– tos y que se solv6 milagrosamente de un fusilamento en San Juan del Norte. Stephens no esluvo mucho tiempo. Squier fué cónsul de 105 Estados Unidos cerca de Centro América -entonces bastaba un cónsul para toda Centro AméricCl- y no perdió su tiempo: escribió once libros sobre sus viaje, por estas tierras, estudiando su arqúeo· logía, geografía, etnologia e historiCl, además de varios escritos sobre el canal interoceánico y la cuestión mosqul.

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