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« Previous Page Table of Contents Next Page »un manojo do tirsos llenos de su blanca floración. Y calculaba al ver la feracidad de aquel terreno, en que so sucoden alturCls y hondonadas, tupido de arbustos de riqueza, cómo es de fecundo y próvido aquel suelo
y cuánto hay que aguardar de las horas futuras, cuan– do una opropiac!a y propicia corriente inmigratoria con– tribuya a hacer la producción más abundante y más pro– ficua"
En los pán afos t1 anscritos, Rubén Daría nos da una poética lección de botánica que el lector no olvidará A través de sus líneas, incluso, se percibe la sensación olorosa e Inconfundible que proeJucen 1m flores tropica– les, de los cafetos, de los bananeros, del boscaje toeJo que cubre Jos Siell as eJe Managua
y cuando 10 pintura la hace en verso, el paisaje nicaragüense se aparece en miniaturas geniales que se– mejan cuadlos de Corot, como ese que tituló "Intermezzo Tropical" :
Midi, roi ele étés, como cantaba el criollo francés. Un mediodía
toda Ja isla quema Arde el escollo; y el azul, fuego envía
Es la isla del Cardón, en Nicaragua. Pienso en Grecia, <m Moraa o en Zacinto, Pues al brillo del cielo y al cariño del aguo se alza enfronte uno tropical Corinto.
Penachos verdes de palmE!ras. Lejos la tribu en roce! de volcanes viejos,
que, como todo, Clguarda su instante de infinito.
Un ave de rapiña pasa a pescClr y torna con un pez en las garros.
y sopla un vaho de horno que abochorna
y tuesta en oro las cigarros.
La pintura de Corinto, de clima extremadamente aldiente, con sus mecliodías bochornosos durante los cuales hasta la brisa marina sopla con cafores de horno, a más de exacta como una fotografía, resulta tan su– gerente. La isla del Cardón, cuya posici6n tiene simili– tud con la isla Puná en el Golfo de Guayaquil, que res' gUCJIeJa la entrada a lo bahía de Colinto, subdiyjéndo– la en dos estrechos que dan acceso a ella desde el mal Su acertaclo nombre recuerda que el calor y la sequía, que sólo permiten el arraigo y flolecer de los cardos, constituyen su peculiaridad geográfica, admira– blemente evocados por el poeta. Y ese
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"Lejos IQ tribu en roca de volcanes vlelos, . que, como todo, aguarda su instante de infinito"
con que 001 ío alude al conjunto voleánico de los Ma– /labios, es genial metáfora que sólo la fantasía lírica de un auténtico creaclol de imágenes pudo ver en los prosaicos conos gl ises eJe la cordillera nicaragüense que se contemplel desde ese ventanal malino que es la ba– hía de Cori nto
En la descripción de las gentes, de las personas, encontramos iguales aciertos:
"La mujer nicaragüense no tiene un tipo marcada– mente definido enll e las del resto ele Centroamérica¡ pe– ro hay en ella algo especial que la distingue. Es, y
ya lo he hecho observar en otra parte, una especie de IClnguiclez arábiga, de nonchalance criolla, unida a una natural alagancia y soltura en el movimiento y en el an– clar Como en Ins Antilkts, como en casi todas las Repúblicas sudamericanas, abunda el calor moreno, el wbello negro; pero no son escosas las rubias. Sola– mente que el clima no dela durar mucho los oros de los primeros años".
y cuando pOlo completar la pintura, de un retrato femenino, reculre a los símiles inspirados en los rasgos de la Geoglafía Patria, lo hace siempre tratando de exaltC1l 10 nativo y lo vernáculo, como puede observar– se en muchas de sus dedicatorias escritas a vuela plu– ma, en Albumes y Abanicos:
Un eco dulce y magnífico, vago y misterioso cántico de aqueste suelo prolífico que está lamiendo el Pacificó
y está arrullando el Atlántico.
Con el alma entusiasmada le brindo en esta ocasióri una corona formada con magl,olias de Granada
y con mosquetas de León.
La etopeya del trabajador nicaragüense, aSimismo, es un modelo de apreciación del carácter, de la perso– nalidad, de la conducta de este hombre tan estrecha– mente compenetlClclo con su ambiente geográfico:
"Si el clima predispone para la fatiga y hay en él el tropical incentivo de la pereza, c:rdelonta, sin embargo, la actividad artesana. Managua, León, Masaya, Gra– nada, RivClS, Motagalpa, son centros principales de tra– bajo. Aunque los condiciones de vida del país son tan diversas de las que hacen Jevantor tantas protestas al obrero en naciones europeas y americanas, no ha de– jado de sentirso por allá uno qu~ otro vago soplo de
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