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« Previous Page Table of Contents Next Page »mundo afectivo A su celda llegaban los elogios del mundo, mariposas de colores que aleteaban alrededor de ella, y que 01 quemarse en la llama lE! avivaban su hoguera Llegó a sentir que el claustro le cerraba los horizontes para el vuelo; y se acusaba, pronto, de no po– der atender las cosas de Dios Entonces le entraban rachas de arrepentimiento, castigaba sus carnes con ex· tremo rigor, al punto que tenían que irle a la manO pa– ra que las penitencias excesivas no la extenuaran Dice su confesor: "Juana Inés ho corría en la virtud sino vo– laba" Mas luego una carta l.iteraria )e llenaba de se– creto gozo, un homenaje, una 'lisonja ti su arte, exalta· ban en forma desbordante su 'alegría Y para que su tortura fuera mayor, junto el su ciencia aumentaba su belleza, cada vez más radiante, más acendrada de mie– les Así fue como para unos llegó a ser un f~rlix y pa– ra otros un escándalo Mitad lisonjeada, mitad diVer– tida, efla amonesta a sus admiradores, y en romance que no terminó lés dice: "Yo soy una mujer ignorante, de estudios desordenados, ¿es que acaso Jos é6ndimen· tos de mi tierra han vertido un perfume mágico en mis versos?" Esta glorificaCión ero pala ella perturbado– ra yola par avergonzante, por que seguran:'iente iba di– rigido a una imagen ideal en Id cual la habían conver– tido los intelectuales europeos.
Con todo, la idea de su g(oría literaria E!ra Uh cos– quilleo siempre renovado, en parte inquietanre para su espíritu, pero que la llenaba de íntima sat1sfacqión Su
imaginaCi6n no le permitía transitar por, los caminos de todos, menos por los corredores sombríos de un con· vento, se desviaba para llegar más lejos y más alto. De allí que su ¡:>ensamiento pudo llegar a ser peligroso pa– ra su fe. El Padre Antonio, que tenía temores respecto a la salvación de su alma, parece haber dicho: "Dios no podía haber enviado un aiote más grande al país que deiar a Sor Juana en ros círculos mundanos" Sin em· bargo, cucllldó el/a ya hóbía vivido y servidó largos años en el e/austro, sin poder renunciar, a las Cisncias y a
'las artes, le refiró su auxilio esplrjtual, dejándola sufrir dos años bajo ¡él presión de su sílendó desapróbádó( Mas; en justicia no habíá en ella vanidad El estudio y la poesía la absorbían de lleno, se apoderábolÍ de ella y
la conducían d6cilmente de la mano, como en una alu– cinación; luego el aplauso unánime le pol1íp frente a un misterio: el misterio de su propio ta/énfo..
Así vivió largos anos esta maravillosa muíel, he·
cha de amor y de 9010r; nacida para el vuelo lejano y
encadenada en una jaula de plegarias, estrella con ro– paie de cirio, que aun quemándose en la santa penum– bra de un altar, di6 su luz de lucero ti todas las distan– cias: 10rturaba porque su. amor divino no le b\7.ó sus ojos de .10 tierra, ni le cerró los oídos a la profunda mú' sica del alma Tuvo la energía del diamante y supo fulgurar magnética en la obscuridad Yo pienso que el retazo del cielo que le envolvió de azul el espíritu, fue el me;or camino para ffevarla a Dios; cuando la plegaria no acudía a sus labios, alguna tierhO estrofa la tornaba
tan dulce y tan pura, que si no era ella la que ascen– día a las alturas, era Dios mismo él que bajaba hasta ella
Pero llegó el momento en que supo mostrar toda la sublimidad de su alma religiosa; todo ese amor divi· no que le hizo encontrar a Dios en cada misel ia y en ca– da pena de los hombres Sor Juana nq fué una visio– naria. En su profesi6n dé fe fue ortodóXd; en sus ideas fUe siempre claro y seguro; en lo horma de su vida,
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pura y fiél a su deber, y así recorri6 su difícil ca. minó Hasta que en las postrimerías del siglo XVII le tocarOn' a México años tristes y llenos de tormentas Los indios del norte se levantaron, aniquilando °
dispersando las misiones cristianas En las costas, los piratas, atraídos por el fabuloso botín que México guardaba, hicieron desembarques en los que arrasa. ron y profanaron todo; en el interior hubo revueltas sangrientas, que llegaron hasta la propia capital, cun– diendo el pánico y la inseguridad Los indígenas, ham– brientos y desesperados se al roja ron nuevamente en los brazos de sus dioses sanguinarios, y volvieron a inmo– lar víctimas humanas en sus altares El Virrey, ¡nsegu– 10 de su vida, abandonó su palacio, atropellado por la muchedumbre y se escondi6 baio los techos protectores de un convento los edificios del Cabildo y el Archivo del Estado fueron incendiados Para reprimir la rebe. li6n no se escatimaron flagelaciones públicas, degolla– ciones, procesiones expiatorias que pasaban frente a las iglesias cenados Las enfelmedades se propagaron, de tal manera, que cortejos fúnebres intel minables pulula– ban a través de la ciudad; y muchos de los admirado– les, amigos y hermanos conventuales dé Sor Juana pe– recieron
Entonces, el que hóbía sido sacrificado callado e interior, se mostró desbordado, sin valladares que lo con· tuvieran Sor Juana se conmovió hondamente, se iden– tificó con aquella miseria desesperada, la sintió como un puñal en sus entrañas; '/ renunció a todo lo que le quedaba de ilusión terrenal Abandonó sus estudios, se despréricli6 de sus reliquias y trofeos literarios, de '9s bibelots y obsequios cM que los magnates y admirado– res la habían glorificado y que eran su pequeña satis– facci6n hvmaM; y hasta de lo que constituía "su quita ¡:>esares", SU amor más grande ele la tierra, su bibliote· cél de cuatro mil volúmenes, en la que por tantos años
habkJ Vivido sumergida, éqn las r6íces ávidas pren.c;Ji–
das
el SU$ fuentes inagotables; su biblioteca, la dadora
)le lui y dé fuerto, las alas d~ su pájaro prisionelo Sus instl url1e.ntos niusíc61E;s'¡ y astronómicos, que le pel' mitían evéldirse por los esp(.)ciós,caminar por las estrelltJs
y las nebulosas; todo lo \:lió para calmar el hambre de los menesterosos. Sólo guqrdó para sí sus libros de oro· ciól; y su cilicio, para castigar más su cuel po, su bello cuerpo, bello y fresco CI su pesar.
Y tuandó la peste, eSa embajadora de lo muerte, como ella gran demócrata y niveladora, que no respeta estados, privilegios ni jerarquías, penetró por 'as puertas del coMento con su campana trágica,
SO) Juana no hu–
yó Sus locos aletearon tristes y angustiadas sobre las hermanas agonizantes, y sus monos suavizaron, como las oraciones, los dolores de los cuerpos y las dudas de las almas. Entonces vivió la estrofa más noble y su– blime, aquella en que logró unir, místicamente, el amor a los hombres con el amor a Dios, Su alma, encendi– da como un cil io, dió su luz de consuelo hasta que le
toc6 extinguirse, dando resplandores Una mañana de abril cuando los árboles se cubrían de nuevos retoños, y
las brisas acariciaban la esperanza de la nueva prima– vera, Sor Jualla se mOlch6 (a los 44 años) acompañada del canto de los pájaros y el perfume de los azucenas La tierra quedaba lleno de lágrimas y de miserias, pe– ro ella había hecho ritmo y melodía celeste, iba hacia las hermanas estrellas, a postrarse CI las plantas de SU
divino amado
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