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« Previous Page Table of Contents Next Page »su dignidad, ¿no sel ía una decepción de amor? Acaso escudriñando en sus versos, esos versos suyos que se sienten tan sinceros, encontremos la clave
Uno de sus poemas más famosos, aunque no de los mejores, que comienza: "Hombres necios que ocu– sais .. en lugar eJe sel una defensa de la mujel, pudie– lel ser una defensa de ella misma; y al juzgar a los hombres pudiera estOlse lebelando contra un sólo hom– bre En ninguna otra de sus poesías se encuentra ese Oidor tan enconado, ese tencor rayano en el odio y el desprecio, al que sacrifica, por momentos, hasta la gla– cia y e/ sentido estético Leamos algunas estrofas, que
acaso nos ayuden a descorrer el velo:
"Hombres necios que acusóis
Cl la mujer sin raz6n, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpóis Si con ansio sin igual solicitcíis su desdén,
¿por qué quereis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia
y luego con gravedad decís que fUe liviandad lo que hizo la diligencia.
(.Oué humor puede ser más raro
que el qua, falto de conseio '
él mismo empaÍla el e~pejo
y siente que no esté claro?
¿Pues cómo ha de estar templada la que vueslro amor pretendo, si la que es ingrata ofende
y ICl quo es fútil enfado? ¿Cuál mayor culpa ha tenido el1 una pasión errada: la qIJe (tle de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
cllJITque cualquiera mal haga:
la (fUe peca por la paga
o el Cjue puga por pecar?
¿Pues poro qué os espcmt6js
ele la culpa que tenéis? Qusredlas cuál las ht;lcéis
o hacedlas cual ICls buscáis".
Se siente en erras, más que un motivo de justicia
~ebelde. una herida sangrante, un ideal destrozado; un rdolo que cae hecho pedazos Más adelante veremos
cómo los celos 'a torturaban hasta el paroxismo; y có. mo la ausencia la tornaba lánguida y abatida Indu– dablemente su alma se quemaba en un oculto brasero, y comprendió que el amor humano no \0 merecía A los ocho años compuso su primera loa, con oca– slon de una fiestel religiosa en el vecino pueblo de Ame-cameca LCI yema todavía cerrada em pezó a dOl se en perfume Con interrupciones y variando los temas de sus velSOS con las inquietudes que fuelon agitando su alma de nardo, pequeña todavía pero ya cargada de ellomas, fue forjando una personalidad propia, exclusi–
vamente original pOlO el medio en que vivía y que no
sólo llegó a causar asombro sino preocupación Al leel sus poesías. se adivina que en realidad fue ele singular belleza, no porque ella lo diga ni siquiera
IQ deie pensar, sino porque se siente la admiración que despertaba No cabe duda que ella amó y qua
fue amada Sus versos de amor profano, que son de los mos suaves y delicados que hayan salido ¡amos de pluma de mujer, nos lo dicen con pasión tan sincera y desbordante de emoción lírica, que no dejan lugar a dudas EscucheDlos algunas de estas estrofas, estreme_ ciclas, inquietas, hasta torturadas, cauce estrecho para una tan inmensa corriente de ternura
"Esta tarde, mi bien, cuando te hablaha, como en tu rostro y tus acciones vía que con pCllc¡bras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba
y amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía; pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazán deshecho destilaba
Baste ya de rigores, mi bien, baste, no te atormenten más celos tiranos, ni vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos: pues ya en líquido humor viste y tocaste mi coraz6n deshecho entre tus mcmos".
Ella, la cottejada, la consentida, la que alumbraba y atraía, abri6 su corclzón a quien no supo apreciarlo; y como no era mujer pala cosas pequeñas menos ha– bría de serlo para un amor pequeño y pasajero Pare– ce que sufrió de incomprensión, de liviandad, y el de– sengaño y los celos del novio la pusieron en trance de desesperación Oigámosla:
"Mas ¿cuándo, iay gloria mía! mereceré 902:0r tu luz Serona? ¿Cuándo llegará el dia
que ponga dulce fin a tanta pena? ¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto, y de los míos secarás el llanto? ¿Cuándo tu luz hermosa revestirá do gloria mis sentidos? ¿Y cuándo yo dichosa
mis suspiros dCiré por bien perdidos teniendo en poco el precio de mi llanto? ¡Qué tanto ha de pensar quien 90.za tanto!
No querría terminar estos q:mtos apasionados, ton
vehementes. que en mi concepto ayudan a explicar su retito conventual, sin .leeros este otro, uno de los más uellos sonetos de amor, en el que sé siente latir una temu 10 ya en brazos de la de$esperanza, que lucha por conservar la sonriso cuando se están denainando ya las lágrimas Dice así:
"Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen ele! hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegra muero, dulce ficción por quien penosa vivo Si al imón de \us gracios tllrClctivc> sirve mi pecho de obediente Clcero ¿para qué enc¡moras lisonjero, si has de burlarme luego fugitivo? Mas b'asol1l1r no puedes s(ltisfecho de que triunfa de mí tu tirania;
que aunque deies burlado el Ic:zo estrecho que tu forma f(lntélstica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía".
Una vez en el silencio conventual, si bien cerró los ajos a la pompa sensual y palaciega, no pudo encade– nar su mente, que siguió ávida penetrando arcanOS Y
descubriendo infinitos Su celda f1aq6 a ser un museo,
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