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estudios, fas carreras profesionales, los prejuicios favo– rables contribuyen a la conquista dé la libertad, los padres han dejado de ser obstáculos. Por tanto, la rebelión de las hijas se ha atenuado

El dinel'O

Pero los padres dispensan el dinero, y con ello poseen un medio de presión determinante sable la existencia de los hijos, a los que mantienen así bajo su dominio

Las jóvenes francesas perciben, de ordinario en flacciones semanales, sumas mensuales que varían en– tre 20 y 100 nuevos francos según el medio socia! y

el nivel de la familia, el clima moral y reHgioso, el nú– mela de hermanos y su edad

Este procedimiento de apoyo financiero dispen– sado con cuenta-gotas constituye para las jóvenes el último vínculo con su infancia y, por lo general, no las humilla sino al contrario

Eso no excluye que la joven, alentada por su familia, procure obtener otro dinero, llamado "para alfileres", haciendo trabajos de oficina o dando lec– ciones a alumnos particulares

Hay muchachas que a los dieciséis años son ya verdaderas mujeres, se las encuentra generalmente, no en las familias burguesas, sino entre las obreras. Se trata de hijas de famHias numerosas que, al no po– der seguir a cargo de sus padres y verse obligadas a

componérselas solas, ingresan en una fábrica o taller pasan muy pronto, por así decirlo, al estado de mu– jeres

Por otra parte, en las clases trabajadOros y de pequeños artesanos ocurre a menudo que las familias, por una especie de lujo anticuado, mantengon d Id

¡()Ven mós "guardada" de lo que está en la burguesía. S,egún M. Chapsal, "esta joven (que es a menl!do hija única), mimada, mantenida en situaCi6n de dep'enden–

d<l, sin reCibir ninguna formación profesioMI ni apren–

d<l!' oficio alguno, sostenida en caso por el padre a costa de grandes sacrificios materiales, continúa sien– do durante un tiempo inusitadamente largo uno au-téntica muchachito/. . Hoy día existe en Francia, entre las mujeres de la burguesía, al parecer por efecto de un esnobismo de inspiración exterior, un prejuicio favorable al trabajo di, la mujer.

Pero el oficio que aprenden o ejercen ya muchas jóvenes francesas, sólo excepcionalmente piensan en conservarlo después de casadas Entre las estudian– tes, las futuras profesoras o artistas constituyen la ex–

cepción que confirma la regla

¿Se propone usted seguir trabajando después de casada? La respuesta a esta pregunta revela un re– troceso casi unánime La mayoría han renunciado ya "No creo En todo caso, no después que naz– ca el primer hijo . salvo, por supuesto, si fuera económicamente necesario No, eso no me gusta-ría la mujer casada debe quedarse en el hogar" De lo cual se deduce, sin duda, que las jóvenes que trabajan para ganarse la vida Cabreras, depen– dientas de almacén, mecan6graf<Js) aspiran Q liberarse del trabajo por, medío del matrimonio.

LoS muchachos

Es posible que Jo bUéna inteligencia entre mu– chachas jamás haya sido tan directa, y por ende tan invisible, como en esta generación

Con todo, en general, las chicas consideran a esos muchachos "demasiado jóvenes" para ellas y, si– guiendo la tendencia de una sociedad en que todo las conduce al matrimonio, aspiran a tener por compa– ñero "un hombre" y no un "muchacho" Pero todas creen en el "gran amor" y se preparan para él

B. El amol'

El 83 % de las mujeres interrogadas en una en– cuesta mencionaron "el apego a un hombre, a un esposo" Pero de ese 83 %, sólo un 22 % menciona– ron explícitamente el amor Hablaron de un buen

marido el 41 %, de un buen hogar, el 20 %, de una vi– da apacible y cómoda, el 54%, de los hijos, el 21 %,

de Jo salud, el 24%, del trabajo y la posibilidad de in– dependencia, el 18 % -todo lo cual son factores de felicidad, entre los que él bienestar material no se Con– sidera ser el menos impol tante!

Por otra parte, la prensa sentimental contribuye a forjar y mantener una cierta idea del amor, que no es "ni sentimiento, ni pasión"

C. La mujer

La francesa y el matrimonio

"Afirma M Chapsal que la inclinación de esta sociedad sigue siendo hada la pareja, la vido en co– mún de dos seres"

EI~tre los ocho millones y medio de mujeres flan– cesas que tienen de 20 a 50 añOs

_.-seis millones y medío están ¿asadas,

_.-unos quinientas mil lo hdli estadó y son ahora viudos o divorciadas.

Si 10 joven se casa arites de los 20 ónos, son factor eS dé deciSiÓl'\ para ellp el deseo de asegurarse o lo vez el derecho a fa autonomía y ¡.In afeetó del que Se cOI,sidera privoda en su círculo familiar, el deseo de entrar en la corriente de Jo tradición, y asimismo el de legitimizar su ingreSO pre¿oz en la vida amatoriO DespuéS de los veinte años, la decisión es más medi– tada y se mira el matrimonio como un seguro contra la soledad y la inseguridad material o afectiva Se trata entonces de motivos realistas En conjunto, un ma– trimonió de cada cinco es un matrimonio contraído por amor

Lo que esperan del matrimonio

Incluso cuando el amor pOI el novio no ha sido el motivo determinante del matrimonio, la joven espe– ra casi siempre que su vida de mujer casada le traerá el afecto del esposo, el amor compartido, la felicidad. El afón de tener "un hogar propio" es muy vivo, y caSI siempre de igual intensidad cualquiera que sea la e~?d

a que se casa la mujer Pero el deseo de tener hiJOS dista mucho de ser una de las principales esperanzas de la novia menos de una de cada dos la menciona

como cosa muy importante

Cuanto más elevado es el nivel de aspiraciones Y exigencias de la mujer, tanto mayor es lo necesidad que siente de admirar para amar.

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