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so familiar demasiado bajo De modo que la mujer Norteamericano, al igual que el hombre, se divide en dos grupos un grupo escogido que se ve rodeado de gloria y rujo, y otro gl upo que abarca la gran mayoría, formado por tos que tienen que trabajar para ganarse la vida día a día, pero aún la minoría de las mujeres, aquellas que poseen grandes fortunas, son impotentes

en lo que toca a sus propias riquezas porque cal ecen

de control estratégico sobre ellas

Derechos iguales

Durante los primeros 25 años de este siglo la mujer Norteamericana se la pasó luchando por dere– chos iguales a los del hombre habiéndolos obtenido, se ha pasado los siguientes 25 años dudando de los beneficios de tales obtenciones. ti empeñIJ en ad– quirir el voto, el derecho de poseer y traspasar propie– dades bajo su pi opio nornbre y de controlar sus ingresos y de asistir o las mismas universidades y es– cuelas para profesionales que los hombres, se atrajo los esfuerzos pel sistentes e inc¡uebrantablds de un grupo de lideresas femeninas, desde Emma Willard, Mary Lyon, Fanny Wright, Margaret Fuller, Elizabeth 5tanton, Catherine Beecher, Lydia Child, y lane

Swisshelm hasta Jane Addams, Carrie Chap~an Catt, y Eleonor Roosevelt Hubo mujeres profesionales en el siglo XIX, pero la brecha entre ambos sexos era bien grande, en el siglo XX se hizo más angosta Los ví– tores y burlas con que eran recibidas las demostracio– nes por el sufl agio al principio de la década de 1920,

parecen poca cosa ahora, que tenemos alcaldesas y mujeres en el Senado, delegadas a fas Naciones Unidas, y aún miembros del Gabinete, fa mismo que jueces mujeres, doctoras, científicas, novelistas, dra– maturgas, y corresponsales de guerra

y aún hoy día, alguna de las militantes por los "derechos iguales" ven con malos ojos la legislación protectora de lo mujer, con la creencia de que hacer excepciones con ellas para protegerla es condenarla a un rol subordinado Pero no queda duda de las vic– torias obtenidas en los ciclos sucesivos de emancipa– ción Ese es el dilemo de la mujer Lo que más le preocupa es la duda de que si en verdad lo que más quiere son sus derechos A pesar de lo ardua que ha sido la lucha legal y económica, no le ha dado tran– quítídad a su espíritu inquieto y 01 torbelfíno de su cabeza, de modo que no puede poner todo su empeño en ella

Logros alcanzados

Yo no tengo la intención de menoscabar el efecto

que la mujer ha tenido en humanizar los rigores de una sociedad basada en el poderío y la adquisición Los grandes logros en lo historia de los movimientos reformistas en Norteamérica -en el servicio civil ad– ministrativo, reforma penal, legislación laboral y de seguridad social, abstinencia de bebidas alcohólicas, servicio social, casas comunales, eliminación de los barrios bajos, vivienda, salud pública, y el movimiento internacionalista- deben todos paciencia, dedicación y compasión a la mujer Una gran parte del sobre-

saliente papel que ha tenido Eleanor Roosevelt en la historia, ha sido el de mantener los aspectos de poten– cio del Nuevo Trato (New DeaO en perpectiva dentro de ros aspectos humanos Por hallarse un poco fUera de la Cal riente de expresión de Norteamérica, la mujer ha podido a menudo desarrollar una capacidad que pocos hombres desarrollan paro protegerse de la crueldad de lIna joven nación en desanol!o Aunque HowthOlne desdeñaba el "destestable tumulto de mu– jeres chillonas", Henry Adams luego admitió de mala gana, "Me sospec.ho que las mujeres son las únicas lecloras -cinco por uno- V que no se debe C.l ear un Auditorio ent¡ e ellas" Muchos profesores de uni– versidades opinan que es la estudiante mujer la que mantiene viva la llama de la educación de artes liberales [1 auditorio de ro música y- literatura

~¡orteamericana está compuesto en glan parte de mu– jeres

En una sociedad que tiene la tendencia a volverse cerda día más militarizada, lo mujer Norteamericana sua',iza el rigur de la obsesión de las armas y el pode– río En una discusi6n sobre /a historia del estado de Esparta, Arnold Toynbee señala que los hombres eran completos esclavos de la disciplina del militarismo, y

que al final, sólo las mujeres se pudieron adaptar al

nuevo sislema de vida obteniendo en esa forma supe–

I ioridad moral y hasta control político y económico Esta no el a la rrimera vez en la histol ia que la con– centración del hombre en el poder los privaba de flexibilidad y daba a la mujer una ventaja moral sobre el homble

Por muy importante que sea el papel humaniza– dor de la mujer Norteamericana, sus hazañas creati– vos en el nivel óptimo no han podido igualar a las del hombre Han habido buenas novelistas (Edith

Wharton, Ellen Glasgow, Wi/la Cather), poetas (Emily Dickinson, Edna Mi/lay, Elinor Wylie), escritores de cuentos cortos (Katherine Anne Porter, Eudora Welty), dramaturgos (Lilliam Hellmon), bailarinas (Martha Graham) Pero, con la excepción quizás de Emily Dickinson ninguna ha podido llegar a la cima del ta– lenlo cleador del hombre Esto simplemente muda de lugar el análisis, y nos plantea la interrogativa de que si no existirá cierto genio creador que se aproxi– ma más al temperamento femenino, y para el cual la fuerza dominallte en el ambiente Norteamericano no ofrece medios de expresión Uno podría, por ejem– plo, concebir de una novelista mujer que llegara a ser otro Hcnry James, pero de ninguna que /legara a ser otro Me/vil/e, Dreiser, Hemingway a Faulkner Ten–

dríamos que llegar a la conclusión de que la fuerza dominante en la cultura Norteamer icono, desde el punto de vista del genio creador, congenia y concuerda más con el hombre que con la mujer, y que el "com– ponente cr-eador" de la mujer encuentra menos hos– piialidad en el ambiente cultural Norteamricono Porque la energía dominante de la cultura Norteame– ricana se halla saturada de poder, cargado de violen– cia, y colmada de empeños y triunfos, de modo que la mujer talentosa se siente desconectada de e~q, y limi– tada en el grado de expresión Por tanto, Se vuelve hacia la novela costumbrista, al cuento corto, 0,( la danzo, en todos los cuales pued~ funcipn(Jr ,~qmo ,'1-0-

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