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LA MUJER NORTEAMERICANA

CLAUDE MARCHEIX

Conferencista en Ciencias PoHtieas

y autor de "Los Estados Unidos como Constituciones" .

La carga de ser mujer

Raramente en las civilizaciones históricas se ha encontrado la mujer tan libre, tan expresivd e influ– yente como se encuentro hoy día en Norteamérica Al mismo tiempo, nunca había sido tan pesada como

~hora la carga de ser mujer y tratar de ser una mujer c.ompleta

Todo en la vida Norteamericana parece conspirar para hacer de la mujer una criatura resplandeciente, mimada y adornada, al mismo tiempo que enloqueci– da por un dilema que reflejo el problema que existe dentro de ella misma y en la cultura que la rodea Ella se encuentra dividida por una parte, trotando de competir con los hombres en empleos, profesiones,

negocios y cargos gubernamentales, y por otra, tra– tando de encontrar su identidad comc esposa, madre

y mujer Esta lucha es responsable en gran escala por el lugar ambiguo que ella ocupa en los'?ciedod y

por las frustraciones y neurosis de que se le culpa La época formativa de la joven es muy diferente

tl la del muchacho A eHa se le contempla con me–

110S entusiasmo para las familias de pocos recursos representa gastos en vez de {uente de ingresos, pera la familia de la clase media presenta ef problema de casarla A ella se la vigila más que a sus hermanos, participando en esta vigilanCia la familia de la que es miembro, la comunidad, y su propia conciencia En vista de que se la considera el sexo débil, se lo tiene que proteger, como se espera que haga un buen ma– trimonio, debe ser buen partido, debe cuidarse de ho rebajarse, de que no se murmure de ella, de encerrar– se en la coraza triple de la inaccesibilidad El subur– bio o ciudad pequeña donde todo mundo se conoce y donde aún prevalece la herencia Puritana en la mora– lidad le cría un ambiente sofocante En consecuen– cia, muchas chicas de ciudades pequeñas buscan al anonimato que les ofrece las grandes ciudades Sin ernLargo, aún ahí se ve atormentada por el mismo dile– ma por una parte, quiere una vida independiente e interesante, pero otro voz le dice que vive en una cul– tura donde pocas mujeres lo pueden hacer solas,

y donde por lo tanto debe encontrar al varón casadero que le preste estabilidad y posición

La más grande obra de Arte

De todos modos, puede ser que la más grande obra de arte de Norteamérica resulte ser la mujer, de

)05 16 a los 50, ya sea secretaria, o niña mimada de sociedad, vendedora de tienda o actriz de cine Es famosa en el mundo entero por su vivacidad, su entu– siasmo y su apariencia personal, por los contornos de

su figura, /0 elegancia en su vestir, y la' vitalidad de su persona Algo de esto es resultado de la imagen

que cría por doquier el cine Norteamericano, pero mós que nada es el resultado de lo que ella misma deja invertido en su propia culturo Simone de Beauvier ha hecho la siguiente afirmación, "Uno no nace mujer Uno se hace mujer por la influencia total de la civilización"

La mujer Norteamericano, que debe aceptar las proposiciones del amor romántico y también las de la economía mercantilista en que la venta depende del modo de presentar el producto, do rienda suelta a sus energías leprimidas en dirección del vestido y arreglo personal En ese campo encuentro una expresión y

sensación de poder que no se ve frustrada como en otros campos Ella encuentra a su alcance en el mercado que la rodea, una variedad de telas, colores pieles, joyas, cosméticos, y aún para los grupos d~

ingresos medianos o bajos, se encuentran artículos ca– ros a precios rebajados (casi) a su alcance

The American Look

Todo esto tiene como resultado \0 que los agen. tes de publicidad llaman "el aspecto Norteamericano", basándose en la premisa de que la mujer Norteame– ricana tiene un aspecto totalmente diferente al de lo mujer Romana, China, Británica, Latina o Ruso En cierto modo, la imagen es casi como uno' caricatura Petty o Varga, con bien torneadas piernas cubiertas por medios, más largas que el torso, cintura diminuta, caderas angostas, el cuello largo, busto desarrollado, fisonomía vivaz, ojos dilatados y seductores, cabello 'rubio o rojo, cuerpo sinuoso, y una expresión vacua y

sofisticada al mismo tiempo que débil y voraz Las verdaderas estadísticas de las medidas y apariencia de la mujer Norteamericana revelan que la mujer Norteamericana promedio dista muchó de ser así, co–

mo lo demuestra la variación de tamaños y hechuras de los vestidos de mujer Sin embargo, a menudo se aproxima al ideal cultural en lo que toca a estatura y delgadez, tobillos, piernas y contornos, y aún en los casos en que no se aproximo, siempre ejerce su tiranía

La mujer y la moóa

El esfuerzo que se hace para aproximarse 01 ideal ha absorbido generaciones enteras de ingenio y con– centración, y, la adaptación de las técnicas al gusto y a las tendencias en boga Los mudables cónones de la moda han controlado los ciclos de las tendencias en el vestir de la mujer desde la época de las crinoJin as

y varillas de ballena para corsés, a la chica "Gibson",

o las faldillas del período entre las dos guerras, hasta la moda actual Dentro de esos cie/as grandes, se han producido mil pequeñas tendencias de las cuales

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