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GRABADOS ARTISTICOS

"Uno de esos pueblos a una legua de Rivas y lla– mado Buenos Aires hfl conquistado cierta notoriedad por una industria singular que consiste en esculpir sobre la fruta del jícaro, con un mal cuchillo de a centavo, dibu– jos regulares de flores, de pájaros, que a veces no ca– recen de mérito... Son las mujeres del pueblo las que se dedican a estos trabajos casi artísticos y los ejecutan delante de nosotros con gran destreza".

Belly.

"Las mujeres (de los sumos) son muy hábiles para la fabri~ación de cuentas y collares y en la manufoctu– ro de Ja te/a tuna".

MüelIcl

UNA MUESTRA A LA ANTIGUA: LA SANfA ANITA DE NAGAROTE

"Cené con don Enríque en un rancho de cClñas de un pobre cura, con quien tenía gmistad. El PCldre esta– ba ausente, pero su ama de llaves, una mujer alta, pálida con grandes y expresivos ojos negros nos recibió

muy cordialmonte. Ella tenía consigo como 15 él 20

chiquillos, recogidos de entre las familias más pobres, a los que enseñaba a leer y escribir. Su humildQ mora– do carada por completo de tódo artículo de luio o de adorno, a no ser un rostro de la Virgen bel/amente pintado, colggdo sobre un altarcito en el cuarto do aden– tro le pregunté si le pcgClban su trobCljo. Ella movió la cobexCl negativClOlente, y sus ojos se iluminaron y

su frente se despejó, mientras lontamente volvió el rostro al cielo; su premio estaba allá. ¡Cuan poco soben los sectarios y fanáticos de nuestro país sobre la devoción y lel ferviente y desinteresada piedad de muchas de estos gentos a quienes acusan de impuros servidores de una religión degenerada! La última vez que pasé por NagCftote, fuí a visitar a la dulce maestra, pero la cabaña estaba desierta y abundantes male¡¡:as

~rerían a su alrededor Pregunté por ella en la posada; la vieja mesonera 110 me contestó; pero sus ojos se hu– medecieron. La santa Anito ya había muerto; había par– tido a recibir el premio por el que habiQ trabajado tanlo; el pramio de los humildes y los pobres de espí– ritu. Lo confesaré? El extranjero hereje derramó una lágrima por la santa Anito".

Squiel.

LA MUJER BAILA

c:ON INDIOS

"y entre las otras lienen otra n1anera de areyto e rito, ques de oquesfet forma. En 'res tiem– pos del año, en días señalados que ya tienen por fiestas principales, este cacique ele Nicoya, e sus pril'lcipales é [el mayor parta da toda su gente, anl

hort;lbrlls como mugares, con muchos plumages é ada– rescados á su modo é I)intodos, andan un areyto á modo de contrapás en corro, las mugeres asidos de las mai10S é otras de los bracos, é los hombres en torno dellas más afuera assi asidos é con intervalo de quatro

Cl cinco PClS50S entrallos y ellas, porq\le en aquellc:r calle que dexan en medio, é por defuera é de dentro, andan otros dando 6 beber á los dal1cantes, sin que cessen de andar los piés ni de tragar aquel su vino: é los hom– bres hacen menos con los cuerpos é cabecas, y ellos por consiguiente. Llevan las mugeres cada una aquel día un par de gutarras capotes nuevos); é despues que quatro horas o más han andado aquel contrapás delan– te de su mexquita o templo en la placa principal en tor– no del montón de sacrificio, toman una muger u hom– bre (el que ya ellos tienen elegido para sacrificar) é sú– benlo en e/ dicho montón é ábrenle por e/ costado é

sácanle el coracon é la primero sangre dél es sacrifica– da al sol E luego descabecan aquel hombre é otros quatro o cinco sobre una piedra que está en el dicho monton en lo alto dél é la sangre de los demás ofrecen á sus ydolos é dioses particulares, é úntanse á sí mes– mos los becas e rostros aquellos interceptores o sacer– dotes, o mejor diciendo, ministros manigoldos ó verdu– gos infernales; y echan los dichos cuerpos assi muertos

á rodar de aquel montón aba lo, donde son reco/idos, é

después éOJnidos por manlar sancto é muy pr8sciado.

En aquel instante que acaban aquel maldilo sacrificio, todas las mugores dan una grita grande é se van hu– yendo al monte é por los boscajes é sierras, cada una por su parla ó all compaiíia de otra, contra la voluntad ele sus maridos é parientes, 'de donde las tornan él unas con ruegos, é él otras con promesas é dádivas, é á otras que han menester más duro freno ti palos é atándolas I)or algún día hasta que se les ha pa5sado la beodez;

é la que más léxos toman, aquella es más alabada é

tenida en más".

Oviedo.

"Tenían toc/as las gentes dastas provincias que va– mos contando muchas manel'os de bailes y ccmtares costumbre muy general en todas las Indios, como tam– bién Jo hubo en todas Ir¡s naciones antiguas, gentiles y

judíos, según arriba largamente queda explicado. To– das las veces que el señor de la provincia o del pueblo casaba su hijo, enterraba personas que le totobo, o quería hacer una cementara, o sacrificar, por grande fiesta mandaba juntar los principales de su tierra, /05

cuales, sentados en torno de una plaza, y si no en lo más cll1cho de su casa, entraban los CltamborEls, y flau– tas, y otros instrumentos de que usaban; luego, tras ellos allegábanse muchos hombres y mujeres adornados cada uno con las mejores joyas, y sise vestían de algo, al menos las mujeres con lo mejor que alcanzaban: po– níanse a lels gargclntas de los pies y en las muñecas de las manos sartales ele muchos cascabelles hechos de oro y olros de hueso Si andaban todos desnudos, pintó– banse de colores 10$ cuerpos y las caras, y, si alcanza– ban plumas, sobre aquellas tintas se omplumaban, de manera que lo que la justiciu entre nosotros da por peitO

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