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"El caballo es aquí (en Le6nl el único medio de lo– comoción a fuera de la dudad, al menos para los j6–

venes a quienes no les gusta la lenta y entoldada ,carre– ta de bueyes, en que las señoras ancianas fuman sus cigarritos y platican mientras son llevadas de aqur pa– ra allá entre las lejanas haciendas y la ciudad. De ma– nera que la equitación es cosa común para las mujeres, las cuales cuando montan en pi16n con un caballero, usan los estribos cortos y se sientan terciadas labre el caballo como los árabes y con la práctica constante lle– gan a ser muy duchas".

"La enorme hacienda d. mi amigo el General don Mateo Pineda abarca la costa llamada "El Tamarindo" famosa por sus baños de mar... fui invitado CI ella en un paseo con su familia y amigos ... Como el paseo se hada a caballo ... algunos de nosotros estábamos ansio-

sos de snbor cuál de los damas nos sería confiada a nuestra especial protección en el camino. Muchas de las señoritCls montaríQn en pilón con un caballero amigo, on vez: de solas. El amigo era escogido por uno de 105

padres o parientes de la damita. Yo me sentí, pues, halagado cuando el General me pidió llevar a su sobri– na, una vivaz: señorita como de diez: y seis primaveras que llevaba una guitarra profusamente adornada de cintas, terciada sobre el hombro".

"Nos habíamos encontrado, en esos dos días de camino con algunos pocos viajeros a caballo como noso– tros, y con ellas algunas viajeras livianamente sentadas

cm la parte delantera de la montura y rodeadas por los brazos de sus compañeros, según la encantadora costum– bre del pars".

"Al pas~r por El Castillo iba mirando los ranchos pero no ví más que una muchocha amarilla muy bonita meciéndose lentamente "-de aquí para allá...... en una hamaca, con una pierna desnuda colgada indolentemen– te sobre el borde. Con Ull gesto ella Sé apartó de la cara sus largos colochos negros y sin cambIar de posl. ci6n, e)(c1am6: "Adl6s Cállfornlal".

"(En Granada) encontrábamos tropillas de reidoras muchachas de todos los matices de piel desde el blanco puro hasta el tlegro azabache, ataviadas con fantasía, con larras en la cabeza, camino del Lago. Eran tan rec– tas como flechas y parecían llenas de una infinita carga de energía animal. La mayoría pasaba lunto a nosotros mirándonos de soslayo, mitad curiosidad, mitad malicia, mientras otras más atrevidas, voiteáandose para mirar. nos de frente exclamaban alegremente: "Adiós, caballe– ros!" a lo que contestábamos nosotros: "Adiós, mí al– ma", con lo que pareclan divertirse mucho".

"Niñas morenas de Nindirl de caras sonrientes esta– ban paradas en las puertas, saludc.mdo al vialero que pasaba, con un tono amistoso diciendo: "Adi6s, amerl– canal"

"En general, sus dientes son perfectos; y como he oído decir que 105 sabíos proffilsores de medicina de 105

EstCldos Unidos anatematiz:ciÍl la práctica dlill fumado y del mascado como dañina para los dientes, me sentr consolado al obstlrvar que su uso aquí es universal... Todos aquí sabln'i gozar de un buen fumado, j6venos y

viejos, mujeres y hombres: y al principio te parece raro que al sentarte en "un tete a tete" con una sonriente señorita, el que el/a se haga en un momento una ciga. rriter de papel y después de encenderla la chupe una o dos veces y te paso con una sonrisa que por supuesto disipa cualquier aprensi6n que plldierers tener para dar un "chupete".

"Llegamos a 1:1 Castillo a las tres y media y visita– mos al coronel Argüello; nos presentó a una mujer muy bonita, su esposa (9) a quien no habiamos visto en nues– tro viaie de ida. Ella se queió del aburrimiento del lu– gar y de no tener qué hacer sino fumar; por lo cual Inmediatamente le di un puro".

"El vino era servido a exclusión casi de otros lico– res y se usaba generosamente, y las señoras bebían con moderación en presencia de caballeros".

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