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« Previous Page Table of Contents Next Page »Lo que a la mañana del cuarto día Tío Grillo fué a dedrselo al Rey, y el anillo fue encontrado dentro del pez del estanque.
Pero como el Rey se le haéÍa difícil creel que Tío Glillo fUera veldadero sajurín, lo sometió a otra prue– ba que consistió en enterrar en el jardín del palacio un rabo de una chancha qUé habían desta;¡:ado aquel día en la cocina real, y cubierto el entierro con flores, el Rey dijo á Tío GI illo: ¿qué hay enterrado oquí? y el Tío muy perplejo y angustiado exclamó: "oquí sí, que toro ció la chancha el robo", que es refrán que se aplica cuando habiéndose acertado otras veces, se yella en una El Rey entusiasmado afiJmó; efectivamente, es lO–
bo de chcJncha lo que allí está enterrado
Mas, no paló aquí la desconfianza del Rey, que quiso sometel al Tío a una última prueba de sorpresa,
y al efecto, cogiendo disimuladamente un grillo que
caminaba en el suelo de su oficina y apretándolo en el puño de la mano derecha, preguntó al sajurín ¿que tengo aqul en la mano? El interrogado guardó silen– cio por algunos momentos y en su aflicción, como ha. blando consigo mismo dijo: ¡Ay Tío Grillo, en que aprieto te hallasl
Palabras que el Rey, que no sabía lo del apodo del ,Tío, tomó como la lespuesta exacta de la pregunta
qu~ Había hecho Y colmó de honores y premios lar– gamente a Tío Grillo; quien para no exponer a otras pruebas su improvisada sabiduría, huyó del lugar a otro desconocido y le¡ano
Siendo este cuento la prueba de que cuando algu– no está de buena suerte todo le resulta bueno y acerta– do por la bondad de Dios; y al contrario, cuando está de mala suerte, todo le sale ql revés, por la maldad del diablo que mete su cola, .
DON POLICARPO
EL DE LA BUENA CONCIENCIA,
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Eran aquellos tiempos en que se redutaba la gen· te para acual telarla y echarla o la PeJea sin más ejer– cicio, como se decía entonces, o entrenamiento, como se dice ahola, que: "Olmos al hombro, de frente, marchen" ton el aprovisionamiento de la. chamarra, el salveque con totopostes y la cantimplorEl para el agua,
Las cuales redutas como se hacían, exceptuando so– lamente las muieres, ancianos decrépitos, niños, Ciegos, cotos de ambos brazos y chancletudos de la primera cla– se de ellas se originaban casos muy peregrinos, como
los siguientes:
I?e un jovenzuelo, que al divisar el cuartel en que iban a énd~Hclllo, se puso a llorar á moco tendido, poI lo que el cabo de la escolta que lo conducía lo puso en libertad diciéndole, lo que el agraciado no le importó ni mucho, ni poco: andate de aquí, grandísimo marica,
a que te quiten los pantalones y te pongan naguas
De uno madre amorosa, que al ver a su hi¡o reclu– tado y amarrado codo con codo; clamó al santo de su mayor devoción plometiéndole un milagrito de plata fi– gurando un muñequito aman ado del mismo modo, si al verlo el jefe lo veía tiernito y, efectivamente, el jefe lo vió tan tiernito que diio a sus soldados suelten, ese muchacho, y no sean sinvergüertzas agarrando niños que
todavía tienen la Jeche en los labios
De un recluta que durante todo el combate no en– contr6 el hoyo por donde meterle el tiro al fusil; y de otro, que en igual cÍlcunstancicl, amparado tras de un árbol tiraba hacia arriba para no hacer daño o sus pró– jimos, ni recibirlos de ellos
El del alcalde de un pueblo que envió a la cabe–
cera departament~t diez reclutas con uno carta de re-
misión que decía: "Envío asas diez voluntarios, supli. cando se devuelvan los mecates con que van amarra' dos",
y el de Don Policárpo, que ha dado titulo a este cuanto, y que es como sigue:
Era el tal señor un cincuentón, bastar9ó de una familia prinCipal, medió idiota y tontó entero; que ha–
biéT'lclo nacido cuando se conmemoraba la noche aqueo
110 en la que cantaron los ángeles en el portal Belén, "Glorio Cl Dios en los alturas y paz en 16 tierro o los hon1bl es de buena voluntad", el o, pOI lo tanto, mós pacífiCo que el rey Salom6n, y con la nionom0l1íél de asegurar, "qué él leía en su Ruena concientii;1 como ert un libro abierto, todo lo que le convénía saber, craer
y obrClI" .
Mas ocurrió que en una lec1ata de las m6s fuer· tes, de aquellas sin respetar pelo color" ni tamaño, y
pOlque Don Policarpo, siendo chancletudo lo era solo ele segunda dase, se lo llevaron en la colada y con tan medCl suerte que de un tirón, sin tocar tierra fué condu– cido al propio lugar del fuego, combate o pelea
A clande él llegó mós muerto que vivo, pelO, a la vez, con mucha ganas de vivir y no mOl ir
Por lo que lleno de espanto al'lte la escena de muertos, moribundos y heridos consultó su buena con· ciencia la que le dictó, con toda claridad, estas salva– doras: correte, correte y cuanto mqs pronto meior
Lo que bon Policarpo hizo, sin perder tiempo; ti· rondo el fusil y cuanto sobre sí tenía; e internándose en el monte se alejó cuanto más pudo da aquel Jugar de horrores, y de todo camino público.
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