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rnO Don Po\icarpo no apareciera por porte alguna, y
aunque no se encontr6 su cadáver, lo pusieron en la lista de los héroes muertos en el combate
Mas cualido ya, nadie pensaba en él, se presentó
d su familia como el más derrotado del mundo, cu– bielto su escuálido cuerpo de andrajos mungrientos y de tiras de cuero sus adoloridos pies Y cuando fué declarado, "que érc1 de esto vida y no de lci otra", él
refil ió lo que había sucedido, que fué así: Me llevaron a la fuerza, s;in quererlo yo, contra mi voluntad y al lle– gar al lugar del_ fuego, que ya estaba prendido, noté con mucha extraneza, que los del otro lado tiraban ba– las sobre nosotros sin ningún reparo, lo que me causó mucho miedo y de acuerdo con mi buena conciencia dispuse huir a toda carrera; y con el firme propósito de no yolver a esos fuegos, ni pintados en tiesto. Este cuento aunque se llame cuento no es cuento, porque lo cuentan testigos de vis,ta y de oído, fehacientes,
UNAS PRETENDIENTES ,A MATRIMONIO, CHASQUEADAS
En este cuento, que es de casal io, se invierten .los papeles ejecutados a la model na y no a la antigúa; apareciendo como pretendientes' las que debían ser pre– tendidas y como pretendido el que debía ser preten-diente . Siendo las pretendientes tres muchachas, hermanas entre sí: Teresa, Leonor y Juana, de muy buenas dotes físicas, morales y pecuniarias; pero que adolecían de la enfermedad aquella, que José Milla, literato centro– americano, en uno de sus donairosos escritos, atribuía a unos sus protagonistas, no muchachas, diciendo de ellas: "que rabiaban por casarse ya empernidas" Siendo el pretendido, al que podlá llamarse Perico el de los Palotes, un excelente partido matl ¡moníal pOI sus cualidades: buena estampa, porte gallardo y ele· gante, educado en el extranjero, y de quien se decía que si se embriagaba de cuando en vez, estaba pro– bado, plenamente, q.ue tenía buen guaro. Además su mano era muy apetecible por ser mano con grandes ca– chos, es decir, hijo y heredero de su padre, propietario de una hacienda de gonado vacuno grande y muy productiya
y no el a tonto el señor don Pel ico, puesto que lo– graba pasOl sus buenos rotos divirtiéndose de los con– sabidas muchachas, a las que corteiablJ con tal maña que ninguno de ellas podía asegUlar que ela fa pr~f~~i-
da y electa . ... Hasta que un día de tantos se les declaró formi– dablemente enviando o cada cual una esquela, escrita sin puntuación, y en estos términos:
Verdad es que amo a Teresa no a Leonor cuya agudeza compite consigo ufana no aspira mi amor a Juana que no es poca su belleza
Mas he aquí que como los deseos fingen realida– des, especialmente si son amorosos, cado uno de los destinatarias se creyó favorecida por la flamante decla– ración, puntuado la esquela conforme a su gusto y con· veniencia
Teresa la leyó así:
Verdad es que amo a Teresa, no a Leonor cuya agudeza compite consigo ufana; no aspira mi amor Q Juana, que no, es poca su bellezQ.
Le(mor de esto !T\onero:
Verdad es que amo á Teresa?, no; a Leonor cuya agudeza compite con consigo ufana; no aspira mi amor a Juana, que no, es poca su belleza
Juana, por su porte, la encontró toda favorable para ella, así:
Verdad es que amo a Teresa? no; o Leonor cuya agudeza compite consigo ufana? no; aspira mi amor a Juana ique no es poca su belleza!
Pero de nodo sirvieron las favorables interpretacio– nes individuales de aquella declaración colectiva, POl– que el de los Palotes no volvió o asomar la nal iz ni pOI los contornos; no estando dispuesto a ser cónyuge, esto es: uncido al mismo yugo vitalicio, con un preten– diente rabiosa por Casarse Quizás más tarde, con una por él pretendida y con modelados deseos de recibir el séptimo sacramento
:Acerca de lo cual leflexionando, se ha de tener pOI bueno el proceder antiguo al respecto; aun inclu– yendo el casO, al presente inconcebible, que fuera el padre quien elegía al esposo de la hiia, sin que ésta interviniera en lo mínimo: pero conservando ella su puesto de pretendida, y el otro el pretendiente; que es lo decoroso y pUesto en razón
También por buena, lo costumbre de los indios; de insinuarse, el pletendiente, llevando a la puelta de su pretendida un manojo de leña, que introducido al lan– cho era señal de tríunfó y dejado afuera, de completa derrota
Asimismo la del cClmpesino chontaleño, trayendo una alforja repleta de cuajadas secas y una cecina gor– da tendida sobre el anca de la capalgadura, como re– galo "para los perritos y gatitos de la casa" a los pa– dres de la pretendida; y haciéndose simpático a ésta al lograr que su brioso caballo, en repetidas cabriolas, tire sobre los presentes y sobre la piedra que ella muele el maíz nisquesado para las tortillas, el borro que el ani– mal tlae pegado o los cascos
Todo esto es bueno y mucho mejor, que ese tras– tlUeque lamentable, de los tiempos modernos, de pre– tendientes pretendidos y de pretendidas pretendientes.
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