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« Previous Page Table of Contents Next Page »raza pura, éste se propuso en su fuero interno, no apro– bar al indio aunque fuera más sabio que Salomón El examen que dió el indio fué lucidísimo, pero al llegar a la votación secreta, mientras cuatro exami– nadores, que eran criollos echaron en la urna la A de plata, de voto de aprobación, el chapetón, firme en su mal propósito, echó la R de reprobación.
Mas cuando el presidente del tribunal examinador anunció el resultado diciendo: aprobado con cuátro A y una R, el indio dijo: estoy satisfecho, porque ya encon–
tré lo que aquí vine a bu SC.CH¡ ¡Jues yo tengo conciencia de que soy docto y con esa R soy doctor.
4a.
Libros sin doctor
El doctor chapetón tiene tin ia aI indio doctor, que siendo pobre carecía de recursos para comprar libros, por lo que siempre que lo encontraba le decía burlán– dolo; A Dios! doctor sin libros De lo que el indio tomó el desquite yéndose a poner delante de los anaqueles de la flamante biblioteca del chapetón poro saludar con mucha cortesía los libros en ella colocados, dicién– doles: A Dios! libros sin doctor
Sa.
Un cráneo incógnito
En cierta ocasión, que ambos doctores, el indio y el chapetón, y grande concurrencia visitabon el cemen– terio, el dóctor indio tomó en sus manos una calavera que por allí encontró y se puso a examinmla con dete– nimiento y muy ceremoniosámente para llamar lo aten-
ción general y dijo en voz alta y tono dolorido: en ver· dad os digo, que no acierto a distinguir si esta calavera es de indio o de español
60.
Repartiéndose con la cuchara grande
Durante muchos años, hasta siglos, en el tiempo colonial, los indios de América Española, en considera– ción a la debilidad de la constitución física de la raza, gozaban el privilegio, obtenido de la Santa Sede por los Reyes de España, de comer carne muchos días en los que tenían que guardar rigurosa abstinencia los que no eran indios Y un día de esos, invitado el doc– tor indio a una comida a la que asistiría también el doctor chapetón, se proveyó de una gallina muy bien condimentada, que oculta llevó al convite
Mientras todos comían de viernes el indio doctor sacó la consabida gallina y se puso a engullirla sabo– reándola sabrosamente, por lo que se le hacía agua la boca al doctor chapetón, obligado por el precepto canó– nico a comer mariscos, verduras, legumbres, huevos, y lacticinios, con lo que perdió la paciencia, de lo que no abundaba coma buen chapetón, y dijo en tono se– vero, como escandalizado: hoy nadie puede comer car– ne, de animal de pelo o pluma, porque es día de absti– nencia
A lo que el doctor indio repuso: lel que está a las duras que esté también a Ips maduras); si soy indio para las privaciones, debo serlo también en los Privile– gios
y siguió comiéndose lo gallina hasta darle fin, con tranquila concienCia y en gracia de Dios
TIO GRILLO EL SAJURIN
Estera un Rey que peldió $U anillo, que valla mu–
cho; que se lo habían robado tres diados que estaban a su servicio, los cuales ló ocultar<>n haCiendo lo traga– ra un pele grande de los que estaban en el estanque del jardín en el palacio real
El Rey convocó a todos lo~ salurines del reino pa– ra que odivinaran el paladero de la preciosa sortija, dándoles un plazo de tres días que los pasarían alo– jados en el palacio, tratados a cuerpo de rey en cuan–
ta <l kI comida, bebida '1 todo; pelo si 1\0 m:li\l\l\aba1\
les cortaría la cabeza sin misericordia
En tales condiciones, ningún sajurín se presentó al llamado por el temor de morir en lo demanda; pero un viejecito de la ciudad, que no era salurín. y quien por ser muy contrahecho lo apodaban Tio Grillo al saber la propuesta del Rey pensó así: A mí me conviene pasar tres días deliciosos en el palacio real, cual nunca en mi vida los he pasado, pues siempre he vivido' miserable–
~ente, y aunque después me corten la cabeza, no me Importa morir, pues muerto de hambre estoy y desde hace mucho tiempo.
y dicho y hecho, se presentó como sajurín al Rey,
quien, aunque desconfiando dé la sobidu,ía del. Tío Grillo 01 ver su facha, hubo de aceptado en las dichas condiciones, por aquello de (trato es trato).
Alojodo .en el palaCio real pasó Tio Grillo el pri. nier día y muy a su gusto porque lo trataban a cuerpo de Rey; pero en la noche después de la último opípera comida, di¡o en tono reflexivo refiriéndose a los tres días últimos de su vida: ya vi el primero me faltan dos; lo que oido por uno de los criados ladrones que le ser–
\lía a la mesa, \ue presuroso y afligido a contárselo el
sus cómplices, y convinieron en que uno en pos del otro servirían al sajurín, de quien comenzaron a temer que iba a adivinar con acierto
Al final del segundo día Tío Glillo dijo: ya vi do~
me falta uno, es decir, un solo día me resto de vida; mas el segundo de los ladrones lo entendió como dicho con referencia a él
Al tercer ladrón, Tío Grillo exclamó, despidiéndose de esta vida mortal: ya vi los tres; oyendo lo cual el criado se arrodilló a sus pies diciéndole: nosotros fui– mos, pero no nos denuncie, por amor de Dios; declarán– dole, al propio tiempo, en dónde estaba el anillo.
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