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UN MEDICO MUY SABIO Y PRESTIGlADO

lo era el doctor Pedro Recio, con el defecto que mucho se embriagaba; mas con /0 ventaja, al decir del pueblo, que cuando estaba más picado curaba más me– jor.

De él se referían maravillas, como ésto: que posan– do debaio de un balcón en que estaba una señorita que tenía el hábito, muy común en las de su dase en los tiempos de este cuento, de echar de la boca toda la saliva que ella secretaba, lo escupió en el sombrero

Por lo que muy apenada le dió excusas con enca· recimientos, que hicieron que el escupido, dándose cuen·

ta del desmán, se quitara el sombrero, viera la saliva

y se pusiera a examinarla, detenidamente, palpándola y

oliéndola; después de lo cual dijo a la señorita: no se apene usted por lo ocurrido, pues yo soy el apenado al complobar, plenamente, por su saliva, que está us– ted amenazada, ahora mismo, de una enfermedad ful– minante y marta!; y así aconteció

Asimismo, la admirable e inusitada curación de una dama linajuda, muy respetable por su alta posi– ci6n social, a la que el Dr Recio curó de unq neuralgia cr6nica, dándole, por sorpresa, un pescoz6n en la cara, con lo que qued6 buena y sana para siempre

E.ntre paréntesis, también referían del prestigiado galeno algunas marrullas suyas, por eiemplo, que es– tando enfermo no pudo visitar su dientela a domicilio, de lo que encargó a un hiio suyo que era médico, el cual, entre los enfermos asistidos por su padre, encon– tró o un extranjero recién llegado al país, un chele yan– ke, que tenía un pie muy inflamado con aparentes sín– tomas de gangrena por ciertas picaz6n y punzaditas Mas felizmente el joven médico comprob6 que todo de– pendía de uno nigua ya madura, en la planla del pie, extraído la cual y curado el hoyo pudo anunciar al che– le que todo iría bien Pero al dar cuenta a su padre de lo OCUII ido, diciéndole: papá, lo que tenía el yanke era una nigua, el DI Recio se puso furioso y le dijo:

por imbécil vos a quedarte comiendo niguas; pues no sabes que esas enfermedades leves, que parecen graves a Jos clientes, se curan despacio, porque "Time is mo– ney" el tiempo es dinero

Pero el mayor portento que del doctor de nuestro cuento se propaló, fuá el siguiente: lo llamaron a curar

CI un hericlo al que habÍ<m sacado los tripas de una cu– chillada; el Dr. observó que el coso era difícil, pqrque sí había de bueno que fas tripas no estaban picadas, había de malo y glave que por estar muy inflamadas al contacto del aire en largo tiempo, por presión exte– rior no se podía reducirlas a su lugar: se necesitaba de una atracci6n interior, de una como fuerza de succión que las atrajera hacia dentro

Observando lo cual, el Dr volvió a su cosa en don. de se meti6 una gran navaja en el bolsillo y muches tragos entre pecho y espalda que lo embriagaron, por completo hasta tambalearse.

De regreso a la del herido, pidió a los asistentes que lo dejaran solo con el paciente a quien puso de pies, y haciendo movimientos, no fingidos, de borracho, con voz aguardentosa le dijo: vos te vas a mori" sin remedio, y es mejor que yo te mate para quitarse ue

penas; y diciendo y haciendo se le fué encima ca'n la navaja El instinto de conservaci6n di6 fuerza al he–

rido pora fruncirse lo más que pudo y así evitar el go(– pe mortal, y con este fruncimiento las tripas, sonando cltucuflús, se metieron en su Jugar Obtenido este re. sultado apetecido y procurado con aquella maña, el doc. tor prontamente cogió la piel de lo grande boca de la herida, la cosi6, cataplasmó y faumentó y la cosa fue viento en popo, con admiración y oplausos de los que lo vieron y de los que lo supieron

No se dice en el cuento, si el doctor se fué por sus patitos o esperó en la coso del enfermo que pasara por delante de él la suya; pues los edificios giraban vertiginosamente al rededor de su sapientísima caoeza completamente almareada.

LE REMACIIARON EL CLAVO

El Sr Cura de la parroquia, que en los quehace– res de su cargo, andaba por la ronda del pueblo, se encontró con un niño, como de siete años de edad, acom– pañado de un pel rito 01 que llamaban diciéndole: tu, tu, Joanchito; Juanchito, tu, tu.

Al oír esto el sacerdote pensó así: JUClnchito es el diminutivo famitiar de Juanito, que es el gramatical de Juan, nombre que llevaron gloriosos santos como el Bautista y el Evangelista, y más, una serie de XXIV Pon– tífices romanos; de modo que lIamw Jucmchilo a un pe– rro es glan desorden social y no menor irreverencia religiosa; más al propio tiempo reflexionó, que nada remediaría con hacer advertencias al muchacho, las que serían eficaces hechos a sus padres, los verdaderos culo pables de tal desorden il reverente; y al efecto pregun– tó al niño

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-¿Tienes papá y mamá?

-No, tala padre, no tengo ni tata ni mama, por-que soy guérfano; pero tengo pipe.hermona mayor- y

l'I1al11cmoya_mama señora- abuela -¿Dónde habitan?

-Largo de aquí, esto calle derecha hasta llegar al rastro -matadero de las reses- y de allí se caje para abajo -al occidente-.,.- y a poquito está fa cosa, al radilo de la de tio Pacho- Pascasio I\lurimba, el prioste -sirviente- de nuestro Padre Jesús Nazareno -¿Quiere usté que yo lo traiga?

-Sí lIévame, qiJe necesito hablar con tu abuelo Y con tu hermana.

Caminando juntos, el niño estimulaba al perrito o que le siguiera, repitiendo; tu tu, Juanchito, con lo que metía un clavo de pena en el coraz6n del piadoso so· cerdote

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