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-Soldadito, venga acá, ¿de Jutiapa viene usté? ¿No me ha visto a mi marido que en la expedición se fuá?

-Señora, no lo conozco, deme usté las señas de él.

-Mi marido es gentil hombre, capitán muy bueno es él.

-Por las señas que me da, su marido es muerto ya; y en su testamento dijo que se case usté con yo.

-0105 me guerde, Dios me libre,

y mi madre Santa Inés,

que las viudas de este tiempo no se casan otra vez~

que las viudas de este tiempo no casan otra vez.

(Reeogido por Alfredo Alé.

gria, en Jinótega, mU$ica.

colectada pOr Pedro Estra. da M.)

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-Dígame, señor soldCldo, ¿de la guerra viene usté? --Sí, señora, de allá vengo, ¿por qué me pregunta usté?

-¿No me ha visto a mi marido que hace Un año que se fuá? -No, señora, no lo he visto, pero deme señas de él,

-Mi marido es alto y rojo, tiene tipo de leonés, y en el puño de su mano lleva el nombre de Isabel. -Por las sel;as que usté ha dado su marido muerto es, en la puerta del Sitiado lo mató un traidor francés. -Ya me visto de luto negro y do sofoca ccifé,

y me miro en un espelo, ¡qué hermosa viuda quedé!

(Recogido por E. M. S. en Granada, Barrio de Jalteva).

b} LA ESPOSA INFIEL

Paseándome una mañano en las riberas del mar encontré una joven bella y me pasé a contemplar

Ella me agarró de la mano y a su casa me llevó. Platicando muy iuntitos cuando el marido llegó.

-¡Tu n10rido! ¡Tu marido! ¿adonde me escondo yo? -Metete bajo la cama mientras me disculpo yo.

-Abríme la puerta, nena, abrímela que soy yo, ¿o has teniclo calentura o has tenido nuevo amor?

-Ni he tenido calentura ni tampoco nu~vo C1mor,

50 me ha perdido la lIeY:!

de mi rico tocador.

-¿De quién es ese caballo que en el corral relinchó?

-Ese caballo es muy' tuyo,

tu papá te lo mand6:.

-¿Para qué quiero caballo si caballo tengo yo? iLo que quiero es ese amigo que en mi cama se acostó!

-Aquí no se acuesla nadie cuando usté anda por a1l6,

105 unicos que se acuestan

son su hermana y su mamá.

-No te sigós disculpando que ya estoy muy enojado, y a mi no me entra el peine cuando estoy enmarañado.

Viene y le agarra la mano, al monte se la llevó, hincadita da rodillas cinco bo'azos le dió.

iPongan cuidado muchachas, esas que se están casando: cuidado con resbalones, miren lo que está pasando!

(Recogido por E. M. S., dictndo por Carmela Noguera de Argüe–

lo, Granada, Calle Real, Jalteva.)

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Andánclome yo paseando por las riberas del mar me encontré una joven bella

y lel empecé a enamorar.

Me egarra ella de la mano, y a su casa me llevó, y est4bamos conv"ersando cuando al marido llegó.

-¡Tu marido, tu marido! ¿a ónde me escondo yo? -iMétete balo la cama, mientras me disculpo yol

-IAbrime la puerta, cielo,

abrímela que soy yo!

¿Has tenido calentura o es que tienes nuevo. amor?

-No he tenido c(llentura ni tampoco nuevo amor.

Se me han perdido las /laves da tu rico tocador.

-1 Si tú las tienes de plata de acero las tengo yol

¿De: quién es ose caballo que en el corral relinch6?

-Ese caballo IlS muy tuyo, mi papá te lo mandó, para que vayas a las bodas de mi hermana, la menor,

-¿Para qué quiero caballo, si caballo tengo yo?

Lo que quiero es e~e amiguito que en mi cama se acostó

-Aquí no se acuesto nadie cuando tú andas por allá, los únicos que se acuestan

es fu hermana y fu mamá.

-¡Ya no te estés disculpando porque yo estoy enojado,

a mí no me dentra el peine cuando estoy enmarañado'

-Esta pistola que traigo me va servir para tí,

porque tienes una mañlta de burlarse de mi.

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