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El muchacho se volvió a dar la razón

En el camino se entretuvo recogiendo caracoles verdes que se esconden entre las matitas que ,cubren los charcos En el hueco de su mano recogía varios y después los botaba Había unos caracoles que es– taban blandos y el muchacho los reventaba y se reía con el ruido que hadan entre sus dedos

El sol apenas salía en parches de luz entre la ar– boleda húmeda y se oía muy claro el ruido del raudal en el silencio del puerto

En lo' cantina de Los Gayos estaba el guardia to– davía caído de la gran picada de \a noche anterior,

~stGba dormido sin zapatos y con la camisa enlodada Una vieja que estaba barriendo la acera lo quedó viendo y cabeceó, y después si~uió barriendo El

puerto dOl mía y algunos zanates chillaban en un palo de mango que quedaba cel ca de la casa

El muchacho empezó a apedrear los zanates y allí se quedó un rato

Después se accir dó del mandado y se aligeró Cuando llegó a la acero de lo casa se detuvo viendo al río que estaba lleno de neblina y en un medio claro que quedaba divisó un bote que iba largo con un hom–

bre que llevaba un sombrerote

El muchacho entró en carrera a la casa

Sentado en un butaca estaba el viejo Comandan. te leyendo un periódico

-¿ y el hombre de! sombrerote? -fe preguh– tó el muchacho asustado

_.-j El hombre de qué ! -exclamó el viejo, dejando de leer y viendo al muchacho por encima de los anteojos ¿Cuál hombre? -gritó

El muchacho dio un paso atrás sorprendido

_.-¿Es que ya volvistes, con tus ocurrencias? ¡Ah! -exclamó el viejo levantándose del butaca -Andá comé _.le ordenó el viejo-, hace rotó que pusieron el café y vos que quién sabe para dónde cogés

El muchacho entró en la otra piezo, parpadeó y de un salto se encaramó en la ventana

Allá largo se dívisaba apenas entre lo neblina

un bote que iba

Se sentía venir un aire de lluvia El muchacho se sentó en la mesa y deteniéndose la cara con las manos se quedó divisando el río y oyendo las gotas que empezaban a caer sobre el techo de zinc

SOLO ESO

EL

ruido del motor se oía mós cerca, más bien salía el ruido del lado de la montaña con el eco. A ratos, como que el viento lo apaga y entonces se oye más lejos otro vez y así está hasta que uno divisa al fin aparecer el remolcador y las lanchas pIo– nas sobre el río

El poco de garzas salen aleteando y se van vo– lando lentamente, míentras un oleaje queda meciendo los gama lotes de la orillo

La tarde era la misma UhOS grandes genízaros y los altos cedros al otro lodo

Los pasajeros están parados en el muelle y se quedan mirando la larga calle del puerto

Yo estoy sentado aquí. en la puerta esperando la hora de Cenar

Con este cigarrilla ya me he fumado cuatro Solo faltaba que empezara a llover otra vez ahora La semana pasada tuvimos vendaval de lunes a sábado y han seguido \,os días nublados

Me gusta el invierno, siempre me ha gustado Estamos en luna nueva

La luna entre los nubarrones sale apenas Don Concho el maquinista de la Aduana me de-cía ayer que va a seguir el temporal -Fíjese en la luna, amigo -me decía Me acuerdo de Don Concho

Me acuerdo de la Rosa y de doña Elisa y del Maitro Luis y de doña Juliana siempre en la cocina y con su bata negra por el duelo de una gata

Me acuerdo de don Alfonso Gómez H , el Secre-tario iMi amigo don Alfonso !

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y de los Cascanes y de los Herreras y de los 801·

binas y de la sombra del Comandante, cuando en lo noche se salía a colgar la lamparita en el alero de la puerta, y la sombra se estiraba sobre la calle y llegaba hasta el río, hasto el agua

Don Concho el maquinista de la Aduana vive con doña Paula

Doña Paula es fea, pero tiene la gracia de reír con ganas

Ayer me preguntaba si yo, creía en los muertos,

en Jos muertos que salen

-Sajen para dónde? -le pregunté- Es Que

ya se van los muertos? Y quién va a quedar, en· tonces?

y ella se rió con ganas

-Ud es de los que no creen -me dijo -No -le dije- todo lo contrario

y ella se rió con ganas

-Ud sobe -me dijo seria- lo que le sucedió

C1 (os Báez el otro día? -Ajá !

-Pues le voy a contar

Se sentó en la banca, y yo me senté a la orilla -Pues el otro día que tenía que salir para San

Carlos don Lolo, le dijo a doña Carmela "Me levantas en la madrugada, hijá, para salir temprano", le dijo Pues él se acostó a dormir y cuando ya creyó que era de madrugada, se empezó a desperezar, en esO sintió ruido en la cocina y pensó que era doña Corrnelo que estaba prendiendo el fuego para alistarle el café y

no hizo caso, pero al roto una voz una voz baja Y

ronca a su orilla, que le dijo

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