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-Que estamos, don Chan -le dijo cerrándole un ojo

-.-.¡Ja' ¡Ja! -se rieron los hombres contentos La noche era caliente Afuera estaba sola la calle y un per ro latía ~n un patio .

Los hombres salieron juntos, sus sombras iban adelante Al otro lado la luna iba cayendo entre las tablas de un cerco

-Adiós pues don Chon

-Adiós pues don Chilo y no se pierda de por aqL!í

-Cómo no -le gritó don Chilo

Don Chon encendió su pipa i Ah, hombre este don Chilo el mismo de hace años! -dijo son-riendo

Arrendó su caballo y se fue al trote

LOS PROMESANTES

AL

llegar a un limpio del camino el vieJo es– pantó la yegua j Ei, uijuy! -le gritó agachándose sobre el lomo El animal se le arrendó volándose para un lado y fue tan duro el sacudión, que por un tantito lo saca

-Ai 1¡ene pues, para que no vuelva andar de

ChLi~CO --le gritó la mujer que venía detrás

El viejo se rió echándose de espaldas sobre la albarda y espueliando otra vez la yegua salió en una barajustada hasta emparejarse con el otro compañero que iba adelante

Una nube de polvo envolvió a los hombres El sol estaba bien caliente y el llano parecía de vidrio como reflejaba

-Apuráte niñá -le gritó de largo el viejo so– frenando la yegu a Entonces la mujer aligeró su caballo

Allí iban don Lupe Gorda, el viejo Marco Gutié– rrez con su mujer la Chabela Ruiz que vivían abajito de la Asunción y año con afio no faltaban al Valle a pagar la promesa al Santo

Serían ya pasad ita de las doce cuando fueron en– trando al camino plano

En una vuelta el viejo paró la yegua y apeándose se puso a orinar tapado con la albarda.

-Un chistate te vas a sacar -le dijo la mujer -Si es que me venía reven1ando -le dijo el vie-jo alzando la vista

Al ratito, en cuanto terminó, se montó otra vuel~

ta y entonces se apuraron para alcanzar al otro que

se había adelantado

-Vamos a llegar tarde -le dijo el compañero cuando se le acercaron

La Chabela alzó la cabeza buscando el sol Iban los tres al paso uno junto al otro y la Cha– bela que tenía que ir dando rienda para no atrasarse Lupe Gorda montaba un alazancito, el viejo Marco su yegua nueva y la Chabela un rocillo remo– lón

La fiesta del Valle era buena fiesta Desde en la mañana el camino estaba alegre con la gente Por ahí como cosa de las cuatro fueron llegando al Valle Ya estaba aquello en lo fino y se oía la gri-tazón de los picados

Ellos habían penetrado por un lado y ahora co– gían derecho hasta la casa de madera donde vivía don Chico Narvaiz, muy amigo de ellos

Estuvieron un ratito parados antes de llegar a la

casa para dejar pasar a otros promesantes que iban de viaje a la ermita cruzando la calle.

En cuanto Cltrimaron a la casa, salieron de aden– tia unos perros y detrás don Chico Narvaiz que venía regañando a los animales

-Buenas tardes don Chico -lo saludó el viejo Marco

-Mi amigo don Marco, mucho gusto de verlo por aquí -le contestó don Chico, levantando los bra– zos- pasen adelante -les dijo dirigiéndose a todos– pasen adelante

-Estamos adelante -dijo el viejo sonriendo y comenzó a desm:ontarse

-Buenas don Chico -lo saludó la Chabela que había arrimado el caballo a la orilla de la acera -Buenas, mi hi¡ita apéllese diay que ha de venir rendida -y le detuvo la rienda Entonces la Chabela se desmontó y el viejo se llevó la bestia a amarrarla a un poste que estaba para allasito

El otro viejo Lupe García en cuanto se desmontó se fue a darle la mano a don Chico Narvaiz -Cómo le ha ido don Chico?

-Pues por ai, compadre, regularcito -le con-testó

El viejo Marco estaba a un lado aflojándole la cincha a la yegua y en voz baja le dijo a la Chabela Vaya ayudar adentro

-Jesús! don Marco, cómo va crer eso -le dijo don Chico Narvaiz, que lo había oído- Si no ve que ella viene a pasear? Vella qué cosas! -¡Ja! ¡Jo! ~se rió el viejo Marco satisfecho Desde afuera se divisaban las mujeres que esta– ban atareadas en la cocina en un solo trajín, echando tortillas, otras meneando cazuelas, otras atizando el fuego, moliendo, rayando queso, amarrando nacata– males, lavando platos, picando carne, enrollando ros– quillas, tostando café todo aquello hasta que huelía

-Esto va estar de lo bueno ---dijo el compadre Lupe

-Dios quiera mi amigo Dios quiera -repitió don Chico dándole al compadre unas palmaditas en el hombro Y bueno -dijo enseguida- no se me queden ai parados, munós adentro a echarnos un tra– go que Uds están arrimando

El compadre Lupe Garda y el viejo Marco se rieron y ya se fueron siguiendo al viejo don Chico que se metió tuntunequeando al aposento

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