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« Previous Page Table of Contents Next Page »-¡Oye! Vos -le glitó- cuidado vas ahora a hacer otro bochinche
-j Nu siñor! j Nu siñor! -le contestó el hombre de la manita haciéndole una reverencia
. Los que estabclIl ailí también se fueron para sus casas y Anselmo y Manuel salieron de su escondite y bajaron las gradas y se fueron hablando hasta la casa de la Rosa Viales donde todavía estuvieron oyendo más cuentos, que los que allí se reunían siempre te– nían que contar o comentar algo
Así pues todo quedó en calma, la gente cerró sus puertas, la mujercita se quedó esa noche bajo el am– paro del Comandante y todo quedó tranquilo hasta el amanecer del día siguiente que el pueblo de El Castillo estaba otl a vez embullado En el remolcador que había zarpado muy de madrugada de ese día, habían levantado el vuelo los húngaros
La puerta de la oficina de la Comandancia de Armas y Administración de Aduanas amaneció abierta en pampas Al Comandante le habían hecho un buen alzo, entre otras cosas se le llevaron la lámpara
tubular y su reloj enchapado, tres pantalones que esa misn:a tarde se los habían llevado planchaditos, una camisa nueva, unos vasos de Zepol, diez pesos que se los sacaron de la cartera y un par de botas y la mujercita que habío dejado a dormir en la oficina, el hombre de la manita y el otro de la narizota se hicieron humo
-.j Hay que poner un exhorto! -dijo el Coman– dante pálido de rabia y se levantó precisado, entró en la oficina de telégrafos, que quedaba allí no más en la otra casa
-Emilió -le dijo al telegrafista, deteniendo la respiración un momento-- ponéme ya este telegrama al Delta, -22-22-22- oíste?
-Don Chicó -le dijo el telegrafista- siento mucho, pero está mala la línea
-.j Carguen conmigo todos los diablos! -gl ¡tó el Comandante-- llega a viejo uno y todavía tiene que aprender i Quién me manda andar haciendo favo– res! y agarrándose con las dos manos la cabeza, salió del Telégrafo que hasta que bufaba
DON CHILO
AMIGO y vengo y pego la carrera, que ya ni cuenta me di del sombrero que dejé ¡Já!, ¡Já! ahí lirado en el suelo
-y ande cogieron los otros?
-j Esh ! cada quien se las mandó a jalar por su lado .
-Oh, don Chilo, este
-¡Jo!, ¡jo!, i jo! -se rieron en coro los amigos Los tres hombres estaban sobre la mesa, riéndo– se, El cantinero· que se había quedado oyendo el cuento con la cara apoyada en las manos, se reía tam– bién enseñando sus menudos dientes que le daban a la cara un aspecto de ardilla
Estaban en la cantina los tres hombres reclinados en los taburetes Sobre la mesa un viejo plato enlo– sado, todavía mantecoso y restos de comida y recado a la orilla Los hombres estaban hablando cerca de la ventana mientras un candil parpadeaba en la so– lera El- ruido de la puerta que pegaba en el suelo al empujarla, hizo a los hombres volver la mirada afuera Don Chon Canales estaba sacudiéndose el polvo y cuando vio a ·los otros se vino a saludar'los
-j y diay don Chon! -¡ y diay don Chilo!
y ande se me había perdido?
-Ud es el perdido, don Chilo Ayer casual-mente le preguntaba por Ud al patrón y él me contó que Ud ya no venía por estos lados, que como que andaba metido en el negocio de reses -Ah, sí. Efectivamente, don Chon
-Siéntese un rato don Chon -le dijo uno de los hombres a don Chon, mientras le acercaba un ta– burete
, -Ah,egracias -.-dijo don Chon- pero viera que ando de carrerita no quiero me vaya agarrar la noche
Pero ya que están Uds aquí, me van a permitir lo confiani'a de convidarlos a tomar algo aunque sea -Gracias --dijeron los otros
-Yo le agradezco de todas maneras -dijo uno de camisa blanca que estaba en la rueda- pero es que yo no bebo
-Pues clunque sea una chibola, mi amigo -Ah, bueno -cabeceó el otro
Los hombies se acomodaron en sus lugares mien– tras traían lo que iban a beber
-y cuénteme de su vida, mi amigo don Chilo
-y qué quiere que le díga, mi amigo don Chon, si nosotros los pobres sólo dé trabajo es lo que sabe– mos hablar
Don Chon se sonrió
-A ver, cuéntele a don Chon ese pasaje que me acaba de echar -le dijo el hombre de fa camisa blanca a don Chilo
-Ah r No -dijo don Chilo, apenado- si no lizne importanciCl ai en otra ocasión
-A ver r A ver! écheme ese cuento -le dijo don Chon
-j Esh 1 si no es 'nada, don Chon
-¡Cómo que no es hada! -protestó don Chon- ¡Ismael! i Ismael! -gritó al cantinero- tráeme esos tragos
-Ya voy don Chon -le gritó el cantinero El cantinero vino al ratito, puso los vasos y la botella Los hombres se sirvieron y bebieron
-y diay, y el agua? -preguntó el otro hombre -El agua? -dijo don Chon extrañado-- y para qué quiere agua? Que no ve que se le quita el gusto? Los hombres se sonrieron
Algunos hombres estaban en el mostrador be– biendo agachados y las sombras de los cuerpos daban en la pared y se veían grandotas
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