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los muchachos gritaban y le daban con los píes a los taburetes y también la gente grande se estaba riendo, El programa seguía su desarrollo y así; pasaron varios números de bailes y cantos y una de las cosas que también hizo reír mucho o la gente fue cuando salió el otro hombrecito que andaba con una mona y que a todos los muchachos les gustaba mucho -Cómo ser barriga Comindante? -le preguntó el hombrecito a la manita que andaba vestida con una blusa de papel de la china La manita se paró en dos patas y poniéndose toda pandita, juntó los peludos brazos por delante del estómago y comenzó a dar vueltas

Una sola risotada fue lo que se oyó y el Coman– dante también se puso a reír volviendo a ver a los demás que estaban en la función

Después salió otra vez el hombre de la narizota y siguió haciendo más pruebas y magias que él sabía, pero estaba en una de sus representaciones cuando se quedó como inmóvil, con la mirada fija en la puerta de la calle porque en ese momento se iban escabullen– do por esa misma puerta que era la única salida afue– ra, la mujercita bailarina y el hombrecito de la mona El hombre de la narizota desde donde estaba parado gritó con todos sus pulmones

-J<RILAI! ¡J<RILAI! (Quién sabe lo que quiere decir eso), pero ninguno de los dos prófugos se hicie– ron los entendidos, sino que más bien zamparon la carrera, pero el hombre de la narizota al ver que no le habían hecho caso se rejó venir que era una jara y pasó sobre la gente que era una furia

-y qué fue? -preguntó uno --Quién sabe! -dijo otro

Todos los que estaban en la casa de la Julio se alborotaron y buscaron salida para ver qué era, pero allí no más se oyeron afuera unos gritos

-¡Auxilio! ¡Auxilio! jAy! ¡Ayayay! -se oía de largo

Todos se desbandaron afuera al oír los gritos y el Comandante a pesar de ser un hombre gordo no supo ni a qué hora ya estaba afuera y con un foco que andaba en la mano se acercó a un grupo de gente que se había formado allí afuera en la calle y estaban curioseando con la mujercita de los húngaros que tira– da en el suelo, sollozaba y sollozaba

~jAllá! ¡Allá va~ -gritó uno de los del grupo señalando al Cabo Ramírez un bulto que iba en una sola carrera por el camino de la loma El Cabo cogfó <;u dHe con una mano y se fue corriendo detrás del hombre que iba de huí-da.

-Que alguien me le salga al otro lado -gritó el Cabo mientras corría

-Bueno -dijo uno de los que estaban allí, pe– penó unas piedras y se fue corriendo por el otro lado -Bueno y qué pasó aquí? -le preguntó el Comandante, acercándosele a la mujercita, pero ella no pudo responder porque estaba impresionada -Allá viene el hombre de la manita -----gritó uno, mientras el hombre tímidamente se iba acercando al grupo

El Comandante muy activo apartó o 10 gente o Un lado y se acercó a interrogar al hombrecito con– chudo de la manita

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-Cómo se llama usted?

-Toñy, si 5iñor Toñy -dijo el hombrecito ha-ciendo una reverencia

y qué pasó con esta mujer? -le volvió a preguntar el Comandante señalando a la mujercita que estaba echada en el suelo llorando

-Yo nu sabe, yo Siñor -dijo el hombrecito y le hizo otro reverencia

-j Qué ! -Exclamó el Comandante- que no sabe nada?

El hombrecito se puso un poco nervioso y lleván– dose las uñas a la boca le hizo otra reverencia -Siñor eshs Verá Usté, no, pos yo El hombrecito dijo varias frases que no le entendió el Comandante

-Vamos Vamos -dijo el Comandante- va

COIl calma hable usted, hable sin miedo que aquí nadie le va hacer nada hable

-Pos fue Philo, sí Siñor, fue Philo El fue, sí Siñor -y volvió hacerle al Comandante otra reveren-

cia

-Philo? Phi lo? -repitió el Comandante- bue-no y quién es ese tal Philo?

-El otro ser Philo, el otro -explicó el hombre-cito

-El narizón? -dijo el Comandante haciendo un esfuerzo con la memoria

-Sí, el narízón, ese es Phi lo --explicó otro de los que estaban allí

-Ajá, ajá, -dljo el Comandante contarme y volviendo otra veZ para donde el hombre de la manita, siguió -bueno, a ver amigo, dígame pues qué fue lo que pasó

El hombre de la mona con su lengua atravesada comenzó a decir un poco de cosas que, claro está, casi nadie entendió, pero más o menos se sacó en claro que el hombre de la mona había querido huir aquella noche junto con la mujercita, aprovechando el mo– mento de la función porque el tal Philo era muy gro– sero con ellos y sobre todo con la mujercita que a todo trance quería mantener a su lado, aún a la fuerza Por eso es pues, que ellos se resolvieron a irse escon– didos, pero el otro húngaro, el de la narizota, los ha– bía visto y entonces salió a perseguirlos habiéndole dado alcance a la mujercita a la que había golpeado

Después que el Comandante desenredó todo aquel ovillo de cosas se quedó un ratito pensando y satisfecho de haber llenado su curiosidad, y ya le iba

o preguntar otra cosa al hombre de la mona, cuando advirtió que a su lado se le había congregado un mon– tón de gente por lo que dijo Mejor rIlunós a la ofi– cina, allá arreglaremos todo este asunto Véngase usted Llamó al hombre y le hizo ademán para que lo siguiera La mujercita se levantó también de don– de estaba y se vino junto con el hombre, detrás del Comandante que iba adelante apretándose la cintura con su gruesa faja y atrás seguía todavía una romería de gente murmurando cosas

Entraron en seguida a la casa de la Comandan– cia, primero entró el Comandante por lo puerta de atrós y se fue a la otra pieza a traer una lámparo de kerosine que la puso encima de la mesa y le subió un

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