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« Previous Page Table of Contents Next Page »-Quiénes serán aquellos? -le preguntó Manuel al otro muchacho que estaba con él -¡ Quien sabe! -le contestó el otro
Un marinero pasó en la calle con un cajón en el hombro y el otro muchC1cho, que se llamaba Anselmo, deteniendo del brazo al marinero le dijo
-¿No sabés quiénes son aquellos sombrerudos? -¿Cuáles?
-Aquéllos que están para allasito de aquel barril
-¡Ah! -dijo el hombre- esos son los húngaros -¡ Húngaros! ¡Húngaros! ¡María Purísima! -exclamó la Rosa Viales que estaba en la puerta junto a los muchachos
-Húngaros? -le preguntaron los muchachos– y qué son los húngaros?
--Es seguro que viene la guerra o las enferme– dades asegUl ó la vieja
-Tal vez van de paso para La BOl ro -dijeron los muchachos
Alió en la calle venía el Cabo Ramírez con los papeles de los zarpes en la mano Cuando estaba más cerca, la vieja Rosa Violes lo llamó El Cabo trepó la acero y se quedó parado a la orilla de la puerta
-Es cierto que aquellos que están allá son hún– garos? -le preguntó, señalándole con el dedo a una mujercita y dos hombres mechudos que estaban en el muelle sacando unos sacos
-Sí -le dijo el cabo-- son húngaros
-y aquí se irán a quedar?
-Pues francamente, yo no sé Como eso es cosa del comandante
-Dios no lo permita -lepitió la vIeja
El Cabo se rió de ver la cara que poní(l la vieja Rosa Viales
-y todavía se ríe Ud? Bueno, pues ai va a ver
-y hablándole más bajo le agregó- ¡son azote los húngaros! ¿qué me va a decir a mí? Son cochinos, mañosos y hasta se roban las criaturas
-Todas esas son sonseras -le aseguró el Cabo
y arreglándose su gorrita de G N se bajó de la acera -Que son sonseras mías! -exclamó la vieja-- ai va a ver oí va a ver lo que le estoy diciendo El guardia no le hizo caso y siguió recto Los muchachos que estaban a la orilla de la puerta se quedaron am esperando que pasaran los húngaros -Ve aqLlel del chombelito -le señaló Anselmo o Manuel a uno de los húngaros que llevaba un som– brerito puesto en la punta de la cabeza -¡Ji! ¡Ji! -se rieron los muchachos
-So! Bruto, ya te oyó el hombre ése! -le gritó lo vieja al muchacho
-Idiay y qué vale -le dijo Anselmo -Que no ves que va crer que te ris dél? Efectivamente, él hombre dejó lo que estaba ha– ciendo y se vino para donde estaban los muchachos Los muchachos se quedaron viéndolo, más temerosos qUe otra cosa El hombre se paró a Jo par de Ansel– mo y después se vino para donde Manuel, les meneó los ojitos y sin decirles nada, entró en la casa de la
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Rosa Viales hasta la orilla del mostrador donde la vie– ja lenía sus ventas -Qué quería? -le salió la vieja al frente "c
't t t " -, uan ocas ar es a naranga- -Le pregun-tó el hungaro con la lengua atravesada y cogiendo un huevo que había en una canasta
-Naranja? Qué no ve que eso no es naranja?
j ESOS SON HUEVOS! -le gritó
¡Oh! huevu ¿Esto ser un huevu? -preguntó
el húngaro haciéndose el extrañado y comenzó a exa– minar el huevo qLle tenía en la mano- ¡Jo! ¡Jo! -Soltó una carcajada echándose sobre el mostrador– "huevu" ¡Oh, huevu! -exclamaba muy serio y ha– ciendo muchos gestos se acercó a los muchachos enseñándoles en su mano del echa una naranja bien amarilla
Los muchachos se quedaron asombrados con los ojos bien abiertos ante la magia del húngaro, pero la vieja se le acercó mal encarada
-Bueno y el huevo que acaba de agarrar de aquí?
-Huevu? Cuál huevu?
-Yo no sé -le gritó la vieja- pues el huevo que acaba de agarrar de aquí
-jOh! ¡Oh! -exclamó el húngaro sorprendido y les volvió a enseñar a los muchachos la naranj<;l que él había sacado por magia
-¡Ah! ¡No! -gritó la vieja golpeando el mos– trador- déjese de carajadas que me está atrasando -Oh, buene, buene - le dijo el húngaro-– tomá pues tu huevu Siñora - y le alargó la mano a la vieja, mientras iba diciendo algunas palabras, (una oración tal vez) porque allí no más, y después de darle una frotadita a la naranja volvió a parecer sobre su mano el huevo que antes había cogido de la canasta Después el hombre se echó a reír otra vez, puso el huevo en su lugar, se rascó su narizota y dando unos brinquitos divertidos salió por la otra puerta, junto a los muchachos que estaban asustados
Manuel que era el más curioso se acercó a regis– trar el huevo que el hombre había dejado allí y lo es– tabu viendo cuando la vieja le gritó -¡ Poné ese huevo, muchacho idiota!
-Jesús qué delicada -le dijo ManLlel medio asareado
-Vayánse de aquí, que no estoy para aguantar fregaderos
-Munús, nombré -\lomó Anselmo a Manuel y lo jaló de fa camisa Manuel le hizo caso pero an– tes 110 dejó de dejar ir sus verbos a la vieja
Los muchachos salieron de la casa de la Rosa Viales y después se metieron a la casa de Niñón Ace– vedo que quedaba en la otra esquina, enseguida de un palo de mango y allí estuvieron oyendo a una señora de Granada que estaba hablando linduras de los \:.ún– garos y oyeron que allí también decían que esa noche los húngaros iban a dar una función y que había que pagar fa entrado Los muchachos estaban muy inte– resados por ver esa función y como no tenían con qué, dispusieron hablar con el capitán del remolcador
ci ver si les daba la bajada del mecatazo sobre el rau-
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