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Unos golpes dados Iigeritos en la puerta de atrás me hicieron que me apeara de la ventana y ya corrí a abrir Memi, el hijo de casa de donde las Gutiérrez, que era como de mi edad, estaba allí remojado y tem– blando de frío
-Vistes? ¡Se hogó el yanque! -me gritó apu– rado
-¿Se negó?
-Te estoy diciendo ai iba el bote volado sin na-die y hasta que se pegó en el banco de donde la
JOI quin Así está ya de gente
Yo jalé la puerta, me quité la camisa para no remojOlla, y ya me fui en una sola carrera con Memi, brincando por los charcos
Era verdad como me dijo Memi, ya había un mon– tón de gente en la coso' de donde la Jarquín Tenían amorrado un mecate al tronco de un níspero que hay en el patio, allí a la orillita, y un marinero que iba agarrado a la zaga se iba metiendo contra la corriente que se fe hacía un remolino en la cintura
El guardia Luis González daba órdenes Con un garfio el marinero quería traerse el bote que estaba pegado El hombre se metió un poquito más, ya el agua le llegaba hasta el pecho y él levantaba los bra– zos Nadó un poquito entonces y ensartó el chunche en la cadena del bote, entonces se vino para afuera y de allí ia\Ol en el bo'e en're 'odas
Era un bote nuevo, pesadote, que todavía se le veían los suelazos
Estaba cosí lleno de agua y sólo había una palan-ca adentro
-¿Por ende sería? -le pregunté yo al guardia -Por Jos Chingas -me contestó
Memi y yo nos volvimos a ver Los Chingas son unos cacastes de piedra que quedan 01 i1Iados frente a frente de la bocana del Santa Cruz, y como allí coge fuerza la corriente, se hace chiflonada Más afuera es bien pesado el río, y por eso, cuando uno va de subida se pasa por allí palanqueando por el canal Todavía seguía lloviendo, no era tan fuerte, pero de la montaña se cernía una silampa y estaba todo encapotado el cielo
Todo mundo estaba alborotado con la noticia del hogado Mem i y yo nos habíamos trepado a un ga– lerón viejo que servía de bodega en la propia cabeza del raudal
Debajo de nuestras canillas que teníamos guin– dados, subidos donde estábamos en una solera, pasa– ba el río sucio, lento y espeso
Desde allí divisábamos las negras cabezas de la gente que se iba a agachar para ver el bote que había aparecido aquella mañana río abajo
-¿Onde tenés tu bote? -me preguntó Memi -Por la Comandancia -le contesté -¿Vos tenés palanca? -Sí
-Entonces yo voy ir a traer el canalete
- ¿Y para dónde es que vamos? -le pre-gunté
-Pues a los Chingas, a buscar al hogado
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El guardia González venía chapa liando agua en media calle con la palanca del bote aparecido y un poco de muchachos venían a la orilla siguiéndolo Seguía siempre lloviendo El paisaje parecía un espejito empañado
Alguna que otra garza sentada en un tronco y sólo se oía el ¡juáaaaa! de las correntadas bajando Como el río se pone bien fuerte con la llena, nosotros nos fuim.os orillados Memi llevaba el go– bierno y yo me jalaba abier'o con fuerza paro no pe– garnos
-jAi ta un tronco! -le grité a Memi Ya no era tiempo, nos encaramamos de viaje que casi nos damos vuelta
Estuvimos así hasta que nos zafamos para atrás A cada rato nos encontrábamos con troncos que teníamos que ladearnos mucho volándonos con fuerza Nosotros conocíamos bien todos esos lados, pero con la llena se vienen los troncos que se 01 roncan en los paredones, en los encharcados o bien otros que se desgajan porque la lluvia les va aflojando las raíces Seguíamos subiendo A cada ratito cogía el guacal paro achicar, porque el bote tenía carcomida la punta y le entraba el chorro cada vez que dábamos el envión
--Va venir más agua, éhéee -me señaló Memi, para arriba que estaba subiendo un nubarrón -Mejor nos metemos en esos guabos -le dije -Volate pues, duro -me dijo Memi, mientras refundía el canalete con fuerza
Así en un momentito nos metimos bajo las ramas gachas de un guaba y yo me agarré de una rama gruesa
En eso yo comenzó a caer la lluvia otra vez Se oían sonar duro los gotas sobre las hojas Así estu– vimos esperando un rato hasta que arraló
Volvimos a salir y seguimos dándole Ya está– bamos llegando a la punta del tablazo grande Memi se paró y cogió la palanca para irse empujando de los gama lotes En cuanto no más dimos vuelta divisa– mos los Javillos copudos que quedan a la orilla de los Chingas.
Nos hicimos un poco afuera, pero volvimos a orillamos porque la corriente estaba bien fuerte y el lÍo hasta que se veía pajita
Ya estábamos llegando a los Chingas Yo cogí otra vez el guacal, clwndo me quedé fijo viendo un bulto que se movía sobre el agua En eso se ladeó el bote en la empujada y le grité a Memi
-¡El yanque! ¡Ai ta el yanque! ¡Allá ehé! Yo estaba viendo al yonque agarrado a unas raíces con su cara roja
-¡Ay!, ¡Ay! -se quejaba el yanque
-Todavía está vivo! -me gritó Memi que le temblaban las canillas
-Sí, si está vivo -repetí yo
Entonces nos empujamos duro Memi se encon– chó sobre la palanca empujando con toda su alma Entonces yo le pasé al yanque la oreja del canalete y él se agarró duro Vine yo y lo quise aguantar, pero se me resbaló el pie de como estaba de nervioso y me vine al aguo de cabeza
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