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facilidades, ya que no incentivos, para el estudio de la historia en Nicaragua

Dadas las condiciones que hasta aquí han existi– do, es natural que casi nadie se haya dedicado a la investigación histórica propiamente dicha, y por lo mismo casi no haya libros que se refieran a la historia o la vida de Nicaragua, y a esto se debe, me parece, el que por una parte, la historia entre nosotros apenas pueda ser más que conversación o trasmitida por con– versacián, y el que por otra parte, la historia como conversación, en la escasa medida en que se produce, generalmente resulte pobre y bastante insegura en cuanto a exactitud y veracidad Pero no sólo al ca– rácter oral que ha tenido en gran parte la historia de Nicaragua, debe atribuirse, creo, lo que haya en ella de inexacto y hasta de calumnioso, sino ante todo al hecho de que la misma historia, tanto la oral como la escrita, haya servido de arma en la guerra de los par– tidos El resultado ha sido, en todo caso, que nuestra historia se distinga por lo dudosa para cualquiera que la examine sin espíritu partidista Está muy lejos de ser tan clara como hasta cierto punto lo es la de Costa Rica Desde el principio aparece, por ejemplo, la du– da de si hubo o no en Granada proclamación oficial del Imperio, de si el cuartelazo de Cleto Ordóñez fue o no de acuerdo con don Crisanto Sacasa, de si Cieto :anzaba a las masas granadinas contra los dones o las masas, incitadas por los enemigos de Sacasa, arrastra– ban a Cleto, de si los crímenes atribuídos a don Juan Arguello fueron realmente suyos o solamente lo cre– yeron así los conservadores porque, además de que las apariencias condenaban al jefe liberal, incorporar sus crímenes a la historia era la forma más segura de ter– minar con el prestigio de los liberales en Granada Esto lo consiguieron, influyendo otras causas, en rela– tivamente corto tiempo, pero, (¡demás, lograron con– vencer o la gran mayoría de la gente, incluyendo a los principales historiadores liberales, de la culpa de Ar– güello, de tal manera que en el estado actual de la cuestión es imposible creer en su inocencia Lo cierto es que la duda juega un papf.l tan importante en la historia de Nicaragua que casi viene a resultar un ele– mento esencial de su trama Lo deseable sería, por consiguiente, que la historia como conversación que es la que llega al pueblo y penetra en la masa, -se alimen– tara cada vez más de la investigación llevada a cabo por los especialistas Pero en esta materia, como ya lo he indicado, puede afirmarse que casi todo está por hacerse No es sino hasta hace poco que ha empe– zado a sentirse de veras la necesidad de la investiga– ción emprendida como se debe, y que se han iniciado al respecto trabajos importantes, que de ser comple– tados en la forma en que se proyectan, por lo menos darán a la historia nicaragüense una base más amplia y bastante más sólida

Antes de Ayón y Gámez, ni siquiera se había in– !;ntado o creído posible escribir lo que el último llama una obra completa de historia patria" Esto era ape-nas lo natural Aun la misma conciencia de la nacio– n.alidad nicaragüense que en cierto modo creó la nece– Sidad de escribir una historia de Nicaragua como

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distin~a. o separable de lo de Centroamérica, no llegó a definirse realmente sino después de la ruptura de la Federación, cuando ésta ya parecía a casi todos un hecho irreparable Aunque Ayón fuera casi una per– sonalidad centroamericana que había figurado en la política salvadoreña, por la misma moderación de su temperamento conservador, no era precisamente un

u~ionista en el sentido en que entonces lo era el joven Gamez, pero de todos modos, cuando se publicaron las historias de Nicaragua del uno y del otro -la de Ayón en 1882 y la de Gámez en 1889- ya la concien– cia nacionalista estaba totalmente generalizada en nuestro país, y se necesitaba, por consiguiente, lo que Gámez llamaba "una historia patria" Es ciertamen– te lamentable que la de Ayón no haya llegado hasta 1852, como él se proponía, sino sólo hasta 1821, sin incluir ni siquiera los hechos relativos o la proclama– ción de la independencia y la anexión al Imperio mexicano en Granada y León, de los que él mismo se ocupó por aparte en una breve monografía, escrita puede decirse desde el punto de vista sacasista y has– ta, según parece, aprovechando la tradición oral de la propia familia Sacasa No es posible saber, por lo tanto, de qué manera habría balanceado en adelante la historia de Centroamérica y la de Nicaragua La presencia de aquella en las obras sobre ésta suele ser mayor y de más importancia en los historiadores libe– rales que en los conservadores, siquiera sea por la ra– zón de que estos últimos no se creían precisamente en el deber de escandalizarse de la separación de los Es– tados Centroamericanos, mientras que los primeros, oficialmente al menos, han sido unionistas de la es– cuela de Morazán y de Jerez La base de su criterio para juzgar la historia de Nicaragua posterior a la in– dependencia, hasta recientemente fue el unionismo, que para los historiadores liberales no sólo era la prue– ba del verdadero liberalismo, sino la forma casi exclu– siva del patriotismo verdadero No se puede negar que, por justificado que pueda parecer en sus particu– lares circunstancias, el separatismo significaba -co– mo también en otra forma la propia independencia centroamericana en cuanto a la unidad del Imperio español o de la América española- una considerable reducción o encogimiento histórico y geográfIco del patriotismo, aunque también una indudable concen– tración o intensificación individual del mismo En cualquiera de los Estados Centroamericanos, el patrio– tismo auténticamente liberal era unionista, mientras el patriotismo provincial y localista aun cuando se lla– maba liberal, era conservador, como el de los leoneses De esto se dio perfecta cuenta don Lorenzo Montúfar, para quien todo movimiento de resistencia al unionis– mo morazánico, era en definitiva conservador y debido a maniobras conservadoras

Nuestros historiadores liberales abordaban la his– toria de Nicaragua desde la de Centroamérica, los con– servadores al revés solo abordaban la de Centroamérica desde la historia de Nicaragua, con lo cual resultaba que, leÍ'da a la luz de la liberal, la historia conserva– dora tenía que aparecer como una especie de mutila– ción Por lo demás, los historiadores liberales, que han dominado, como se sabe, no solamente la historio-

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