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grafía centroamericana, sino también la nicaragüense, con el tiempo lograron imponer su visión de la historia en la enseñanza de la misma, y hasta acabaron por formar en los conservadores lo que hoy se llamaría un complejo de culpa por la ruptura de la Federación Es indudable que· para disolver ese complejo, fue que el Dr Pedro Joaquín Chamarra escribió su magnífica

"Historia de la Federación de Centroamérica", que aunque no deja de estar escrita desde su rígida unila– teralidad conservadora, a mi juicio es no sólo el mejor de sus libros, sino hasta aquí lo más completo y docu– mentado que yo he leído sobre la materia

La documentación no ha sido, sin embargo, el fuerte de la historia centroamericana, menos aún de la nicaragüense En realidad no era posible que lo fuera, por la enorme dificultad de obtener documen– tos, ni puede serlo todavía por la misma razón Creo que Ayón y Gámez fueron los primeros que trataron de dar a nuestra historia alguna base documental Ayón no disponía, como él mismo lo dice, de documen– tos relativos a la conquista de Nicaragua, y solamente de unos cuantos referentes a la colonia propiamente dicha Para escribir su historia de la primera se basó en los cronistas e historiadores españoles -Oviedo, Las Casas, Herrera- y en el Abaste Brasseur de Bourbourg y la historia de Bancroft con respecto a los indios, y para la colonia, en lo que él puso de aporte propio y no sacado de las historias generales, se limitó, según parece, a glosar los documentos más o menos importantes, pero notoriamente insuficientes, que le había sido posible reunir en su archivo particular Gá– mez dice, a su vez, que él consultó para escribir su historia, los archivos de Guatemala, El Salvador y Cos– ta Rica, ya que los de Nicaragua prácticamente no existían Casi todo, lo habían destruído las guerras civiles, aunque también se cuenta que el Presidente don Vicente Cuadra, regaló a Bancroft los documentos que aún quedaban en los archivos del gobierno, y que actualmente se conservan en la Biblioteca de la Uni– versidad de California, en Berkeley, donde sólo ligera– mente han sido consultados por uno o dos historiadores nicaragüenses Tal vez la anécdota fuera inventada sólo para ilustrar la poca estimación de que gozaban en Nicaragua los documentos para la historia. En realidad el gesto no parece conforme con el carácter de aquel Presidente ton extremadamente respetuoso de los haberes nacionales, pero es posible que don Vicente regalara esos documentos para salvarlos de la destrucción, y muy probablemente a esto se deba que

aún se conserven

Lo cierto es que los documentos para la historia nicaragüense hay que buscarlos en el extranjero Tanto Ayó(l como Gámez se quejan de que en Nicara– gua se carece de bibliotecas y archivos de consulta Gámez creía, como pocos, en la importancia del docu– mento histórico -{lunque no siempre se mostró res– petuoso con ellos- y trabajó toda su vida por reunir los más que pudo, con el objeto de utilizarlos eh una más completa edición de su Historia de Nicaragua que proyectdba hacer, pero igual que a otros muchos in– telectuales nicaragüenses, la política le impedía en-

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tregarse de lleno a su verdadera vocación, que era, sin duda, la de historiador, para la cual tenía in)1egable talento, mós, según creo, que su modelo don Lorenzo Montúfar, y solamente llegó a publicar un libro o dos de documentos, sacados de su archivo, ya casi tan difíciles de encontrar como los mismos originales No obstónte su apasionado partidarismo, Gómez sabía, más que ninguno de los otros historiadores nicara– güenses, descubrir el valor de cada documento, Com– prender su sen'tido y sobre todo relacionarlos unos con

otros para formar una cadena inteligible de hechos históricos, y por eso no deja de ser una lástima que apenas haya podido aprovechar sus no comunes capa– cidades en esa materia Pudo haber realizado ya desde entonces una labor tan útil para Nicaragua, si no más todavía, que la que realizaron para Costa Rica el Marqués de Peralta y don León Fernández En Ni– caragua, sin embargo, le era imposible Don Francisco Viiil, quien consultó, según decía, o por lo menos tuvo a la vista, los documentos nicaragüenses del archivo de Bancroft, para su biografía del Padre Vijil, ha dejado en el prólogo de ésta un testimdnio desconsolador so– bre el estado de los archivos en Nicaragua Decía que los nacionales estaban tan incompletos como si muchas manos hubieran llevado a cabo una mutila– ción adrede Especialmente habían sido sustraídos documentos valiosos de los primeros tiempos de la vida independiente y de la Guerra Nocional, sin que sus en– señanzas hubieran sido aprovechadas, ni se supiera su paradero Estaba convencido de que las coleccio– nes de periódicos habrán ido a parar al basurero o bien a manos particulares para acabar amontonadas entre las cosas sin valor La situación era la misma en los archivos particulares, si no peor Casi todo lo había barrido la escoba autógrafos e impresos hechos pedazos, acomejenados, casi ilegibles Don Francisco pensaba que aquellos hombres metódicos, amantes de coleccionar periódicos y otros papeles, no habían tras– mitido o sus herederos Jo estimación por sus impresos y manuscritos Ya no amaban la historia, ni conocíal! la importancia de los papeles viejos Lo que eso reve– laba era, como se ve, la creciente incultura de la bur– guesía nicaragüense, para la cual la historia y los documentos no eran más que basura History is

bunk- como decía Henry Ford, cuya influencia indi–

I ecta en la mentalidad nicaragüense en fas primeros décadas de este siglo era quizá mayor de lo que se piensa

Todo eso, naturalmente, determinó en gran parte el árido esquematismo de nuestra historia escrita Los que aportan más datos y comunican más sensación de vida y realidad, no son efectivamente historiadores, como Ayón y Gómez, sino más bien cronistas y narra– dores de tradiciones, como Pérez y Arancibia, que ape– nas usan alguno que otro documento como una sim– ple ayuda a la memoria, cuando no meramente como una ilustración El documento era más I:¡ien una cu– riosidad A los amigos de recoger papeles viejos les llamaban "curiosos" -. palabra ambigua, que tanto quiere decir ,deseo de saber como rareza o excentrici– dad Más no sólo el curioso era raro, sino también el documento, y los curiosos, desde luego, como bue-

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