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« Previous Page Table of Contents Next Page »la Monumenta es el proyecto más importante y desde luego el más ambicioso, para la historia centroamerica– na, que se ha formado desde la independencia, y que de realizarse como se anuncia, es indudable que hará posible, no solamente una nueva historia, sino una nuevo concepCión de Centroomérica
No es necesario insistir en las dificultades que hasta aquí se han mostrado insuperables para proyec-tos similares de mucho menos envergadura Como lo había comprendido don Sofonías Salvatierra La ta– rea de publicar las fuentes de nuestra historia sólo podrá llevarse a cabo en dimención centroamericana, y tendrá que contar si no precisamente con el apoyo de los cinco gobiernos, por lo menos con la colabora– ción de algunas de las otros Universidades de Centro– américa Las Universidades, precisamente, son las llamadas a demostrar que semejantes obras tienen al menos tanta importancia como las que hoy se consi– deran necesarias para el desarrollo de la llamada "infraestructura"
Ni que decir que hay otros historiadores e inves– tigadores, probablemente más de los que sé, que sin pertenecer al Instituto Centroamericano de (-¡istoria, ni estar quizá vinculados con él, se encuentran orien– tados en la misma dirección Por citar sólo un caso, sé, por ejemplo, que el Profesor Mauricio Pallais, qc– tual Vice-Ministro de Educación, ha venido catalogan– do, desde hace varios años, documentos que pueden servir para la historia de la enseñanza Por ;escaso que sea siempre el número de personas que se dedican en Nicaragua a este tipo de actividades no remunera– 'tivas, nunca han faltado tres o cuatro que por (o menos de cuando en cuando escriban algo sobre historia, aunque generalmente lo hagan sin aportar hechos o datos nuevos Pero, además, los nuevos documentos están ya dondo fruto Algunos jóvenes han empeza– do a utilizar los conocimientos en ellos adquiridos, para establecer o precisar aspectos antes desconocidos o confusos de nuestra historia Muy encomiables me parecen, en este sentido, por su rigor y claridad, los trabajos de Eduardo Pérez Valle, que ha publicado ya varios artículos y monografías del mayor interés y no– vedad, especialmente su breve libro sobre el río San Juan Recientemente se han editado algunos otros libros nicaragüenses que en cierto modo también res– ponden a la misma tendencia Aunque no se hayan hecho' propiamente a base de nueva documentación, ya que en esta materia casi no la ha :habido, ni se han llevado O: cabo en Nicaragua verdaderas exploraciones arqueológicas -excepto, creo, las del hermano Hilde– berta Maríci- los trabajos del OÍ" Rafael Urtecho so– bre el pasado indígena en la zona de Rivas y los del Or Francisco Pérez Estrada sobre los náhuales eri ge– neral, suponen, a mi juicio, una más concIenzuda y
rigurosa revisión de las fuentes ya conocidas. No faltan desde luego algunds otras, monografías más o menos recientes qUe a!Jn no conozco Pero de todo lo que he leído en fas últimos años con relación a nueS– tra historia, lo que más me ha llamado la atención
-,tal vez no tanto por lo que logra, cuanto por su ten– dencia estrictamente doéumental y lo exigente de su
métod~ es la tesis del joven profesor nicaragüense de la Uriiversidad de Costa RiCa, Chester J Zelaya Goodman,,: Nicaragua en sus Primeros Años de Vida Indeperidiente (1821-1825) Fue presentada en 1963 para obtener el título de Licenciado en Ciencias y Le– tras de esa misma Universidad, perQ corrió la misma suerte de tales trabajos y no fue publicada sino hasta 1965 en el, número 54 de Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano Es, a mi ver, lo más serio que hasta ahora se ha escrito a la luz de nuevos documentos sobre un período particul,ar de nuestra historia Sobre esos años tan confusos, para los Cua– les la documentoción hasta aquí publicada aún sigue siendo bastante exigua y poco reveladora, sólo existía el breve libro de Arancibia, Nicaragua en los Primeros Años de su Emancipación Política, con las aun más breves biografías de don Crisanto Sacasa y de Cerda y Argüello que escribió Pérez, y la ya mencionada monografía de Ayón sobre esa misma época, ya que Marure y los otros guatemaltecos que de ella se ocu– pan muy a la ligera, han hecho de ella un verdadero río, y los viajeros más conocidos o por lo menos ros que yo he leído, da la casualidad que no estuvieron en el país más que unos pocos años antes o después En cambio el libro de Zelaya Goodman está no sólo más
documentado, sino también es más claro y completo que todo lo anterior No cabe duda que, sobre ese
tiempo, es lo único que se ha escrito con verdadero ri–
gor histórico, y me parece que, en este aspecto, sólo admite comparación con el libro de Carlos Molino, El Gobernador de Nicaragua en el Siglo XVI Cuando tengamos libros como esos y el del Or Vega Bolaños, para algunos siquiera de los períodos claves de nuestra historia, ya quizá no tendremos que seguirnos que– brando la cabeza para saber que ocurrió en realidad entre las contradicciones, discrepancias, lagunas y vaguedades de los historiadores Lo que a mí espe– cialmente me interesa' en trabajos como estos y el del Or Vega Bolaños, es su propósito de averiguar ante todo ros hechos y establecer su historicidad, sin preo– cuparse mucho por entender su significado en Su propio momento y en Id totalidad de la historia de Nica– ragua, que es lo que yo, como lector de historia, trato de hacer Unicamente en la medida en que los hechos son realmente históricos es que podemos creer que nuestro modo de entenderlos corresponde a la realidad Sólo es historia, por supuesto, lo que de veras ha ocu– rrido, y esto es sólo el historiador el que realmente está capacitado para decidírlo, pero una vez establecidos los hechos históricos, cada cual los entiende a su ma– nera, ya que de otra manera no los entiende de verdad, porque la inteHgencia de los hechos históricos
es no sólo en función de nuestro propio conocimiento de la historia, sino también de todos nuestros conoci– mientos y de toda nuestra experiencia personal Nuestra manera de entender la historia es en cierto sentido nuestra manera de proyectarnos en ella Por eso mismo es que el no historiador puede y debe par– ticipar en el diálogo de la historia, es decir, contribuir a la historia como conversación
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