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vez un poco demasiado metidos en la política militante para poder mirar la historia con suficiente desprendi– miento y como desde fuera Para un político verda– dero es imposible ser a la vez y al mismo tiempo un

verdadero historiador, porque no sólo usará la historia para fines políticos, sino que apenas podrá compren– derla desde fuera de su politica Es innegable que, entre nosotros, las deficiencias del historiador son casi siempre méritos del hombre de partido De los políti– cos que yo he tratado, por lo menos 01 doctor Cuadra Pasos hacía concesiones a lo historio -por lo que su política fue algunas veces malentendida- pero en cambio no he visto ninguna historia que no esté llena de concesíones a fa política Es de justicia advertir, sin embargo, que tanto don Sofonías Salvatierra como el Dr Pedro Joaquín Chamarra, aunque en sus obras aún citaban e interpretaban los documentos desde su respectiva posición politica, ya en cierto modo fueron los precursores y aun si se quiere los iniciadores de Jo

nuevo actitud La incesante polémica histórico-políti– ca que los dos mantuvieron, fue en realidad un amis– toso diálogo y hasta un principio de colaboración En lo que más colaboraron, según tengo entendido, tanto entre sí como con otros, fue en la Academia de la His– toria, compuesta de liberales y conservadores, cosa que por sí sola conducía a la práctica de la historia como diálogo, y por lo mismo a la formación 'de un es– píritu más nacional que partidista en el estudio de los documentos Esto se vio en seguida en la Revisto de lo Academia de Geografía e Historia de Nicaragua -fundada, igual que la Academia, en 1936-·- porque fue en ella, efectivamente, donde empezaron a publi– carse sin discriminación política o de otro especie, toda clase de documentos paro la historia del país Tan me–

I itorio esfuerzo no ha dado, sín embargo, todo lo que era de esperarse en cuanto al número y la importancia de los documentos hasta aquí publicados en la revista, no sólo por la pobreza de nuestros archivos nacionales

y particulares, sino principalmente por lo precario de los medios a la disposición de la Academia Pero no es poco que la revista hayo abierto el camino Ya en su Contribución a la Historia de Centroamérico, don Sofonías Salvatierra parecía situarse ante los docu– mentos en actitud algo más amplia que sus predeceso– res Yo, por lo menos, tengo la impresión de que yo por entonces una cierta amplitud empezaba a sentirse en el ambiente Casi en todo el pl1ís parecía asomar -no, desde luego, sin complicaciones--- un senti– miento nacional que no podía dejar de influir en la actitud de los historiadores, y aunque pronto las cosas se complicaron más todavía, por la presencia de nue– vos factores político-sociales, no por eso ha dejado de seguirse manifestando, cada vez menos esporádica– mente, el nuevo espí'ritu a que me he referido en cuan– to al modo de abordar la historia Lo que, a mi juicio, caracterizo ese nuevo espíritu de fa investigación his– tórica --además de la ausencia de partidismo discrimi– natorio en la recopilación y publicación de los docu– mentos- es la creciente convicción de que la principal tarea del historiador-investigador ha de ser la de pre–

parar los materiales que hagan posible la nueva Historia de Nicaragua Si el nuevo espíritu logra im– plantarse, siquiera sea en la UniversidCid, y ya no sólo

depender de la iniciativa individual, 110 es improbable que nuestra historia llegue a ser, en efecto, para las nuevos generacio(les, no sólo menos incierto y pobre, sino también más nacional y al mismo tiempo universal de lo que ha sido para nosotros

El verdadero iniciador de ese nuevo espíritu, creo que fue el Dr Andrés Vega Bolaños Aunque él no ha sido, es claro, del todo ajeno a la política -como no puede serlo casi ningún nicaragüense- su vocación hacia las actividades puramente intelectuales, cama la historia, parece haber predominado en la conducta de su vida, y sus vinculaciones oficiales más bien han re– sultado favorables a sus inclinaciones Su principal aporte a la nueva actitud respecto al documento, no es, a mi juicio, la Colección Sarnazo, por importante que ésta sea, sino ante todo su aun más valioso libro, ya casi inencontrable, Los Acontecimientos de ¡ 851 –

Notas y Documentos, editado en Managua, en J 945 Los dieciséis competentes volúmenes de la llamada

Colección Somoza -en los que no se sigue, creo, más orden que el cronológico- únicamente alcanzan a cu– brir ciertos aspectos de la conquista o de la vida colb– nial durante el siglo XVI, y aunque se hicieron graCias al apoyo oficial, éste no fue, al parecer, suficiente para agotar Jos documentos del Archivo de Indias referen– tes a esa época en Nicaragua, ni para publicar más tomos de fa importante colección No es necesario desde luego ponderar su importancia Es no sólo la más abundante colección de documentos para la his– toria nicaragüense editada hasta ahora, sino que vino, sobre todo, a llenar un vacío que eta casi total En lo que se refiere al menos a su intención, es también un ejemplo de lo que debe hacerse, y una muestra de lo que puede la constancia de un verdadero amante de la historia como el Dr Vega Bolaños Para mí, sin embar– go, donde ya claramente se inicia lo que puede llamarse la nueva escuela nicaragüense del documento, es, co– mo digo, en Los Acontecimientcs de 7851, un pequeño volumen de un poco más de doscientas páginas, que es también a mi juicio, el modelo del género Es muy posible que su autor haya pensado publicar, en esa misma forma, documentos correspondientes a algunos otros años y que se lo hayan impedido las consabidas dificultades con que tropiezan, como ya he dicho, esa clase de libros Si tuviéramos uno como ese para cada año de nuestra historia, seguramente ésto serío mós o menos lo que deseamos que llegue a ser Esto no quita, por supuesto, que el libro a que me refiero sea realmente capital para el entendimiento de la historia de Nicaragua, porque los documentos en él recogidos, organizados y anotados, aun sin la pretención de ser completos, por sí mismos revelan el carácter y aún el sentido de (os hechos políticos esenciales del año 185 J, que a mi ver son la clave para entender los acontecimientos posteriores, cuyas consecuencias na– turalmente llegan hasta nosotros Lo principat de todos modos, es el método y el propósito de ese peque– ño libro Es ahí donde está sobre todo su novedad entre nosotros No que el autor oculte o disimule sus ideas políticas, sino Que deja que a pesar de ellas los documentos hablen por sí, mismos, ordenándolos sola– mente con el objeto de establecer los acontecimientos

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