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« Previous Page Table of Contents Next Page »cualquier gobierno podría obtenerlos fotocopiados o microfilmados, para ponerlos al alcance de los parti– culares en una de las salas casi siempre vacías de la Biblioteca Nacional Pero actualmente no existe si– quiera una buena bibliografía moderna para guiar al lectol en materia de libros y artículos extranjeros re– ferentes a Nicaragua Después de Jo de Levy, que apareció como un apéndice de su ya casi centenario Geografía de Nicaragua, las que se han publicado sólo
son listas incompletas y breves catálogos de libros y
folletos nicaragüenses o impresos en el país, y aunque existen, según se sabe, algunas bibliografías bastante más modernas y desde luego más completas -conozco una excelente hecha hace elgunos años por el histo– riador Carlos Molino Argüello en la Biblioteca Pública dé Nueva York- sólo pueden servir para el uso par– ticular de sus propios autores, porque, igual que las obras a que me he referido, permanecen inéditas
En realidad no se vería ninguno perspectiva para el estudio de nuestra historio, si no fuero por ciertas señales de que algunos, di menos, de los nuevos his– toriadores nicaragüenses han resuelto no sólo recurrir a las fuentes sino también ponerlas al alcance de todos Estos nuevos historiadores-investigadores, entre los. que se cuenta en primer término el mencionado Carlos Malina, estón, parece, llevando a cabo el largo y cosi anónimo trabajo de descubrir y publicar documentos históricos, con un espíritu más riguroso y sistemático y sobre todo libre del partidismo de sus ocasionales pre– decesores Sin exageración puede afirmarse que en Centroamérica el documento ha sido usado ---desde la independencia por lo menos- y hasta quizá busca– do, por los historiadores partidistas, casi exclusiva– mente para fines polémicos El documento mismo, muchas veces no ha sido otro cosa que un proyectil lanzado en 10 guerra civil. Más de LIno vez, por lo demás, ambos partidos se han acusado mutuamente de ocultar o destruir doc!-1mentos que pudieran com– prometerlos La Impresión del que lee a los historia– dores centroamericanos sin compartir sus sentimientos partidistas, es de que no existían o por lo menos no se publicaban más documentos que los utilizqdos por los partidos en esa guerra de libros y folletos que era la historia No solamente Gámez, sino también el mis– mo don Sofonías Salvatierra, que en cierto modo pue– de considerarse como discípulo de Gámez, y hasta el propio Dr Pedro Joaquín Chamarra, que se preciaba de ser lo contrario, es decir, antagonista de ambos, y por tonto una especie de contrarréplica conservadora de los dos ellos, se basaron principalmente en los me– morialistas e historiadores de ia Federación, especial– mente en los guatemaltecos, con fas que, por supuesto, compartían más o menos conscientemente el sentido partidista del documento histórico Los memorialis– tas centroomericanos, empezando por Arce, fueron todos figuras polémicas, y por lo tanto sus memorias también han sido documentos polémicos qUe desde luego se han prestado o las mismas interpretaciones partidistas que los figuras de sus autores El propósi– to de estos no fue sólo escribir para la posteridad, sino principalmente para sus contemporáneos, no tanto para hacer su propia apología, cuanto por defenderse
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de sus enemigos, culpándolos de los mismas calamida– des nocionales que ellos les atribuían De modo, que las memorias eran la polémica misma, o por lo menos parte de la misma polémica que ya existía alrededor de ras figuras de los propios memorialistas Estos no de– pendían mós que de la fidelidad de su propia memoria y casi nada de documentos oficiales o particulares -.actas, decretos, cartas, etc - que ni solían obte– nerse en el exilio donde escribían, ni les eran real– mente necesarios, puesto que los memorialistas trata–
ban de cosas recientes que todos recordaban, salvo si acaso algún detalle que sólo el mismo autor podía conocer, pero que le servía para ilustrar su propio mo– do de ver fas hechos de todos conocidos, o simplemente para explicar los motivos íntimos o privados de su conducta personal El verdadero documento lo cons– tituyen los mismas memorias, que en cierto modo vie– nen a ser largas cartas políticas, algunas de las cuáles tienen el mismo alcance, cuando no el mismo estilo de (as proclamas y manifiestos, como en el caso, por ejemplo, de los Memorias de Morazán, comúnmente l/amadas El Manifiesto de David En cierto grado, casi todas son a la vez memorias y manifiestos
Unas memorias, sin embargo, del mismo modo que una autobiografía, no sólo son un documento his– tórico, sino ante todo un documento literario, algunas veces, en realidad, una obra de arte, por lo que el buen memorialista tiene que ser al mismo tiempo buen escri– tor Esto es tan rara en Centroamérica como en cual– quier otra parte Entre los centroamericanos de la Federación que escribieron memorias, los verdaderos escritores creo que sólo fueron Montúfar y Coronado y García Granados, aunque los hombres educados en Guatemala a finales del siglo XVIII y principios del XIX, casi todos había" aprendido a escribir una prosa corriente de mejor calidad que la de los políticos y pe– riodistas posteriores A esto se debe, creo, que las memorias de aquella época aún se lean con gustó Aunque todas naturalmente, son favorables a sus au– tores, -o Quizá por lo mismo-- no todas dan la me– dida del hombre que las escribe, especialmente cuan– do éste tiene mayor estatura que la ordinaria, como es también el caso con las Memorias de Morazán Pe– ro, o pesar de todo, lo que estos hombres nos harÍ lega– do, en la medida en que son sinceros, es su propio retrato interior Sus memorias son ciertamente insus– títuíbles porque hasta cierto punto nos permiten adivi– nar algo siquiera de lo que sus autores pensaban de sí mismos y de sus otros contemporáneos, y porque a veces nos dejan ver, por lo meno~ algunos aspectos del mundo en que vivían Aunque, naturalmente, cada
cual proyectaba la imagen que él se hacía o deseaba comunicar de su propia persona, y su opinión de los demás prácticamente obedecía a circunstancias de la político, lo que escribieron ellos de sí mismos y la que de ellos escribieron los otros, especialmente sus ene– migos, es casi todo lo que tenemos para formarnos al–
guna idea de lo que fueron en realidad, porque tam– bién las tradiciones acerca de ellos, que desde luego tienen que ser mucho menos concretas y más insegu– ras, son todas partidistas De ahí que los que parecen conocerlos mejor, más objetivamente, son a menudo
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