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« Previous Page Table of Contents Next Page »gencia de nuestras historia si, por ejemplo, existieran memorias de don Fruto Chamarra o de Jerez, cama existen de Walker Fuero de alguna que otra carta aislada, no parece tampoco que se haya conservado, o por fa menos no se ha publicado, la correspondencia oficia!, ya no digamos la privada, de los que han figu– rado en la historia de Nicaragua, ni para el caso, la de ningún otro nicaragüense ajeno a la política -si es que existe la especie- cuyas noticias o pareceres pu– dieran ayudarnos a comprender o conocer siquiera algún aspecto de la vida de su tiempo Es muy posi– ble, sin embargo, que aún se conserve más o menos completa la correspondencia de los hombres de los Treinta Años, algunos de los cuales usaron libros co– piadores -yo, por ejemplo, sé que una buena porte de la del P, esidente Zavala aún existe en poder de su nieto Joaquín Zavala Urtecho- pero hasta aquí nin– gún historiador ha trabajado en serio sobre esas cartas, no todas oficiales, sino también semioficiales y hasta particulares, que desde luego nos permitirán conocer mayor número de hechos concretos y detalles precisos de ese período, cuyo recuerdo aun desempeña una fun– ción posiblemente saludable como mito político -sobre todo en la zona oriental del país y en la imaginación conservadora- pero del cual casi nodo se ha escrito y del que cosi todo lo que se dice suelen ser geY\€ralida– des sentimentales Aunque no creo que se pueda esperar demasiado candor o fral \queza en la correspon– dencia de nuestros hombres públicos, en general poco inclinados a confidencias epistolares y mucho menos a revelar conflictos interiores o consultor, en coso de te– nerlos, problemas de conciencia, no por eso se debe olvidar que en ocasiones bosta una Carta para enten– der todo un conjunto de hechos, y que con muchas cartas se hoce posible reconstruir un período o cuando menos trazar los rasgos principales de su fisonomía
Tampoco ha habido, que yo sepa, ningún Pepys nicaragüense, ni más diario que el del escritor don En– rique Guzmán, cuya figuración polítiéa, salvo en su juventud, durante la Presidencia de su padre, nunca pasó de marginal Su posición social y 10 agudeza de su ingenio, más que su mismo inteligencia, natural– mente ló predisponían paro enterarse de las intimida– des del mundillo social y político nicaragüense, espe– cialmente del granadino, y descubrir las pequeñas debilidades o pecadilfos y ros defectos más caracterís– ticos de la gente de entonces, lo mismo del Presidente de lo R.epública que del portero de la oficina, que él como nadie sabía revelar con sutil ironío en uno O dos detalles al parecer insignificantes Pero ya sea que don Enrique escribiera su diario íntimo sin la intención de publicarlo, únicamente por llevar constancia de lo que le ocurría, ya que esa fuera la índole de su mente, como me inclino a creerlo, no parece que haya tra– tado de penetrar profundamente en nada, sino al con– trario, de mantenerse siempre en el terreno de lo superficial Sospecho que para él, complejidad y pro– fundidad eran sinónimos de oscuridad, y que su clari– dad, por eso mismo, no era más que una forma de superficialidad Tal vez así se exptique su profunda ironía una profunda desconfianza de toda profundi– dad Su excepcional inteligencia, que era no sólo
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clara, sino también naturalmente penetrante, no dejó desde luego de sufrir los efectos del inveterado antj– inteledua¡ismo del ambiente granadino Más que ninguno de sus contemporáneos nicaragüenses, él co– nocía, según parece, sus propias limitaciones -aunque posiblemente ras tomara por las propias de! hombre– lo cual se reflejaba en todo lo que escribía y más qui– zá en su diario, donde no solamente tomaba nota del
mundo que le rodeaba sino, tal vez sin pretenderlo, se retrataba él mismo Aunque no era sólo eso -Como pensaban en su tiempo las victimas de su ingenio– sino también un escritor de muy diversas capacidades, no cabe duda que don Eirnque era "un genial gaceti– llero", y algo de esa genialidad ha quedado en su diario, cuyas entradas suelen tener la brevedad y al– gunas veces fa viveza de sus famosas gacetillas A pesar de su esquematismo y de lo relativamente redu– cido de sus preocupaciones y ocupaciones, el diario de don Enrique no deja de ser el único documento perso– nal para el tiempo que abarca, y me parece, desde luego, indispensable para el historiador y más tal vez paro el lector de historia de Nicaragua o de literatura nicaragüense No sin algunas interrupciones y vacíos, cubre los años comprendidos entre ] 876 y19ü9, pero no fue publicado íntegramente sino hasta 1960, aun– que no como libra, sino serial izado en Revista Conser– vadora, cuyo admirable empeño de ofrecer en sus páginas valiosas obras centroamericanas o referentes a Centroamérica, inéditas o agotadas, no tiene prece. dentes en Nicaragua Es indudable que si no fuera por Revista Conse/vadora no solamente aún estaría inédito el Diario de don Enrique, sino también otras muchas obras de no menor utilidad para el conoci– miento de Centroamérica, yes de esperarse que por lo menos en esa forma, sigan llegando a nuestras manos libros que de otro modo nos sel ía imposible obtener
También los libros de viajeros europeos y norte– americanos que han visitado Nicaragua y escrito sobre ella, son otra fuente no menos importante y felizmen– te menos escasa que las contadas obras nicaragüenses y aun centroamericanas de que disponemos Sólo Levy, por ejeTr!plo, enumero en su bibliografia de 1873, aparte de las obras correspondientes a la colo– nia, 68 libros de viajeros y exploradores relativos a Centroamérica, la mayoría de los cuales tratan de Nicaragua o bien contienen información que de algún modo le concierne Pero hasta aquí no solamente na han sido utilizadas las obras de eso clase, sino que apenas son conocidas de nuestros historiadores En su gran mayoría nO han sido ni siquiera traducidas al español y aunque supongo que los historiadores nica– ragüenses leen inglés y francés, son muy raros entre ellos los que pueden hacerlo en alemán o sueco Las traducciones que yo conozco, dudo que lleguen a la docena, y las más de ellas, según entiendo, permane– cen inéditas Bosta decir que el escritor Luciano Cua– dra, desde hace varios años guarda en una gaveta su inmejorable traducción de Squier Existen varia~ tra– ducciones inéditas del delicioso libro de Belt, El Natura– lista en Nicaragua, un clásico en su género, que na sólo contiene abundantes noticias sobre lo flora y la
fauna, sino también sobre la sociedad nicaragüense, Y
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