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donando, curando y atendiendo a los enfermos y heri– dos de los mismos autores de tales maldades Esta era una venganza de que los americanos podíol'l sen– tirse orgullosos y no indigna de la causa que invoca– ban ni de la raza a que pertenecen.

Apenas es necesdrio seguir a los costarricenses en su 1riste y fUnesta marcha de San Juan a San José El sendero que conduce al río de la Flor estaba obstruído por los cadáveres de los rezagados que habían caído al ser atacados por los calambres fatales que no les per– mitieron volver a juntarse con sus compañeros. No ce– so el flagelo de perseguirlos en el territorio del Guanc;i– caste Los fué acosando hasta San José y su obra de destruccibn resulto tan buena que de la bIzarra hueste que había salido a exterminar a los "filibusteros", no pasaron de quinientos los que volvieron a lo capital de la República En seguida, apartándose la pe$te d~l

ejército al cual había devorado casi todo, busco sus ví~.

timas en las familias pacíficas del país Jovenes y vie– jos, mujeres y niños sucumbieron a la enfermedad y algunos calculan en catorce mil los que de ella murie– ron; pero es probable que el cálculo más moderado de diez mil abarque la pérdida total sufrida por la pablo. don del país '

Cuando los costarricenses ocupaban a Rivas se di– jo q!Je los legitimistas estaban tratando de levantar gente en el distrito de Chontales y en los departamen– tos de Matagalpa y Segovia Se mando a Goicouría con la compañía del capitán Raymond a los cerros de Chonta/es, y habiendo encontrado en AcoyapQ Lina pe, queño portida de los anfiguos granadinos, \el disperso en un abrir y cerrar de ojos Atravesando' luego la mayor parte del distrito, regreso a Granada poro in– formor que todo estaba tranquilo del otro lado del la– go Valle, gobernador militar de Segovia¡ pronto dis– perso a los legitimistas que trataron de hacer un mQ' vimiento cerca de Somoto Grande; a la vez, Mariano Salazar, enviado por el gobierno a Matagalpa en ca· lidad de comisionódo, pacifico a los indios de aquel distrito, regresando luego a Lean con su tropa. De manera que en pocas semanas fuelon restablecidos el orden y la trcmquilidad en toda la República y el go– bierno provisional era obedecido en toda ella

En el departamento Meridional hubo que hacer al– gunos escarmientos con legitimistas que vinieron del Guanacaste con los costarricenses para invadir o la Re– pública, Uno de los principales fué el de Francisco Ugarte, que había sido casado con una hermano de la mujer del Dr Cale. El general en jefe supo que Ugarte se había quedado en el departamento después de Ja

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lo encontro y lo trajo al cuartel general Fué juzgado por un tribunal militar que lo condeno a morir ahorca· do Por ser esta fOlma de castigo para tales delitos desusada en el país-se echaba mano del fusilamien–

t~ e~ vez de la horcQ-, la ejecucjon de Ugarte impre– Siono profundamente, al pu~blo, inspirando un miedo saludable a la justicia americana entre los conspirado– r:s legitimistas Como entre Ugarte y sus deudos ha– bla habido algunas cuestiones relativas a la tutoría de

b~s h¡¡os, así como tocante a la administracion de 16s

re,nes de su esposa, la generalidad de las gentes del pals atribuyo el arresto del criminal a informes dados

\o~ su cuñado el Dr Cale; y el hecho de haber preva– eCldo esta sospecha, indica que no extrañaban que la

adhesion a un patrtido o lo supuesta devocion al inte· rés público, sirviesen de careto para saciar odios de fa· milia o pasiones' personales.

Durante dos' o tres semanas desP\Jés de haber par– tido Cañas de Rivas, el grueso de la tropa americana estuvo en La Virgen, desde dondll constantemente se mandaban desteicamentos a diferentes parte~ del de" partamenta para' volver a inspirar confianza en la solio dez del gobierno de D Patricio Rivas. La fiebre hacíGl estragos en Granada, llevándose a muchos de los re– cién llegados al país Al cabo de algunos días pare– do también el colerín en La Virgen y

< a muchos mato allí Los americqnos residentes en el país y 'los solda– dos no fueron las únicos víctimas de la fiebre y del ca–

lera o colerín en aquel entonces. Como los propieta– rios del Tránsito no habían hecho los arreglos conve– nientes respecto de su línea de vapores, los pasajeros para California que habían venido a San Juan del Nor– te en abril tuvieron que quedarse en Nicaragua !Jn mes entero Muchos de ello~, qUI! carecían de recursos y llevaban unQ vida desarreglada, no tard.oron en pagar su tributo a la fiebre reinante en GranadClf y los infor– mes dodos por ellos qcerca del país, al' cual llegaron desprovistos de todas las comodidades de la civiliz:a– cion, impidieron que muchos otros ~iniesen a él Hasto

el 19 de mayo no llego el vapor a Son Juan del Sur, permitiendo a estos pasajeros que sufrían irse a Son Francisco.

Pero a pesar de la enfermedad reinante entre los americanos, éstos tenían Quen ánimo y grandes espe– ranzas. Para el observador superficial los elementos polírlcos parecían estar más tranql)Hos que nunca a par· tir del dia en que se firmo el tratodó del 23 d~ octu. bre El pueblo bajo, con su robusto instinto religioso, creía que la Providencia había eiwiado el colera para expulsar a los costarricenses del territorio de Nicaragua Los americanos, con esa fe que tienen en sí mismos y que los ha llevado de un océano al otro en un período maravillosamente corto, ya consideraban su estableci· miento en Nicaragua a salvo de contingencias; pero 01

que sobe que los grandes cambios en los Estados y las sociedades no se hacen sin larga y ardua labor, podía parecerle que las dificultades de los americanos en Ni– caragua ton solo estaban comenzando. Destr!Jir una vieia organizadon política es torea relativamente fácil y para reqlizarla poco se requiere además de la fuer– za; pero edificar y reconstruir uno sociedad, reunir los materiales tomándolos de todqs partes y fabricar con ellos un todo armonico y adecuado a las costumbres de una nueva civilizacion, exige más que fuerzo y aun más que genio para hacer el trabojo, así comoagen–

1~S pcw completado Para 1ener buen é)(.i~o se nec.esi·

ta tiempo y paciencia, tanto como pericia y trabajo, y

105 que emprenden la obra deben hallarse dispuestos a consagrarle su vida.

Había a lo sazon en Nicaraguq un hombre, por lo menos, que vio que la senda por donde caminaban los americanos estaba erizada de espinas aun en aquel mo· mento Edmund Randolph, quien desde prindpios de abril estaba en el departamento Ocddental, vino o La Virgen a tomar un pasaje para Nueva York. Durante su permanencia en Leon y El Reale¡o estuvo muy en· fermo y I,Ina vez casi a punto de morir de uno afeccion al hígado; pero en los intervalos de su penosa dolen. cia, su ojo penetrante vio que había mar de fondo en los asuntos del gobierno provisional. El 20 de mayo,

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