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« Previous Page Table of Contents Next Page »golpes de la adversidad. Ni en su manera de marchar, ni en sus ademanes había vacilaciones. Unos pocos, q los que ni siquiera podría darse el nombre de destaca– mento, recibieron orden de apoderarse de los botecitos del puerto y de tenerlos custodiados. La goleta costa– rricense San José anclo en el momento preciso de entrar la Falange en el cuartel, y antes de que ninguno de sus oficiales o tripv1antes bajase a tierra, ya estaban a bor– do unos pocos americ.anos que la detuvieron hasta nue–
."0 orden. Walker esperaba saber algo del Vesta por haberse ordEmado a Morton que estuviese cruzando frente a San JlJan del Sur hasta ver cierta señal en tie–
rra; pero no obstante haber allí muchos amigos de los democratas, nqdie pvdo 96r ninguna noticia del Vesto. Varios vecinos del pueblo hicieron cuanto estuvo en sus facultades por los soldados heridos y desvalidos, y has– ta en aquellos momentos infortunados un irlandés, Peter Burns, y un tejano, Henry Meleod, tuvieron la audacia de ligar su destino al de la Falange Para los soldados resultaba alentador ver qLie no solo ellos consideraban que su suerte no era totalmente desesperada, y este refuerzo no obstante ser tqn pequeño, añadió vigor mo– ral y material a la tropa
No teniendo noticia alguna del Vesta, resolvio Walker obligar a la San José a prestarle servicio para salir en busca del bergantín y, caso de no encontrarlo, para irse por mar al Realejo Por consigujent~ se man– daron los heridos a la goleta y poco después fueron tlOS ellos los demás Encontraron al propietario, un tal Alvarado, de Puntarencts; o bordo de la San José que en San Francisco había sido barco piloto Alvarado re– cibió cortésmente a la tropa, y Walker le aseguro que los democratas no se servirían de la goleta sino durante el tiempo estrictamente necesario; y corno este mismo barco había traído a Guardiola, militar de importancia, de Guatemala a Nicaragua, con el proposito manifiesto de hacer la guerra 01 gobierno prOVisional de leon, Alvarado creyo conveniente mostrarse atento, por temor de que le decomisasen la goleta en El Realejo En lo que pudiera llamarse diplomacia menuda, ninguna raza de las del continente aventaja a los centroamericanos. Cuando Ja Falange llego a bOldo de la San José estaba subiendo la marea y soplaba poco viento o nin– guno; de modo que el barco se quedo anclado en es– pera del reflujo y de la brisa matutina paro zarpar la mayor parte de los soldados, rendidos corno estaban por los trabajos que habían pasado y la excitadon nerviosa de los tres últimos días, se dejaron caer en el acto sobre la cubierta, quedándose dormidos casí al tocarla; pero Walker, el Capitán Hornsby y algunos más se quedaron en vela, observando con ansiedad la tierra, por si había señales de algún movimiento, y mirando con igual aten– cion el agua y el cielo, a fin de no dejar pasar inadver– tido el menor síntoma de la marea menguante o de la anhelada brisa Estando con los cinco sentidos fijos en estas cosas, vieron de pronto salir llamas del cuartel si· tuado cerca de la playa, y con espanto les parecio que el fuego invadía en un instante la mitad del pueblo En el acto se mando un bote paro averiguar lo que aquel incendio significaba Fijándose bien, las llamas parecían estar circunscritas y no se propagaron gracias a la calma de la noche Al cabo de algunos minutos regreso el bote con la noticia de que el cuartel había sido incendiado por Dewey y un marinero llamado Sam. El primero era un americano que había vivido algún tiempo en el Istmo; el segundo el propietario de una
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Idnchita que viajdba entre El Realejo y San Juan del Sur y había seguido al Vesta cuando éste fue al Gigante. Estos dos individuos tenían odios personales contra ciertos legitimistas del Tránsito, y aprovechando las cir– cunstancias determinaron vengarse con aquel acto de destruccion Puede ser también que el afán de saqueo y la esperanza de poder saciar su codicio durante la confusion qlusada por el incendio, fuesen en parte los moviles del hecho¡ porque Dewey era un hombre teme– rarib que había huído de California para librarse del castigo que merecían sus crímenes El acto cometido por aquellos dos individuos había puesto en peligro a toda la poblacion las casas eran de madera y un vientecito leve habría comunicado el fuego a casi todas A Walker le importaba mucho apoderarse de 'Qs incendiarios y castigar su crimen¡ no siendo así, toda la responsabilidad del hecho podría recaer sobre JQs ame– ricanos al servicio del partido democrata, y los 'enemigos de éste dirían que por desquitarse del rechazo sufrido en Rivas, habían tratado de quemar, corno salvajes, una poblacion inofensivo Por este motivo se mondo a un oficial con unos pocos hombres -las armd!, 'iban ocultas en el fondo del bote-,- para que prQcyrasen traer a Dewey y a Som a bordo de la San José. En parte con engaños y en parte por fuerza se trajo a Som a la goleta; pero Dewey, que tenía sus dudas sobre las consecuenCias, rehuso aventurarse a venir a bordo y ere.' yo tornar el carnina más seguro yendo a meterse en, I,a lancha de Sam, amarrada por fortuna en la popa de la goleta Tan pronto como Sam hubo atravesado la 'bc;>r– do de la San José, se vino hacia donde se encontraba Walker -tambaleando, porque estaba ebrjo....-'- y se jacto abiertamente de que él y Dewey habían dódo fue– go al cuartel y de que este acto era lícito contrd los legitimistas Después de las declaraciones de Sam ya, no podía caber ninguna duda respecto de su culpabili.' dad, así como tampoco de la de Dewey, toda. vez, que Sam había manifestado lo mismo en presencia de su' complice, sin que éste lo contradijese El hecho de ha– berse negado Dewey a comparecer ante Walker, impli– caba también un delito Por consiguiente se ordeno juzgór a Sam, y, después de una breve consulta con' el Capitán Hornsby y John Markham (después el Coremel Markham), el cual había mostrado mucha discrecion en Rivas y durante la marcha al regreso de esta éiudad, Walker resolvio mandar el criminal o tierra a fin 'de que lo ejecutqSefl allí Además, se pusieron rifleros 'en la popa de la goleta para vigilar la lancha e impedir
que Dewey cortase los cables que la sujetaban a
aquella.
El prisionero se mando a tierra a cargo del Capifón HOlnsby y unos pocos hombres escogidos, con orden :de fusilarlo y de poner sobre el cadáver un cartel que d[¡e– se el crimen que había cometido y por orden de quien Se le había ajusticiado; porque era menester darse pri– sa, siendo ya muy pasada la medianoche y estando 'el patron de la goleta de Alvarado en espera de poder levar el ancla de un momento a otro. Ingrato era aquel deber y por lo mismo escogio el Coronel en persona' a los encargados de cumplirlo Hornsby era un militar honrado y recto; pero el cumplimiento de la orden pocHa depender de los llamados a ejecutarla Era casi el úr;¡i· ca oficial que le quedaba a Walker¡ sin embargo, ca~e'
cía de la necesaria amplitud de ideas paro comprender lo mucho que importaba demostrar que los americanos no hobían tomado parte alguna en e~ criminal incendio:
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