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, Pero 'd~ bajos de I~s americanos nO debían esti– marse por el núm~(o la índole caballerosa' de Kewen valía más que una hueste de hombres comLÍhes, y' la muerte de Crocker ela una pérdida c;asi irreparable Con su aspecto de muchacho, su cuerpo pequeño y su cara casi femenina por lo delicadb y bellb, tenía el cora– zon de un leon, y su mirada, de ordinario suave y apa– Cible, aunque firme en la expresion percibía con rapidez el movimiento en falso del adversario y entonces el des– 'tello que despedía era como el que brota del alfanje al caér sobre la cabeza del 'enemigo A pesar de tener pota' experiencia mUitar y aun menos estudio de la ma– teria, era hombre que sabía a'rrastrar a los demás al peliglo, y ningunCi de los que le conocían abrigaba el temor de que metiese su tropa en una posicion de don– de su valor y habilidad no pudiesen sacarla después Para Walker no fenía precio, pOlque habían estado jun– tos en muchos momentos de prueba y el compañerismo en las dificultades y los peligros había creado entre ellos una especie de francmasonería

Dos naturales del país habían permanecido en Ri– vos con Jos americanos durante casi' todo el día El uno era un muchacho y el otro un hombre muy conoce– dor de la region de Rivas Guiada por éste se retiro la pequeña partida por entre tacaotales, en busca de algún camino que la llevase al Tránsito Marchaba por su– puesto lentamente' y' a menudo había que aguardar a ros heridos Entre los de mayor gravedad ,estaban De Brissot y Andersón (más tarde el CcironelAndersonl Al primero le habían citravesado 11] parte carnosa del mus– io, y el segundo, además de una herida, .también en el muslo, tenía un chasponazo en el cuero cabelludo y una cortadura en un pie.. El Capitán boubleday, quien for– maba parte de la expeclidon en calidad de voluntario, le fue útil a ésta por el conocimiento que tenía de la ín– dole de las gentes del país y de su manera de hacer la guerra A pesar de haber rec;ibido una herida dolorosa en la cabeza, ni un soici instante flaquearon su valor y presencia de ánimo Cuando la partida que iba de re– tirada andaba errante en los cacaotales, se encontro dos o tres veces con labriegos del país; éstos acostum– bran salir huyendo' al ver hombres armados, por miedo de que les obliguen a prestar servicio militar En una ocasion fue cilcanzado 'un viejo lerdo y marrullero, el cual, después de vacilar un poco, entreabrio su chaqueta paró mostrar una escarapela roja que tenía debajo de ella'; pero di mismo tiempo los americanos vieron ca(;)r

~I suelo una escarapela blanca, lo 'que para ellos fue motivo de diviúsion El pobre homble, al cabo de un dí') de perplejidad en tiempos de revuelta, hobía pensa– do que lo meior era llevar un emblema blanco para los legitimistas y otro rojo para los democratas los mis– mos americanos no carecían dé una prudencia parecida; muchos de ellos se habían quitado del sombrero la cinta

~olorada para 1")0 llamar la atencion de los destacamen– tós enemigos; pero esta precaucion era inútil, toda vez que su' idioma, traje y modales decían claramente cuál

~;a su raza y por consiguiente el partido a que pertene– clan

, Era ya casi de noche cuando pudo llegar el guía al c?mino que conduce de Rivas a San Jorge, en un punto situado casi a igual distancia de estos elos lugares. Al acercarse la Falange a la carretera, las campanas de Bueno: Aires tocaban a lo lejos y Doubleday creyo que lo haclah en celebracion de la victoria de' los legitimis– tas; pero aquel toque era probablemente el de vísperas

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'usual. Marchando de' pr"¡só, los restos de Id fuerza ex– pedicionaria pasaron por los arrabales de San Jorge cer–

cél del pnochecer Todas las puertas estaban cerradas, como es costumbre cuando se ha librado una batalla en la's vecindades, y se habría dicho que todos los perros del pueblo ladraban a la huella de los americanos. Wblker ordeno el' Mayorga, el guía, llevar' la tropa ,al Tránsito por el sendero más solitario que fuera pOsible" y éste la condujo pronto a una vereda que corre a la de– recha del camino de Rivas a La Virgen El suelo era fangoso y áspelo A 'veces se hundían los soldados 'en él hasta más arriba del caltado y aun hasta las panto– áillas; y si aquella marcha ela dura para los que esta– ban sanos, ¡cuánto más no lo sería para Anderson y De Brisso~ que tenían los muslos agujereados por balas de fusil! 'Pero la retaguardia cumplió bien coh su de– 'ber, manteniendo la cohesion de la columna y conser– vando la necesaria sangre fría y entereza para ha¿er frente al enemigo en caso de persei:ucion; pero de est9 no había traza y hacia la medianoche los soldados de la Falange, rendidos de cansal1cio, hicieron alto y se acamparon hasta la mañana sig'uiente en una choza de– sierta, situada en la cumbre de una colina, a unas dos millas del camina del Tráhsito

Un rato de' sueño y un copioso desayuno hicieron revivir los agotados bríos de la tropa, y antes de las nueve de la mañana del 30 se encontlaba és"tc;J bregan– do una vez más con el barto del sendero. No tardo en

divisar la blanca carretera <:Iel. Tránsito, a unas dos o tres millos cle La Virgen Pdretía un camino de los E;s– todos Unidos y su aspecto basto para dar fuerzas a la Falange y nueva vida a los mismos heridos Poces mi– nutos df;lSpués de Ilegal al Tránsito, oyo Walker a 16 lejos y hacia adelante el sonido de un cencerro El guía dijo que era la recua de mulas que conqucía los ca"udales, 1 porque los pasajeros habían pqsado el c:lJa anterior para la Virgen, procedentes de SOr) Juan del Sur Como la recua solía venir acompañada de una escolta, Walker, temeroso de un encuentro entre ésta' y su tropa, así como de las tergiversaciones a qve pOí fuerza daría lugar este hecho, se apresuro a mandar a los suyos que se ocultasen en la falda de una colina, frente a lo cual iban pasando en aquel momento, y respilo al ver desfilar toda la recua sin más acompaña– miento que los arrieros que cuidaban de ella Se rea– nudo la marcha y cerca de la casa del Medio Camino se vio venir a caballo un individuo llamado Dewey, que había sido tahur en California. Acercándose a Walkel le dijo que venía de San Juan del Sur y que algunos de los democlatas elel país, entre otros Méndez, habían pa– sado por allí \0 noche anterior de camino poro Costa Rica; pero que no habían lIeg o do ningunos legitimistas desde la salida de Argüello para RivdS en la madrugada del 29

Poco después de la puesta del sol, los vecinos de San Juan del Sur vieron desfilar por las cales del pueblo y alojarse en el cuartel situado celca de la playa, unos cuarenta y cinco hombres de los cuales varios venían heridos, otros sin sombrero, oflos descalzos y todos en· lodados y arrastrando sus I ¡fles En aquel momento el aspecto de la Falange no era imponente; pero los que saben descifrar el semblante de los hombres, podían leer en el de aquéllos la entereza con que sufrfan los

1. El oro que pIocedente de California iba, en tránsito para Nueva York. N. del T. .

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