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« Previous Page Table of Contents Next Page »proteger a las familias de la línea divisoria contra los indios, Y de que este acto sería humanitario y no menos ¡usto, ?sí lo sancionase o no el gobierno mexicano . La situacion de la parte norte de Sonora era en aquel tIem–
po y sigue siendo todavía una ignominia para la civili– zacion del continente; y hasta que por una cláusula del tratado de Gadsden se rescindio otra del de Guadalupe Hidalgo, el pueblo de los Estados Unidos fue ante el mundo el más diledamente responsable de los crímenes de los apaches Ningún pueblo tiene como el america– no el deber de libertar la frontera de las crueldades de la guerra salvaje El norte de Sonora estaba realmente más dominado por los apaches que bajo las leyes de México, y las contribuciones que echaban tos indios se pagaban con mayor puntualidad y certeza que los im– puestos al recaudador El estado de aquella region era la mejor disculpa de todo proposito americano de esta– blecerse allí sin el consentimiento oficial de México; y aun cuando habrían ocurrido seguramente cambios po– líticos a consecuencia del establecimiento de una colonia cerca de Arispe, se podían ¡ustificm con el argumento de que cualquier organizacion social -obténgase co– mo se obtenga- es preferible a ésa en que los indivi– duos y las familias están enteramente a melced de los salvajes
Pero los hombles que habían solido por mar con rumbo a Sonora se viCian obligados a permanecer du– rante un tiempo en la Baja California y la conducta observada por ellos allí puede dar la medida de los propositos que los animaban en su empresa En todas partes dende estuvieron procuraron establecer la justi– cia y mantener el orden, y a los que de ellos mismos violaron la ley se les castigo sumariamente En la ano tigua mision de San Vicente ocurrio un hecho que pone
de relieve el carácter de la expedicion y el de sus cau– dillos Varios soldados urdieron una tlama para deser– tar y saquear las haciendas de ganado a su paso para la Alta California Uno de los comprometidos delato el plan y los fines de los conspiradores, que fueron some– tidos a un consejo de guel ro, declarados culpables y sentenciados a mor ir pasados por las armas Una eie– cucion militar es una buena prueba para la disciplina de una tropa; porque ningún deber repugna tanto al soldado como quitar la vida al camal oda que ha com– partido con él los peligros y las privaciones de su dura profesion Ademós, el cumplimiento del deber resulta– ba en este caso aun más difícil, porque el número de los americanos era corto y cada día iba disminuyendo; pero por muy penoso que fuese, los encargados de cum· plirlo no vacilaron, y el mismo sitio en que las desven– turadas víctimas de la ley pagaron su delito con la vida, sugirio una comparacion en1re la manera que tenían los expedicionarios y el gobierno mexicano de cumplir res– pectivamente con la obligacian de defender a la socie– dad. La fuerza expedicionaria designada para vengar la ley aplicando el mayor de los castigos que impone al delincuente, se situo casi el la sombra de las ruinas de la iglesia de los padres misioneros Las habitacio– nes destechadas del vieio convento, les arcos carcomi– dos de la espaciosa capilla, los vastos campos desiertos con señales de haber sido cultivados, las siluetas fugiti– vas de los indios medio desnudos que estaban reca– yendo en el salvajismo de que los habían salvado los santos padres, todo proclamaba la clase de proteccion que México había dado a las personas yola propiedad
en la Península En cuanto a las funciones vitales del gobierno, los expedicionarios podían sostener sin temor la comparacion de sus actos con los de México en la Baja CalifO! nia; y la ruina y desolacion que acarreo la medida tan desacertada como injusta de la seculariza– cion de las misiones, bastaría pOlo que la República Mexicana no pudiela reclamar el pleito homenaie de la Península
Lo más interesante es saber que los de lo expedi– ción a la Baja California probOlon en todas partes don– de estuvieron que su deseo no era destruir sino reorga– nizar la sociedad Todos elan jovenes y la juventud suele er I ar cuando se pone a demoler antes de estar lista para construir; pero eran también hombres llenos de ardor militar, sedientos de adquirir una leputacion en el ejercicio de las armas, y los instintos del soldado antes lo llevan a edifical que a demoler Su índole es conservadora; la primera de las leyes militares es el orden Por consiguiente aquellos hombres, aunque jo– venes, no eran impropios pOlo echar los cimientos de una sociedad más estable que todas las que pudieron haber encontrado en Sonora o la Baja California Fra– casaron sin embargo Para el proposito que ahora se tiene, no importa determinar si este flacaso se debio mós a la conducta observada por otros que a la suya, Basta decir que los últimos restos de la expedicion lIe· galon a San Francisco hacia mediados de mayo de 1854
El jefe de la expedicion, William Walker, o el Ca– lonel Walker como se le llamaba entonces, reasumia las tarens de editor de un diario después de su regreso a la Alta California Uno de los propietarios del pe· ríadico, BYlon Cale, se había interesado por Centro Amé– rica durante val ios años y par1jcularmente por Nicara· gua En convelsaciones frecuentes con WaJker, )e insto Cole para que abandonase la idea de establecerse en Sonol a y dedicalO sus trabajos a Nicaragua Poco des– pués de haberse enterado de la revolucion emprendida por Jelez y Costellon, Cale vendio su parte en yl perio– dico de San Francisco, embarcándose con destino a San Juan del Sur Salio pC1ret Nicaragua en el vapor del 15 de agosto de 1854, acompañado de Mr William V Wells, el cual tenía los ojos puestos en Honduras. Des– pués de muchos atl asas y molestias, Mr Cale pudo lle– gar a Leon, desde San JUCIl1 del Sur, y allí obtuvo de Castellan una contrata en que éste le autori~aba para enganchar trescientos hombres destinados a prestar ser– vicio militar en Nicaragua, debiendo los oficiales y sol– dodos lecibir un sueldo mensual especificado y cielto númelo de acres de tierra terminada la campaña Con esta contrata regreso Cale a California en los primeros días de noviemble y en el acto se fue a ver a Walker para interesarlo en la empresa Desde que éste leya la contrata rehuso heleer nada en virtud de ella, por ser contraiÍa a la ley em itida por el congreso en 1818, que vulgarmente S0 conoce con el nombre de ley de neutra– lidad Díjole sin embargo a Cale que si quería volver a Nicarclgua, a fin de obtener de Castellon un contrato para colonízOl, algo se podría hacer De acuerdo con esto Cale se embarco por segunda vez para San Juan y
el 29 de diciembre de 1854 le otorgo Caste\lon una con– trato para colonizar, eh viltud de la cual debían intro– ducirse trescientos americanos en Nicaragua, garanti– zándoles a perpetuidad el derecho de portar armas. Cale remitio a Walker la concesion, recibiéndola éste en
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